México: El germen justiciero

martes 28 de septiembre de 2010

Laura M. López Murillo (especial para ARGENPRESS.info)


En algún lugar de la hostilidad, en la tierra de nadie y muy lejos del amparo de ley germinó el híbrido de la venganza y la justicia; como todos los sentimientos encontrados, las paradojas sociales eluden las normas y las ansias justicieras proliferan en el vacío de autoridad.

Dicen los que saben que la esencia de las leyes reside en su observancia general y obligatoria, que según el canon jurídico, nadie está por encima de la ley y que nada queda fuera de su ámbito, y que por eso, la paz social sólo existe bajo el amparo de las leyes.


El origen de todas las normas se ubica en la necesidad de imponer un orden superior que regule la conducta de los individuos para lograr un ambiente de armonía. En las primeras comunidades, cuando la sobrevivencia era la prioridad y la cohesión social residía en los lazos de la sangre, la ley común otorgaba el derecho de la venganza. En el proceso civilizatorio, la sociedad confirió a una minoría la atribución para legislar, y fue entonces cuando la crueldad y la violencia se erradicaron como forma de castigo; no obstante, con la aparición de los poderes en los estados nacionales se dispersó la polución del totalitarismo, y con él, se distorsionó la facultad para legislar e imponer el orden social.


El cabildeo legislativo, que tantas veces se ha justificado como el ejercicio de la democracia, es la evidencia del deterioro en el criterio del legislador, ese padecimiento que se ha propagado como una pandemia y que reduce el espíritu social de las leyes a los caprichos de la clase política.


Cuando el poder es el móvil de los legisladores y mantenerlo es la única prioridad de los gobernantes, se descuida la intención primigenia del Estado y el espíritu de todas las leyes, que debiera ser la convivencia pacífica y el funcionamiento armónico de la sociedad. Y entonces, surge un vacío de autoridad que se expande gracias a la impunidad; y ante las injusticias y la impotencia, brota el germen justiciero, ese fruto híbrido de la venganza y la justicia.


Después de la grotesca Fuenteovejuna que linchó a dos secuestradores en el Municipio de Ascención, en el estado mexicano de Chihuahua, resulta evidente la impericia de las autoridades para controlar la situación y procurar justicia; el epílogo forzoso de este episodio es la desaparición fáctica de las corporaciones policiacas en ese Municipio que ahora es protegido por un grupo de residentes.


Es obvio que un gobernante deja de ser un estadista en el mismo momento en que el estado desatiende las atribuciones que le dieron origen; cuando la vida, la propiedad y la seguridad de los gobernados dejan de ser prioritarios germina el híbrido de la venganza y la justicia; y como paradoja social, las ansias justicieras proliferan en el vacío de autoridad…


Laura M. López Murillo es Licenciada en Contaduría por la UNAM. Con Maestría en Estudios Humanísticos, Especializada en Literatura en el Itesm.


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