Argentina: “Hambre” contra “corrupción”

Las elecciones primarias de este domingo 13 en Argentina, gracias a las cuales podrían definirse los candidatos presidenciales para 2019, ponen frente a frente dos bandos: el oficialista y el kirchnerista. El primero acusa al segundo de haber sido un sistema completamente corrupto; por su parte, Cristina Kirchner y sus seguidores ponen el énfasis en el fracaso económico que representa el gobierno de Mauricio Macri. Y la lucha electoral se centrará en la provincia de Buenos Aires, que concentra más de la tercera parte del electorado nacional y donde deberá combatirse la apatía que permea todo el proceso electoral.
BUENOS AIRES (Proceso).- “Corrupción” o “Bolsillo”. Estos son los ejes de campaña del oficialismo y de la oposición para las elecciones Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias (PASO) este domingo 13, en las cuales podrían definirse los candidatos para las próximas presidenciales.

Las miradas están puestas en la provincia de Buenos Aires, pues el distrito concentra 37% del padrón electoral argentino y su gobernadora, María Eugenia Vidal, es el mejor alfil del presidente argentino, Mauricio Macri. El oficialismo se presenta como abanderado de la lucha contra la corrupción, flagelo que identifica con el anterior gobierno, el de Cristina Kirchner. Sin embargo, la expresidenta, candidata a senadora, encabeza la intención de voto. Su campaña se centra en el impacto que las políticas del gobierno tienen en el bolsillo.
El oficialismo cuenta con el apoyo de los sectores altos y medios, los mayores de 50 años y los que residen en ciudades del interior de la provincia. Su candidato, Esteban Bullrich, necesita los votos que le pueda aportar la gobernadora (Vidal) con su buena imagen. Kirchner, por su parte, prevalece entre los votantes jóvenes, los de nivel socioeconómico bajo, y los residentes en el Gran Buenos Aires, el áspero suburbio de la capital argentina.
Macri asumió la Presidencia de Argentina en diciembre de 2015. Impuso un aumento en las tarifas de los servicios públicos. Sostuvo que la actividad económica comenzaría a mejorar en el segundo semestre de 2016. Ante el desplome de la producción y del consumo, el gobierno comenzó a ligar al kirchnerismo con una asociación ilícita.
“Construir la corrupción como categoría política, instalar que este valor se haga carne en la sociedad para el momento de una elección como la que viene, es una operatoria compleja”, dice a Proceso el sociólogo Carlos de Angelis, investigador de la Universidad de Buenos Aires. “Buscar que ascienda algo intangible para el común de la sociedad, algo que no se siente como una pérdida directa en el momento en que se produce, choca contra la necesidad más inmediata, que es conservar el empleo, tener un ingreso suficiente para los consumos cotidianos”, explica.
De Angelis considera que el mensaje del oficialismo penetra en sectores medios y altos más que en otros medios y bajos que tienen que ajustar todos sus gastos.
“Los dos ejes de las primarias son la cuestión socioeconómica y la ‘vuelta al pasado’, con todo lo que eso implica”, dice a Proceso el consultor Ricardo Rouvier, de Ricardo Rouvier & Asociados.
“El eje socioeconómico tiene que ver con el bolsillo, pero también con la incertidumbre general, la inflación, la caída de los ingresos, el fantasma del despido, la pérdida de movilidad social y de la esperanza en mejorar”, puntualiza. “Y en cuanto a ‘volver al pasado’, se lo etiqueta y sintetiza en el tema de la corrupción, pero también con otros elementos, como el tipo de comunicación del gobierno con la gente”, explica. En ese sentido, agrega, Macri mantiene un estilo empresarial, evita la multitud, prioriza las redes sociales.
El oficialismo exprime la corrupción real o imaginaria del anterior gobierno para esquivar el crudo presente económico. Cristina Kirchner se centra en las penurias concretas de los ciudadanos, sin asumir en público una autocrítica. “Son como dos grandes trenes que chocan”, grafica De Angelis. “Cada uno construye su verdad y no dialogan. La sociedad está bastante confundida y en realidad termina viendo cómo le va a su bolsillo. La experiencia cotidiana muestra que la sociedad ha retrocedido muchos casilleros en cuanto al bienestar”, sostiene.
Apatía
El clima electoral está marcado por la apatía. El peronismo se encuentra en una sorda lucha interna. Un sector muy importante no quiere volver a formarse detrás de Cristina Kirchner. También flaquean los apoyos del gobierno.
“Hay mucha decepción en gente que esperaba que el gobierno de Macri tuviera una mirada original, más moderna en cuanto a cambios estructurales que la sociedad argentina necesita”, explica De Angelis.
“No esperaba que el cambio viniera por un monetarismo tan duro como el que lleva a cabo el Banco Central, con una tasa de interés estratosférica, que busca frenar la inflación, pero paraliza la actividad económica y estimula la especulación financiera”, sostiene. “¿Qué empresario va a arriesgar a traer maquinarias, desarrollar nuevas líneas de productos o contratar personal si con estos instrumentos especulativos puede tener un altísimo rendimiento en dólares?”, se pregunta.
La inflación, que este año rondará 22%, es apenas inferior a la de la mayoría de los años de la era kirchnerista. El gobierno de Macri llama a confiar en el futuro. Anuncia un fin de la recesión que en la calle no se percibe. Reconoce la penuria pero se la achaca al adversario: “Nos dejaron un país en ruinas”, repite el presidente en los actos de campaña. “Macri ataca al populismo, como ahora se denomina al kirchnerismo, tal como le pide la derecha de su espacio político”, explica De Angelis.
Cristina Kirchner, por su parte, apenas dice: “Nos han desarreglado la vida”. El cambio en su estilo de comunicación es drástico. Su presencia, otrora estelar, extendida, abreva hoy en el tono mínimo. En sus actos cede la palabra y el protagonismo a ciudadanos comunes que sufren el plan económico del gobierno. Una médica, un maestro, una jubilada, un científico. El acento se pone en la profundización del ajuste si el gobierno gana las elecciones. El estilo actual toma prestado del oficialismo el foco en las redes sociales.
“Cristina, en su campaña ‘zen’ o de ‘pastor evangelista’, hace el planteo del individuo, de cada ser vulnerado, vulnerable, en esta instancia del país en la que la inflación supera los aumentos de salarios y las cifras de consumo siguen cayendo”, señala De Angelis.
“Se complica la elección de la población, en el sentido de que muchos de los que van a votar al oficialismo también sufren la situación socioeconómica, también ven la crisis, y también han tenido expectativas hoy insatisfechas”, explica Rouvier. “Pero a eso se le antepone la polarización, el voto negativo de no querer volver al pasado. Muchos de los que votan a Cambiemos no lo hacen porque piensan que las cosas van muy bien”, grafica.
El prisma ideológico influye a la hora de condenar la corrupción. Numerosos funcionarios kirchneristas desfilan hoy por los estrados judiciales. Pero también hay casos de conflictos de interés que involucran sumas millonarias y salpican a funcionarios del gobierno.
“Para hablar de corrupción hay que tener la mochila muy vacía”, sostiene De Angelis. “También el presidente Macri asumió el cargo con un procesamiento de la justicia. Es parte de la cultura política argentina echarle la culpa a los demás, en vez de probar que las políticas que se llevan adelante son efectivas para, por ejemplo, reducir la pobreza”, recuerda.
Lecturas
La interpretación que la prensa haga de los resultados va a ser casi tan importante como la elección misma. El oficialismo es la única fuerza que se presenta como tal en casi todos los distritos. Su caudal electoral será mensurable. El peronismo se presenta dividido en gran cantidad de sectores. En las últimas décadas, sin embargo, el resultado que suele resultar determinante para considerar ganadores y perdedores es el de la provincia de Buenos Aires.
“La hipotética victoria de Cristina Kirchner obligaría a una doble lectura”, explica Rouvier. “El kirchnerismo va a decir que es un resultado nacional y que la provincia de Buenos Aires expresa al país. Y el oficialismo va a decir que perdió en la provincia pero ganó en el total del país. Aunque eso no corresponde, porque es una elección distrital”, explica.
Una victoria del oficialismo en la provincia de Buenos Aires fortalecería las aspiraciones de Macri a ser reelegido presidente en 2019. La alianza Cambiemos se convertiría en la primera minoría del país. El peronismo necesitaría tiempo para recomponerse.
Las PASO fueron concebidas como internas abiertas para dirimir candidaturas dentro de cada espacio político. En los hechos fungen hoy como una suerte de primera vuelta. Mientras que en las primarias de agosto hay lugar para que el voto exprese convicciones ideológicas, en las legislativas de octubre, al igual que en un balotaje, muchos se inclinan por el “voto útil”. “Aparece la gran duda de si va a haber un voto táctico, un cambio de voto, a partir del resultado de las primarias”, opina De Angelis.
“En los dos espacios mayoritarios el voto en general se mantiene, pero quien vote ahora a fuerzas, más pequeños mirará los resultados para decidir en octubre”, sostiene.
“Si el oficialismo pierde en la provincia de Buenos Aires, va a forzar la polarización y a demorar medidas y leyes impopulares, tratando de mostrar algún resultado económico que le permita alentar un mejor resultado en octubre”, explica Rouvier.
El gobierno teme una derrota en la provincia de Buenos Aires. Desde el Senado, Cristina Kirchner podría presentarse sin mayor esfuerzo como la contracara de las políticas que lleva adelante Mauricio Macri. Su candidatura a la presidencia en 2019 sería el paso siguiente. Influyentes voces dentro del oficialismo redoblan su presión pública sobre los jueces para que la candidata opositora sea encarcelada.
Este reportaje se publicó en la edición 2128 de la revista Proceso del 13 de agosto de 2017.

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