Y Calderón… ¿cuándo?
Martín Esparza Flores
En la interminable pasarela de exgobernadores
corruptos que más tardan en pisar los reclusorios que en salir por la
puerta trasera de la impunidad, se ha sumado como figura estelar el
exmandatario de Veracruz, Javier Duarte de Ochoa. Las autoridades se vanaglorian de mostrarlo como un auténtico trofeo en su lucha contra la corrupción, obstinándose en capturar a los auténticos “peces gordos” con chinchorro.
Si comparamos los daños y el robo a la nación cometidos por el expresidente Felipe Calderón Hinojosa durante su sexenio, los supuestos “tiburones” sometidos a proceso resultan simples charalitos, piezas menores de caza con las que se busca obtener un efecto mediático con fines electoreros.
Sin excusar la responsabilidad
de los defenestrados personajes y en un ejercicio de elemental
aritmética, si sumáramos todos los desfalcos y fortunas mal habidas de
la lista de granujas que sin distinción de partidos
saquearos sus estados, tales cantidades palidecerían con el fenomenal
quebranto a las arcas nacionales y los incalculables costos sociales que
dejó a su paso el tristemente célebre “Presidente del Empleo”.
Caracterizada por la violencia, el desempleo y la corrupción,
la administración de Calderón Hinojosa desapareció sin explicación
alguna 250 mil millones de dólares —de los 420 mil millones—, producto
de los excedentes petroleros y que en los dos sexenios panistas ascendieron a más de un billón y medio de pesos.
Lejos de invertirse en proyectos
de desarrollo o infraestructura como mantenimiento a las plantas de
Pemex, en hospitales y escuelas, las millonarias cantidades se manejaron
con la mayor de las discrecionalidades pese a las observaciones que en
su momento hiciera al respecto la Auditoría Superior de la Federación. Hasta hoy nadie sabe qué fin tuvieron tan abundantes recursos
Uno de los tantos ejemplos de la
inocultable corrupción del sexenio calderonista se erige en la entrada
de Chapultepec y es conocida por la Estela de Luz,
obra que debió inaugurarse el 15 de septiembre de 2010 como parte de
los festejos del Bicentenario y que se convirtió en emblema de la prevaricación
oficial. De 393 millones de pesos que debió costar se elevó a 1,304
millones de pesos. Un 192 por ciento de sobreprecio que Calderón nunca
pudo explicar, como tampoco los casos de corrupción que afloraron en entidades como la CFE, con Néstor Moreno Díaz, o en el ISSSTE, con Miguel Ángel Yunes como titular y hoy gobernador de Veracruz.
A los cuantiosos desvíos
hay que sumarle una responsabilidad mayor: las 121 mil muertes
violentas y los 26 mil 121 desaparecidos como resultantes de su fallida
guerra contra el crimen organizado, y la cesantía de
40.2 por ciento de la población en edad productiva del país; en cifras
reales, al terminar su gobierno había 867,271 menos empleos que al
inicio de su gestión, contabilizando los 44 mil electricistas del SME
despedidos tras la ilegal extinción de Luz y Fuerza del Centro, en
octubre de 2009. ¿No son suficientes motivos para que este auténtico “pez gordo” vaya a prisión al lado de los exgobernadores?
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