Instituciones responsables del proceso electoral, al servicio de la oligarquía
Que no se lamenten después los oligarcas
Guillermo Fabela - Opinión EMET
Tal parece que las fuerzas conservadoras
se saldrán con la suya de imponer a Enrique Peña Nieto, contra la
voluntad mayoritaria de la población que sabe leer y escribir. Hay una
confabulación inocultable que no deja lugar a dudas, aunque con ello se
ponga en grave riesgo el futuro del país, pues las actuales
contradicciones sociales y económicas se habrán de magnificar
dramáticamente, al punto de que se pierda la posibilidad de instaurar
una democracia participativa de corte moderno, a cambio de refundar un
sistema dictatorial que sólo podrá sostenerse con el uso de la fuerza
por parte del grupo en el poder.
No queda ya ninguna duda de que las instituciones responsables del proceso electoral están al servicio de la oligarquía, no les importan las consecuencias de su proceder inmoral y contrario a la más elemental norma democrática, pues en ningún momento se apegaron al deber de garantizar elecciones limpias y transparentes, aunque Leonardo Valdés Zurita diga lo contrario: la realidad lo desmiente. Todo el tiempo estuvieron al servicio del grupo en el poder, a fin de consumar el plan preconcebido de colocar a Peña Nieto en la silla presidencial, tal como lo quieren la oligarquía y el grupo salinista que mueve los hilos que permiten el accionar del mexiquense.
Ahora lo único que queda para oponerse a los dictados de la derecha, es que las fuerzas de izquierda mantengan una unidad inquebrantable, que resista todo tipo de embates y cantos de sirena, porque de otro modo el pueblo quedaría al garete, sin defensa alguna ante los abusos de los patrones y de los señores de horca y cuchillo que sueñan con retornar al medioevo. Por esta razón, sería muy grave que los gobernadores provenientes de partidos de izquierda, aceptaran brindar su apoyo a Peña Nieto, tal como lo dio a conocer el gobernador de Chihuahua, César Duarte, actual presidente de la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago).
Es creíble que sí lo haya hecho Graco Ramírez Garrido-Abreu, pues se trata de un político sin ética, miembro del grupo de Los Chuchos, pero no de Marcelo Ebrard Casaubon, o algún representante del gobierno capitalino. De ahí el imperativo de desmentir a Duarte, para evitar infundios que pudieran contribuir a la desunión de las fuerzas progresistas. Es momento de estar muy alertas ante las trampas que habrá de tender la derecha con ese propósito. No hay que perder de vista que detrás de la izquierda están los que sufren las consecuencias del desgobierno impuesto a México por las grandes trasnacionales y los poderes fácticos. Hay que esperar los momentos precisos para despertar sus impulsos reivindicadores, en caso de que Peña Nieto llegara a Los Pinos.
Muy pronto se quitaría la máscara democrática para enseñar su rostro salinista, sería llegado el momento para colocarse a la vanguardia del pueblo y resistir los embates de la derecha, que serían devastadores para la economía popular y lo que queda de soberanía nacional. Por eso es razonable insistir que ahora es cuando conviene oponer una firme resistencia a una imposición largamente anunciada, porque sería mucho menos costoso que hacerlo con Peña Nieto (los salinistas) en Los Pinos. Afirmó en conferencia de prensa, el miércoles, que no teme ser considerado “espurio”, porque los votos obtenidos le dan legitimidad. El fondo del asunto es que tales votos, cuando menos más de dos terceras partes, son producto de maniobras ilegales hechas a la luz del día, sin ningún recato.
A la sociedad pensante, la que votó mayoritariamente por el abanderado de las fuerzas progresistas, no le interesa el “desinteresado” aval que le está dando el IFE a Peña Nieto, a extremos que van más allá del cinismo. La convicción de la sociedad es que habría de llegar a Los Pinos mediante un fraude, por muy bien hecho que haya sido, como creen sus ejecutores. Se pasaron de listos y de menosprecio al pueblo, por lo que dejaron abundantes huellas que serán un pesado lastre para Peña Nieto en los años venideros, sobre todo si como gobernante empieza a manifestar sus instintos dictatoriales y su desprecio a la “prole”, como seguramente así sería.
En la conferencia de prensa pidió a las fuerzas políticas asumir una actitud democrática. ¿Por qué no pone el ejemplo, aceptando su derrota? En cualquier nación verdaderamente democrática, tantas ilegalidades hubieran sido motivo de desconocimiento del candidato que las hubiera cometido. Aquí, en el reino de la impunidad y del cinismo como actitud normal en la política, son hasta motivo de admiración por lo bien que fueron ejecutadas. Al fin que con negarlo todo se acaba el problema, allí están los ejemplos de Carlos Salinas y de Felipe Calderón para demostrarlo: cumplieron su mandato sin problemas que no pudieran ser resueltos. Sin embargo, ahora las cosas son distintas, por la terrible descomposición social del país, que urge corregir para evitar una catástrofe. Luego que no se lamenten los oligarcas.
Fuente
No queda ya ninguna duda de que las instituciones responsables del proceso electoral están al servicio de la oligarquía, no les importan las consecuencias de su proceder inmoral y contrario a la más elemental norma democrática, pues en ningún momento se apegaron al deber de garantizar elecciones limpias y transparentes, aunque Leonardo Valdés Zurita diga lo contrario: la realidad lo desmiente. Todo el tiempo estuvieron al servicio del grupo en el poder, a fin de consumar el plan preconcebido de colocar a Peña Nieto en la silla presidencial, tal como lo quieren la oligarquía y el grupo salinista que mueve los hilos que permiten el accionar del mexiquense.
Ahora lo único que queda para oponerse a los dictados de la derecha, es que las fuerzas de izquierda mantengan una unidad inquebrantable, que resista todo tipo de embates y cantos de sirena, porque de otro modo el pueblo quedaría al garete, sin defensa alguna ante los abusos de los patrones y de los señores de horca y cuchillo que sueñan con retornar al medioevo. Por esta razón, sería muy grave que los gobernadores provenientes de partidos de izquierda, aceptaran brindar su apoyo a Peña Nieto, tal como lo dio a conocer el gobernador de Chihuahua, César Duarte, actual presidente de la Conferencia Nacional de Gobernadores (Conago).
Es creíble que sí lo haya hecho Graco Ramírez Garrido-Abreu, pues se trata de un político sin ética, miembro del grupo de Los Chuchos, pero no de Marcelo Ebrard Casaubon, o algún representante del gobierno capitalino. De ahí el imperativo de desmentir a Duarte, para evitar infundios que pudieran contribuir a la desunión de las fuerzas progresistas. Es momento de estar muy alertas ante las trampas que habrá de tender la derecha con ese propósito. No hay que perder de vista que detrás de la izquierda están los que sufren las consecuencias del desgobierno impuesto a México por las grandes trasnacionales y los poderes fácticos. Hay que esperar los momentos precisos para despertar sus impulsos reivindicadores, en caso de que Peña Nieto llegara a Los Pinos.
Muy pronto se quitaría la máscara democrática para enseñar su rostro salinista, sería llegado el momento para colocarse a la vanguardia del pueblo y resistir los embates de la derecha, que serían devastadores para la economía popular y lo que queda de soberanía nacional. Por eso es razonable insistir que ahora es cuando conviene oponer una firme resistencia a una imposición largamente anunciada, porque sería mucho menos costoso que hacerlo con Peña Nieto (los salinistas) en Los Pinos. Afirmó en conferencia de prensa, el miércoles, que no teme ser considerado “espurio”, porque los votos obtenidos le dan legitimidad. El fondo del asunto es que tales votos, cuando menos más de dos terceras partes, son producto de maniobras ilegales hechas a la luz del día, sin ningún recato.
A la sociedad pensante, la que votó mayoritariamente por el abanderado de las fuerzas progresistas, no le interesa el “desinteresado” aval que le está dando el IFE a Peña Nieto, a extremos que van más allá del cinismo. La convicción de la sociedad es que habría de llegar a Los Pinos mediante un fraude, por muy bien hecho que haya sido, como creen sus ejecutores. Se pasaron de listos y de menosprecio al pueblo, por lo que dejaron abundantes huellas que serán un pesado lastre para Peña Nieto en los años venideros, sobre todo si como gobernante empieza a manifestar sus instintos dictatoriales y su desprecio a la “prole”, como seguramente así sería.
En la conferencia de prensa pidió a las fuerzas políticas asumir una actitud democrática. ¿Por qué no pone el ejemplo, aceptando su derrota? En cualquier nación verdaderamente democrática, tantas ilegalidades hubieran sido motivo de desconocimiento del candidato que las hubiera cometido. Aquí, en el reino de la impunidad y del cinismo como actitud normal en la política, son hasta motivo de admiración por lo bien que fueron ejecutadas. Al fin que con negarlo todo se acaba el problema, allí están los ejemplos de Carlos Salinas y de Felipe Calderón para demostrarlo: cumplieron su mandato sin problemas que no pudieran ser resueltos. Sin embargo, ahora las cosas son distintas, por la terrible descomposición social del país, que urge corregir para evitar una catástrofe. Luego que no se lamenten los oligarcas.
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