Crisis global, ¿solo una década perdida?

lunes 21 de noviembre de 2011

Masiel Fernández Bolaños (PL)

Desde el inicio de la crisis mundial en 2008, la situación económica empeora, y está lejos de mejorar, al menos en el futuro más cercano.

Europa va camino a una profunda y prolongada recesión acompañada de continuas turbulencias en los mercados, por sus crecientes problemas de deuda, lo cual aumenta los peligros de contagio.

Mientras, Estados Unidos se debate entre sus problemas laborales con una tasa de desempleo de nueve por ciento y la consiguiente desconfianza de los consumidores. Incluso el Fondo Monetario Internacional (FMI) reconoció que cada año será peor al anterior, como mínimo hasta 2015.

Tal es así que especialistas, como el premio Nobel de Economía 2008, Paul Krugman, hablan de una década perdida para la expansión económica si no se emprenden medidas a fin de estimular la actividad y sanear el sistema bancario.

Estados Unidos y el dólar en la mira

Hace poco más de tres años, la quiebra de uno de los mayores bancos de inversión de Estados Unidos, el Lehman Brothers, provocó una enorme turbulencia en los mercados globales, sobre todo por la creciente interconexión del sistema financiero internacional.

La caída del comercio mundial en alrededor de un 40 por ciento estuvo entre las principales consecuencias.

Sin embargo, la bancarrota del Lehman Brothers echó por tierra uno de los paradigmas más esgrimidos por los defensores del neoliberalismo: el funcionamiento de los mercados con menor o sin intervención del estado, ante el argumento de que podían actuar sin regulación alguna.

En aquel entonces afloraron criterios sobre la importancia de realizar un mayor control en medio de las "verdades ocultas", pero ya evidentes, de un sistema económico que se sustentaba básicamente en la especulación y que incentivaba el consumo excesivo, aún a expensas del endeudamiento.

La necesidad de reformar el sistema monetario internacional fue otra de las lecciones supuestamente aprendidas cuando detonó la peor crisis desde la recesión de los años 30 del siglo pasado.

Aunque ha habido algunos intentos de contrarrestar los efectos negativos generados por la existencia del dólar estadounidense como divisa de reserva internacional por excelencia, hasta el momento faltan resultados concretos.

Durante la coyuntura recesiva, los bancos centrales de varios países han recurrido a la flexibilización de su política expansiva, empero, los especialistas alertan sobre un riesgo de devaluación de las monedas no visto en varias décadas.

Asimismo advierten acerca de los peligros de querer ganar ventajas comerciales a través de una moneda artificialmente baja.

En ese escenario la volatilidad del dólar y la inseguridad que trasmite mantienen al oro como uno de los refugios más socorridos.

Al respecto, el profesor mexicano Jaime Estay afirmó que esa divisa está destinada a ceder lugar como moneda de reserva, por lo cual es imprescindible crear una nueva arquitectura financiera de carácter regional.

Insistió en la importancia de persistir en la búsqueda de verdaderas respuestas a nivel global, pero con mayores espacios de participación.

Hay que retomar e incentivar los mecanismos financieros regionales, formar instancias que manejen los problemas que no se tocan en el ámbito global, sentenció.

Otros expertos proponen la creación de una autoridad económica mundial: una de competencia y otra financiera que recorte las capacidades del FMI.

En tanto, el dólar continúa rigiendo, como desde 1944, los principales intercambios comerciales, pese a los cuestionamientos de su status como divisa que transmite cada vez más incertidumbre y desconfianza.

Europa y el euro

A casi dos años del inicio de la crisis de deuda europea, la mayoría de los habitantes del Viejo Continente continúan padeciendo por sus principales consecuencias, entre ellas el desempleo y la pobreza.

La experiencia parece no tenerse en cuenta, al menos entre quienes tienen en su poder la posibilidad de adoptar determinaciones decisivas, ya que para crecientes problemas aún sin resolverse insisten en la misma receta: la austeridad.

Por ello los ministros de Economía de los 27 países de la Unión Europea (UE) decidieron mantener la estrategia de ajuste fiscal como mejor fórmula para combatir la crisis.

En ese contexto, la debilidad de las finanzas europeas constituye otra de las principales dificultades del Viejo Continente, sobre todo en medio de la crisis de deuda y los pronósticos de su posible desaparición.

La volatilidad del euro frente al dólar, aspecto que algunos preferirían olvidar, todavía inquieta a los mercados.

La situación de los bancos es otro motivo de desvelo para muchos, principalmente por la disminución de los precios de las acciones y, en algunos casos, por el aumento del costo de financiamiento.

Expertos explican que como esas entidades financieras poseen grandes cantidades de deuda de gobiernos de la UE, son considerados un punto vulnerable al contagio.

Al respecto, el equipo de analistas de J.P. Morgan Chase resaltó recientemente que los bancos europeos encuentran mayores trabas para atraer inversionistas a su deuda no garantizada.

En tal sentido, se habla constantemente de alcanzar una política presupuestaria sana para consolidar la economía mundial, elevar el control sobre las finanzas ante los elevados déficits y niveles de deuda de varios países de la Eurozona.

Igualmente, abogan por establecer estrategias de consolidación creíbles, para lo cual estiman imprescindible efectuar una reestructuración adecuada del sector bancario.

He aquí el panorama actual, o mejor dicho, ni tan actual, porque en esencia los problemas siguen siendo los mismos, y las soluciones concretas y efectivas distan de aparecer.

Ojalá y solo una década perdida fuera el resultado.

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