La urgencia de la derecha por doblegar a López Obrador
Quienes
están equivocados son aquellos que dicen que López Obrador está
actuando mal, al mostrar su firmeza. En el momento que comenzara a
actuar con dobleces, no sólo lo harían trizas los medios, sino que se
quedaría solo, sin autoridad
Revista EMET
En el colmo del cinismo, la Coparmex llamó
a los diputados a dejar de lado “mezquindades y cobardías” y aprueben
la reforma laboral, “en conciencia, anteponiendo la idea de un México
competitivo a los prejuicios ideológicos y los intereses particulares o
de grupo”. Vale preguntarse: ¿cuándo, los dirigentes del organismo
empresarial, han demostrado actuar sin anteponer sus intereses
particulares y de grupo? ¿No es por eso mismo que quiere, a toda costa,
que los legisladores saquen adelante una ley absolutamente lesiva a los
trabajadores?
Mezquindad es pretender apretar aún más el cuello a la clase trabajadora, de por sí afectada por una creciente pérdida del poder adquisitivo del salario, a extremos que no tienen parangón con ningún otro país latinoamericano, de acuerdo con la Cepal. Afirma la Coparmex: “Los principales beneficiarios de una reforma laboral en el sentido correcto son los propios trabajadores: con ella es posible construir un gran acuerdo entre la sociedad civil y los representantes populares, en favor de México”.
No lo ven así abogados laboralistas y analistas preocupados por los niveles de explotación que se han alcanzado en nuestro país, situación que ha sido una de las principales causas de la terrible descomposición del tejido social. Aprobarse una reforma como la que presentó Felipe Calderón, como regalo de despedida al pueblo, equivaldría a retroceder a los tiempos del porfiriato, cuando los asalariados carecían de mínimos derechos laborales y humanos.
Por eso es preciso insistir, cuantas veces sea necesario, que la izquierda tiene la responsabilidad histórica de impedir la aprobación de esta reforma fascista. Actuar como un bloque irreductible en este tema, sin hipocresías ni componendas que comprometan el éxito de la lucha contra esta legislación. En la respuesta que den a este asunto, se verá qué tantas posibilidades tiene de consolidarse el Frente Parlamentario Progresista que acaba de constituirse. Bajo ningún punto de vista tendría justificación que comenzaran con dobleces, al estilo Los Chuchos, o peor aún, con traiciones como la cometida por Rosario Robles.
Sería el fin del movimiento progresista que algunos de sus dirigentes comenzaran a mostrar una actitud “negociadora” para demostrar que son parte de una izquierda “moderna”. Debe quedar muy claro que los principios no se negocian, que una cosa es el respeto y otra muy distinta la pérdida de la dignidad. Por eso es tan importante para la derecha doblegar a Andrés Manuel López Obrador, pues una vez que demostrara algún interés por “negociar”, por mínimo que fuera, la jauría mediática se arrojaría contra él para liquidarlo.
En este sentido, es claro que pierde su tiempo Enrique Peña Nieto al mostrar su disposición a “dialogar” con López Obrador, “siempre y cuando reconociera su derrota en las urnas”. En el momento que actuara de ese modo, como quisieran quienes se dicen de izquierda y critican al político tabasqueño por su firmeza, estaría perdido no sólo él, sino el Movimiento Progresista en su conjunto al quedarse sin un liderazgo con una real autoridad moral. No es una cuestión de terquedad y falta de sentido común mostrar firmeza ideológica y de principios, sino de congruencia y lealtad a la sociedad mayoritaria, y sobre todo a quienes emitieron su voto por López Obrador.
De ahí la importancia de no perder de vista el imperativo de la unidad, y más aún la obligación de no dar margen a “negociaciones” espurias, a “diálogos” que sólo tienen una finalidad: corromper y dividir. Es plausible la actitud de Manuel Bartlett, quien no obstante su pasado, ahora está actuando con patriotismo encomiable, en contraposición con oportunistas como Graco Ramírez, con toda una vida de militancia “izquierdista”. No es poca cosa que Bartlett exhorte a la izquierda a actuar como firme oposición a la política neoliberal, y que no se acepte el fallo del Tribunal Electoral, “porque fue una de las elecciones más sucias, y nos mantendremos en esa posición”.
Tal posición irreductible debe mostrarse en torno a la iniciativa de reforma laboral, pues en el momento en que hubiera signos de aceptación a la misma, por mínimos que fueran, en ese instante la izquierda estaría perdida. Esta legislatura debe significarse, históricamente, por ser la que demuestre una unidad a toda prueba de la fracción de izquierda o progresista. Sólo así será posible avanzar en el mar de lodo en que está metido el sistema político, no sólo porque así lo quiere la oligarquía para tener un mejor control de la clase política corrupta, sino porque la izquierda misma perdió el rumbo por tanto oportunista en sus filas.
Quienes están equivocados son aquellos que dicen que López Obrador está actuando mal, al mostrar su firmeza. En el momento que comenzara a actuar con dobleces, no sólo lo harían trizas los medios, sino que se quedaría solo, sin autoridad moral, su principal capital político.
Mezquindad es pretender apretar aún más el cuello a la clase trabajadora, de por sí afectada por una creciente pérdida del poder adquisitivo del salario, a extremos que no tienen parangón con ningún otro país latinoamericano, de acuerdo con la Cepal. Afirma la Coparmex: “Los principales beneficiarios de una reforma laboral en el sentido correcto son los propios trabajadores: con ella es posible construir un gran acuerdo entre la sociedad civil y los representantes populares, en favor de México”.
No lo ven así abogados laboralistas y analistas preocupados por los niveles de explotación que se han alcanzado en nuestro país, situación que ha sido una de las principales causas de la terrible descomposición del tejido social. Aprobarse una reforma como la que presentó Felipe Calderón, como regalo de despedida al pueblo, equivaldría a retroceder a los tiempos del porfiriato, cuando los asalariados carecían de mínimos derechos laborales y humanos.
Por eso es preciso insistir, cuantas veces sea necesario, que la izquierda tiene la responsabilidad histórica de impedir la aprobación de esta reforma fascista. Actuar como un bloque irreductible en este tema, sin hipocresías ni componendas que comprometan el éxito de la lucha contra esta legislación. En la respuesta que den a este asunto, se verá qué tantas posibilidades tiene de consolidarse el Frente Parlamentario Progresista que acaba de constituirse. Bajo ningún punto de vista tendría justificación que comenzaran con dobleces, al estilo Los Chuchos, o peor aún, con traiciones como la cometida por Rosario Robles.
Sería el fin del movimiento progresista que algunos de sus dirigentes comenzaran a mostrar una actitud “negociadora” para demostrar que son parte de una izquierda “moderna”. Debe quedar muy claro que los principios no se negocian, que una cosa es el respeto y otra muy distinta la pérdida de la dignidad. Por eso es tan importante para la derecha doblegar a Andrés Manuel López Obrador, pues una vez que demostrara algún interés por “negociar”, por mínimo que fuera, la jauría mediática se arrojaría contra él para liquidarlo.
En este sentido, es claro que pierde su tiempo Enrique Peña Nieto al mostrar su disposición a “dialogar” con López Obrador, “siempre y cuando reconociera su derrota en las urnas”. En el momento que actuara de ese modo, como quisieran quienes se dicen de izquierda y critican al político tabasqueño por su firmeza, estaría perdido no sólo él, sino el Movimiento Progresista en su conjunto al quedarse sin un liderazgo con una real autoridad moral. No es una cuestión de terquedad y falta de sentido común mostrar firmeza ideológica y de principios, sino de congruencia y lealtad a la sociedad mayoritaria, y sobre todo a quienes emitieron su voto por López Obrador.
De ahí la importancia de no perder de vista el imperativo de la unidad, y más aún la obligación de no dar margen a “negociaciones” espurias, a “diálogos” que sólo tienen una finalidad: corromper y dividir. Es plausible la actitud de Manuel Bartlett, quien no obstante su pasado, ahora está actuando con patriotismo encomiable, en contraposición con oportunistas como Graco Ramírez, con toda una vida de militancia “izquierdista”. No es poca cosa que Bartlett exhorte a la izquierda a actuar como firme oposición a la política neoliberal, y que no se acepte el fallo del Tribunal Electoral, “porque fue una de las elecciones más sucias, y nos mantendremos en esa posición”.
Tal posición irreductible debe mostrarse en torno a la iniciativa de reforma laboral, pues en el momento en que hubiera signos de aceptación a la misma, por mínimos que fueran, en ese instante la izquierda estaría perdida. Esta legislatura debe significarse, históricamente, por ser la que demuestre una unidad a toda prueba de la fracción de izquierda o progresista. Sólo así será posible avanzar en el mar de lodo en que está metido el sistema político, no sólo porque así lo quiere la oligarquía para tener un mejor control de la clase política corrupta, sino porque la izquierda misma perdió el rumbo por tanto oportunista en sus filas.
Quienes están equivocados son aquellos que dicen que López Obrador está actuando mal, al mostrar su firmeza. En el momento que comenzara a actuar con dobleces, no sólo lo harían trizas los medios, sino que se quedaría solo, sin autoridad moral, su principal capital político.
Guillermo Fabela - Opinión EMET
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