La CTM queda como figura decorativa


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Al concluir la primera ronda de negociaciones del TLCAN, el secretario de Economía, Ildefonso Guajardo, y los representantes del sector empresarial que participaron en las mesas de trabajo dejaron en claro que el asunto de los incrementos salariales para homologar los ingresos de los trabajadores mexicanos con sus similares de Canadá y Estados Unidos no forma parte de los temas prioritarios en su agenda.
Tampoco lo son el cumplimiento de tratados internacionales en materia laboral como el Convenio 98 de la OIT, relacionado con la legítima contratación colectiva que el Senado y el gobierno mexicano se han negado a ratificar. Pendientes como este y otros más salen a la luz en el contexto de una renegociación donde el gobierno norteamericano ha visibilizado los salarios de hambre que se pagan en nuestro país y que representan un “paraíso laboral” para las empresas trasnacionales como la automotriz, que ahorra 1,200 millones de dólares al año por las facilidades que en este sentido le otorgan las autoridades mexicanas.
El representante comercial del gobierno estadounidense, Robert Lighthizer, puntualizó que los bajos salarios que se pagan en México son un factor directo de la pérdida de 700 mil empleos en su país, por lo que apremió a estandarizarlos con sus socios comerciales para aminorar la brutal desigualdad en los ingresos. Pero el que un obrero mexicano gane diez veces menos que un norteamericano o un canadiense tiene sin cuidado a los tecnócratas, empresarios voraces y líderes charros de la CTM que indebidamente dicen ser la voz y opinión de toda una nación en la mesa del acuerdo trilateral.
Robert Lighthizer.
Ahora que la segunda ronda viene a México, es momento de que los trabajadores alcemos la voz para poner a la vista del mundo las raquíticas condiciones laborales que se han mantenido en 23 años de un tratado comercial que en nada ha beneficiado a las mayorías, descalificando a los líderes cetemistas como interlocutores válidos de una clase trabajadora a la que no representan.
Prueba de que el charrismo cetemista va a lo suyo es la exigencia de la central corporativa para que en el TLCAN se respete la “territorialidad” de sus contratos colectivos a fin de que las empresas que arriben a México no lo hagan con sus representaciones laborales, pues esto representaría echarles a perder el negocio de la venta de contratos de protección y el incremento de las empresas outsourcing que se han convertido en millonarios negocios privados de los líderes cetemistas, croquistas y muchos políticos y legisladores.
Los sindicatos independientes y la clase trabajadora debemos deslindarnos de estos falsos redentores que, como los empresarios y funcionarios presentes en la renegociación, han dejado en claro que no les importa en lo absoluto resarcir los salarios de hambre que se pagan en México ni pugnar por la creación de empleos estables y bien remunerados que garanticen el acceso a la seguridad social y a una pensión digna para millones de mexicanos, fortaleciendo el mercado interno.
Es el momento de plantear nuestras demandas, visibilizar nuestra lucha y exigir que las condiciones laborales se ajusten a las de nuestros socios comerciales.

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