¿Por qué la gente vota por su esclavitud como si se tratara de su libertad?
miércoles 23 de noviembre de 2011
Luis Salas Rodríguez (SUR VERSIÓN)
Lo ocurrido en Italia, Grecia y Libia convenció a mucha gente de lo que por otra parte ya era evidente: la existencia de un estado de excepción global, fundamentado sobre la administración de una emergencia interminable (económica fundamentalmente, pero también ambiental, sanitaria, humanitaria, etc.) cuya fuente de poder se ejerce a través de una serie de aparatos de gobierno nacionales y multinacionales pero que no emana necesariamente de ellos, sino que se cocina en las oficinas de los fondos de riesgo y las calificadoras, de Goldman Sachs y demás instituciones financieras “demasiado grandes para fracasar”, y en líneas más generales, en el reducidísimo pero variado mundillo de quienes encabezando ese despiadado proceso mundial de lucha por la acumulación que algunos llaman “crisis del capitalismo”, cuentan con el suficiente poder como para imponerle reglas.
Ahora bien, bajo esta “evidencia”, está claro que es difícil explicar lo ocurrido en España este fin de semana pasado. Y es que aunque todo lo anterior siga siendo cierto, necesariamente el triunfo del PP obliga a replantearse al menos uno de los supuestos, y de hecho el más importante de todos: el de la imposición de las reglas por parte de los agentes del Capital global. Claro está que no es la primera vez que un “gobierno de los mercados” llega al poder por vía electoral, pero también está claro que incluso en el caso de los más recientes (como Piñera) eran, por decirlo así, otros tiempos. Piñera y el propio Berlusconi al menos podían alardear de algunos de los principios caros al neoliberalismo histórico, como la libertad de mercado y el emprendimiento. Digamos, eran parte de una época para nada lejana en la que la tecnocracia neoliberal -aunque ya decadente- podía aún identificarse con el progresismo. En cambio Rajoy es el primer presidente del neoliberalismo en estado puro electo por las mayorías, sin mediaciones ni lubricación: más allá de la tontería del “voto castigo” ganó porque ofertó mayor sumisión, porque prometió hacerle la vida más miserables a todos los españoles, porque garantiza mayor espolio, menos derechos y mayor pérdida de la soberanía en mano de los especuladores y las minorías. La diferencia entre Rajoy y Zapatero desde este punto de vista es desde luego de estilo: Rajoy hace explícito lo que Zapatero mistificaba y encubría con un impotente y cínico “no hay alternativas”. Eso desde muchos puntos de vista puede ser preferible, como pasó de hecho con Piñera ya que todo el mundo está claro a qué se juega. Pero no deja de ser inquietante este salto cualitativo del estado de excepción global del Capital cuando no es a través de una invasión como en Libia o de un golpe de estado tecnócrata como en Italia y Grecia, sino la propia masa la que soberanamente se somete ante unos poderes que claramente actúan contra ella. Es decir, Rajoy no es el Leviatán de ocasión al cual hay que someterse porque protege: es simplemente el agente ocasional del Leviatán de la sumisión llana y simple
Por supuesto, siempre se podrá decir que cuarenta y pico por ciento de los votos no es mayoría, que la manipulación mediática, que Izquierda Unida ya no tiene cinco diputados sino ocho, etc. Todo eso puede ser verdad, pero no explica ni justifica ni suaviza lo que pasó. Así las cosas, habrá que avanzar en el análisis de la condición de esta “nueva” situación de sometimiento objetivo, que pese a concentrarse en Europa no se limita a ella, mientras sin necesidad de ser trostkista uno no puede dejar de recordar aquello de que la crisis de la humanidad no es sino en el fondo la crisis del movimiento revolucionario.
Fuente
Luis Salas Rodríguez (SUR VERSIÓN)
Lo ocurrido en Italia, Grecia y Libia convenció a mucha gente de lo que por otra parte ya era evidente: la existencia de un estado de excepción global, fundamentado sobre la administración de una emergencia interminable (económica fundamentalmente, pero también ambiental, sanitaria, humanitaria, etc.) cuya fuente de poder se ejerce a través de una serie de aparatos de gobierno nacionales y multinacionales pero que no emana necesariamente de ellos, sino que se cocina en las oficinas de los fondos de riesgo y las calificadoras, de Goldman Sachs y demás instituciones financieras “demasiado grandes para fracasar”, y en líneas más generales, en el reducidísimo pero variado mundillo de quienes encabezando ese despiadado proceso mundial de lucha por la acumulación que algunos llaman “crisis del capitalismo”, cuentan con el suficiente poder como para imponerle reglas.
Ahora bien, bajo esta “evidencia”, está claro que es difícil explicar lo ocurrido en España este fin de semana pasado. Y es que aunque todo lo anterior siga siendo cierto, necesariamente el triunfo del PP obliga a replantearse al menos uno de los supuestos, y de hecho el más importante de todos: el de la imposición de las reglas por parte de los agentes del Capital global. Claro está que no es la primera vez que un “gobierno de los mercados” llega al poder por vía electoral, pero también está claro que incluso en el caso de los más recientes (como Piñera) eran, por decirlo así, otros tiempos. Piñera y el propio Berlusconi al menos podían alardear de algunos de los principios caros al neoliberalismo histórico, como la libertad de mercado y el emprendimiento. Digamos, eran parte de una época para nada lejana en la que la tecnocracia neoliberal -aunque ya decadente- podía aún identificarse con el progresismo. En cambio Rajoy es el primer presidente del neoliberalismo en estado puro electo por las mayorías, sin mediaciones ni lubricación: más allá de la tontería del “voto castigo” ganó porque ofertó mayor sumisión, porque prometió hacerle la vida más miserables a todos los españoles, porque garantiza mayor espolio, menos derechos y mayor pérdida de la soberanía en mano de los especuladores y las minorías. La diferencia entre Rajoy y Zapatero desde este punto de vista es desde luego de estilo: Rajoy hace explícito lo que Zapatero mistificaba y encubría con un impotente y cínico “no hay alternativas”. Eso desde muchos puntos de vista puede ser preferible, como pasó de hecho con Piñera ya que todo el mundo está claro a qué se juega. Pero no deja de ser inquietante este salto cualitativo del estado de excepción global del Capital cuando no es a través de una invasión como en Libia o de un golpe de estado tecnócrata como en Italia y Grecia, sino la propia masa la que soberanamente se somete ante unos poderes que claramente actúan contra ella. Es decir, Rajoy no es el Leviatán de ocasión al cual hay que someterse porque protege: es simplemente el agente ocasional del Leviatán de la sumisión llana y simple
Por supuesto, siempre se podrá decir que cuarenta y pico por ciento de los votos no es mayoría, que la manipulación mediática, que Izquierda Unida ya no tiene cinco diputados sino ocho, etc. Todo eso puede ser verdad, pero no explica ni justifica ni suaviza lo que pasó. Así las cosas, habrá que avanzar en el análisis de la condición de esta “nueva” situación de sometimiento objetivo, que pese a concentrarse en Europa no se limita a ella, mientras sin necesidad de ser trostkista uno no puede dejar de recordar aquello de que la crisis de la humanidad no es sino en el fondo la crisis del movimiento revolucionario.
Fuente
Comentarios