Realidad, la enemiga de Calderón

Realidad, la enemiga de  Calderón
La violencia asociada al crimen organizado y su combate es una de las grandes tragedias de México en el inicio del siglo XXI

Revista EMET


Los políticos mediocres siempre encuentran pretextos ante sus estrepitosos fracasos. Lo hemos visto en México donde Felipe Calderón muy rara vez asume su responsabilidad en sus derrotas, fallas y programas abortados e, invariablemente, busca a quién o a qué culpar. Pero en abono al todavía ocupante de Los Pinos, sus excusas suenas hasta infantiles si se comparan con las que apenas ha blandido Mariano Rajoy, presidente del gobierno español, quien ha dicho que no ha conseguido cumplir sus compromisos de campaña, porque se lo ha impedido la realidad.

La realidad es, en efecto, la enemiga de los mediocres.

La realidad desmiente los supuestos logros de Calderón.

La realidad silencia los aplausos que le brindaron ayer en Palacio Nacional.

La herencia de Calderón a Enrique Peña Nieto es la de muchos desafíos que, en 12 años, los panistas no han sabido atender en forma adecuada. Por el contrario, algunas de sus acciones agravaron los problemas en lugar de solucionarlos.

La sociedad, para empezar, vive hoy en la incertidumbre, el hastío y hasta el coraje ante una gestión que no es eficiente ni fomenta la transparencia de sus acciones.
El vacío que determina una gestión fallida en todo lo demás, se nota en la ausencia de una visión de Estado, que ha debilitado las instituciones, y afectado seriamente el avance económico y social de México.
Hace doce años dejamos de ser el país de oportunidades, refugio de perseguidos, promotor de la paz y de la solidaridad internacional.
La economía está estancada y la inversión nacional no crece porque el mercado interno es débil, ya que la mayoría de las familias no tiene recursos para atender más que sus necesidades básicas; el retiro del Estado como rector y promotor directo del crecimiento, conjugado con la impericia del equipo de gobierno truncó la tendencia y condujo a la caída y el estancamiento de la economía.
Hoy la parte más pobre de la población recibe apenas el 1.8 por ciento del ingreso, mientras que en el polo opuesto, la población más rica acapara el 33.9 por ciento del ingreso.
A falta de empleo no hay más opciones que la economía informal, la emigración laboral o la puerta falsa de la delincuencia abierta o simulada.
De una población económicamente activa formada por 47.8 millones de personas, sólo 15 millones tienen empleo formal y en los últimos años ha aumentado la proporción de empleos eventuales, los que trabajan menos de 15 horas a la semana y los que perciben ingresos menores a tres salarios mínimos.
El gobierno sigue sin poder impartir una educación de calidad y servicios dignos de salud, y han empezado a salir a la luz los escándalos por malos manejos.

El desarrollo científico y tecnológico, clave para movilizar el potencial de toda sociedad, está estancado.
En doce años de gobiernos del PAN, el poder adquisitivo de la población ha empeorado; y la calidad de vida de muchos mexicanos se ha deteriorado. Por ello, la OCDE cataloga a México como uno de los países que tiene la peor calidad de vida, reprobándolo en 9 de los 11 indicadores que dicho organismo utiliza para medir el índice de Mejor Vida: Gobierno, Medio Ambiente, Comunidad, Salud, Vivienda, Empleo, Ingreso, Educación y Seguridad.
La definición, los procedimientos y los fines de la política social de los gobiernos del PAN tienen claros sesgos corporativos, clientelares, asistencialistas y electoreros. Una política errática, que se conjuga con el estancamiento de la economía, la falta de empleo, la creciente inseguridad, la incertidumbre y la desesperanza social.
En los últimos años el gasto social ha crecido a una tasa real anual de 5.3 por ciento. Existen 127 programas públicos destinados a combatir la pobreza, sin embargo, el número de pobres aumentó en 12.2 millones, con lo cual actualmente, según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política Social (CONEVAL), casi 58 millones de mexicanos, más de la mitad de la población, se encuentran en situación de pobreza patrimonial.
Los derechos humanos no están garantizados en varias zonas del territorio nacional, incluso en ciudades insignia del desarrollo. Los derechos constitucionales a la alimentación y la vivienda no se ejercen plenamente.
México está hoy tan lejos de la auténtica libertad, la justicia y la igualdad, como lo estuvo en momentos críticos de su historia; por ello, los daños más graves son quizá el deterioro de la cohesión social y el debilitamiento de las instituciones.
Las políticas públicas no marchan satisfactoriamente. Los indicadores son negativos y no se pueden ocultar con campañas publicitarias.
La violencia asociada al crimen organizado y su combate es una de las grandes tragedias de México en el inicio del siglo XXI, no sólo por su alto costo en vidas humanas, sino también porque provoca un clima generalizado de inseguridad que oculta los problemas de fondo.
La inseguridad ha llegado al grado de afectar la cohesión social y la economía; su efecto ya se nota, entre otros, en el estancamiento de las inversiones privadas, la emigración de capital humano y la disminución de la Inversión Extranjera Directa y del turismo.
En diversas partes de México, el Estado no puede garantizar la integridad física de las personas. La violencia criminal ha costado cerca de 60 mil vidas humanas y un gasto público de decenas de miles de millones de pesos, sin que se logren resultados satisfactorios ni se vislumbre una resolución de fondo del problema.
No se pueden seguir distorsionando los hechos con un triunfalismo enteramente ajeno a la realidad en que vivimos. Es insano y a nadie conviene que se siga viendo al pasado con la obsesión compulsiva de encontrar culpas para justificar las insuficiencias del presente; lo más constructivo es ver qué ha sucedido en los últimos años, dónde está situado el país, qué problemas tenemos y qué debemos hacer para resolverlos.
De eso nada hubo en el mensaje, ayer, de Calderón. Sólo autoelogios, mentiras y, claro, pretextos y justificaciones.
Francisco Rodríguez - Opinión EMET

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