¿Qué está pasando con la globalización?


Revista Siempre!

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EL INTERNACIONALISTA

La caída del Muro de Berlín auspició una visión optimista sobre el futuro de las relaciones internacionales. La ola democratizadora que acompañó a dicho proceso en todas las regiones se complementó con un enfoque aperturista para el desarrollo económico a escala mundial. El denominado Consenso de Washington definió entonces políticas que, en el papel, auguraban el inminente fin de la pobreza y un periodo sostenido de bienestar y desarrollo para todos los pueblos.
De entonces a la fecha, las cosas no han resultado como se esperaba. La globalización se ha trocado en un fenómeno concentrador de la riqueza que desmantela cadenas productivas en los países periféricos. Por su parte, la democracia y los valores liberales parecen estar en suspenso. En tales condiciones, las naciones menos favorecidas afrontan riesgos para la estabilidad institucional debido al peso de sus rezagos y carencias, así como a sus dificultades para participar de los presuntos beneficios de la economía global.
La señal de alarma está activada en los cuatro confines del orbe. Por lo que hace a las latitudes más desarrolladas, es notorio el progreso de la tendencia hacia el aislacionismo y el unilateralismo. Así lo dejan ver fenómenos como el Brexit o el descreimiento en la capacidad de los organismos internacionales para mantener la paz y la seguridad mundiales. De igual manera, la intolerancia, los radicalismos políticos e incluso la discriminación racial, son prácticas recurrentes de gobiernos conservadores que por ignorancia, miopía o decisión deliberada, pasan por alto la dolorosa historia del Siglo XX. La memoria de dos guerras mundiales, de enfrentamientos ideológicos estériles y de conflictos militares en teatros del Sur, no parecen ser suficiente para revertir esta lamentable realidad que a tantos lastima.
En el mundo en desarrollo también hay desasosiego. La pobreza y el deterioro del tejido social han fortalecido a la delincuencia internacional organizada, debilitado las instituciones del Estado y propiciado el arribo al poder de regímenes conservadores. En detrimento de un concepto de democracia que incorpora el tema social como articulador de políticas públicas, estos gobiernos son empáticos con ideas retardatarias e intolerantes, que otorgan prioridad a los pocos que tienen mucho y desprecian a los muchos que tienen poco.
Por si fuera poco, al terrorismo y a los esfuerzos de recuperación de espacios de influencia por parte de países que aspiran a llenar vacíos hegemónicos regionales o a recuperar los perdidos, se añade un peligroso regreso al armamentismo y a la utilización de la energía atómica con fines bélicos.
En las actuales circunstancias el optimismo es limitado. Las narrativas del aislacionismo degradan foros multilaterales, los altos tonos y reclamos diplomáticos siembran discordia y diluyen la confianza internacional requerida para construir la paz y estimular el desarrollo.
La globalización, al parecer, es una gran falacia. Será que, como dijo Julio César, ¿alea iacta est? (¿la suerte está echada?).


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