El trasfondo político en la baja de las calificadoras





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Economía Política

En cuanto a los ajustes que han realizado las calificadoras financieras Moody‘s, Fitch Ratings y Standard&Poor‘s, respecto de la deuda soberana, de Pemex, de la Comisión Federal de Electricidad y de otras empresas mexicanas, lo primero que hay que señalar es que no se trata de un descenso ya establecido, sino de la baja en la perspectiva, esto es, que anuncian que es probable que en el futuro bajen la calificación de la deuda de México y de varias empresas públicas y privadas de nuestro país.
Aunque se trata solo de una perspectiva, no deja de ser importante, porque las calificadoras ejercen influencia sobre los inversionistas. La mayoría de los analistas se han referido a que el peligro mayor es que disminuyan los flujos de inversión extranjera hacia México. En lo personal no me preocupa esa disminución, porque lo cierto es que la inversión extranjera, tarde o temprano, recupera su capital y ya incrementado con ganancias lo envía de vuelta a su casa matriz, lo cual significa finalmente una descapitalización para nuestro país. Los peligros más inquietantes son que se produzca una fuga de capitales, o que se genere una devaluación importante del peso. Por el momento, ninguna de esas posibilidades se ha concretado.
Por otro lado, hay que advertir que lejos de que el sector financiero y las calificadoras sigan un criterio exclusivamente técnico, como se supone, y como tratan de aparentar las calificadoras. Lo cierto es que las bolsas y en general el sector financiero siguen con atención la política global, puede afirmarse que reaccionan con mayor rapidez que cualquier otro ámbito de la economía, a los conflictos que se presentan en el mundo.
Otro aspecto importante que influye en la conducta de las calificadoras es que, al formar parte del sector financiero y obtener sus utilidades en ese entorno, sus intereses están vinculados al gran capital financiero internacional que es la fracción de la burguesía que detenta la hegemonía en el mundo. Hay que recordar que es precisamente esta fracción hegemónica del capital la que, desde los ochentas del siglo pasado, obligó a los países subdesarrollados, utilizando precisamente la deuda como arma, a implantar las políticas neoliberales. Por supuesto que esa fracción encontró aliados en los gobiernos de nuestras naciones y el neoliberalismo ha continuado hasta nuestros días en la mayoría de los países.

Lo que no les pareció a las calificadoras, y al gran capital financiero internacional, es que se ponga un alto a las políticas neoliberales, en particular a la privatización de la industria energética.


Entre la batería de políticas que caracterizan al neoliberalismo, tres me parecen las más importantes y dañinas. Una, es el despojo de los trabajadores tanto a través de los salarios como de las prestaciones y sus derechos. Otra, es el saqueo de los recursos naturales de los países subdesarrollados. La tercera, es la privatización de las empresas estatales, para que el capital se apropie de campos de inversión todavía rentables, pues la crisis económica consiste precisamente en la caída de la tasa de ganancia, lo que ha determinado que caiga la rentabilidad de la inversión en muchos campos.
Es evidente que la baja de la calificación a Pemex, no obedece a que la paraestatal tenga dificultades financieras, pues todo mundo sabe que para justificar la privatización de la industria energética, se había sometido a la paraestatal a una descapitalización sin precedentes, tanto a través de impuestos que superaban sus utilidades, como de recortes presupuestales draconianos de más de 170 mil millones de pesos, y las calificadoras nunca bajaron sus calificaciones a la paraestatal. Tampoco es que no les haya gustado el plan de recuperación de la empresa, pues es claro que por poco que mejorara, el plan detiene el saqueo y le da un respiro financiero a Pemex. Lo que no les pareció a las calificadoras, y al gran capital financiero internacional, es que se ponga un alto a las políticas neoliberales, en particular a la privatización de la industria energética. Y así lo dice explícitamente Standard&Poor‘s, al afirmar que la razón de la baja en su consideración es que el “reciente cambio en las políticas dirigido a reducir la participación de la iniciativa privada en el sector energético” podría llevar a una disminución del crecimiento económico.
Es claro, pues, que se trata de una acción política de las calificadoras que buscan proteger los intereses del gran capital financiero internacional. En esta coyuntura, apoyar la política gubernamental en Pemex y CFE, es defender a México. 

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