La nueva central obrera y la OPT

Guillermo Almeyra
Periódico La Jornada 
Opinión 
 
Este domingo se realizará la segunda jornada del congreso de fundación de una nueva central obrera, combativa y anticapitalista. Agradezco mucho la invitación al mismo pero, no pudiendo asistir a este histórico acto por razones de salud, envío por este medio mi caluroso saludo fraterno a los compañeros del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME) y a los demás organizadores y les deseo un gran éxito en la difícil y tan necesaria tarea que han resuelto emprender.
A escala mundial, la situación del movimiento sindical jamás ha sido tan mala. El número de afiliados a los sindicatos ha caído en picada como consecuencia de la desocupación, el trabajo en negro, la precariedad en el trabajo y la misma desafección de los trabajadores ante las políticas de sumisión a los intereses del capital de buena parte de los dirigentes obreros Los sindicatos, que en otras época representaban a cerca de un tercio de los trabajadores, agrupan hoy en muchos países industrializados sólo cerca de 10 por ciento de la población económicamente activa.
Además, existen en ellos diversas centrales obreras, todas integradas en el aparato estatal como elemento de contención social y muchas dirigidas por agentes directos de los gobiernos capitalistas. El sindicalismo de protección, que afilia a los trabajadores de una empresa a sindicatos patronales gangsteriles o la existencia de falsos sindicatos que no son más que correas de transmisión de sus gobiernos (como en China o en Cuba) completan el panorama. Además, como consecuencia de la crisis mundial y de las políticas gubernamentales en favor de las transnacionales y del capital financiero internacional, los gobiernos capitalistas incluso redujeron su utilización de las centrales sindicales para mediar ante los trabajadores y no les prestan la menor atención a los burócratas sindicales que, en años pasados, pretendían pesar en los aparatos gubernamentales, como está sucediendo en México, Brasil o Argentina.
Por esa razón hay que marcar con letras de oro la formación de una central obrera independiente de los capitalistas, del gobierno de éstos y de los organismos de mediación estatales, como los partidos capitalistas y las iglesias. La creación de esta central se inscribe en el mismo proceso de reorganización y autoorganización de los trabajadores que dio origen en el medio rural a las luchas por las autonomías, a la creación de policías comunitarias independientes del Estado y elegidas por asambleas y a las mismas autodefensas en Guerrero y Michoacán y, en el medio urbano, al fortalecimiento creciente de la Organización Política de los Trabajadores (OPT), promovida también por los dirigentes del Sindicato Mexicano de Electricistas.
Dada la actual relación de fuerzas y su composición inicial, la nueva central organizará sólo una parte minoritaria de los trabajadores pero su peso específico y su importancia política serán muy superiores a su cantidad de afiliados en su primer período pues podría ser el enlace entre las protestas rurales y los gérmenes de construcción de poder popular y la vasta pero difusa protesta urbana que no encuentra un cauce independiente y, además, sería un punto de reunión para las luchas que vendrán y una voz con autoridad para lanzar un programa unificador.
El cierre de Luz y Fuerza del Centro dejó en una situación peculiar a los heroicos electricistas del SME que no aceptaron la indemnización y siguen funcionando como sindicato y exigiendo el retorno al trabajo. Son un sindicato sin empresa donde trabajar y, por lo tanto, su empeño no se centra en la conquista de mejores salarios y mejores condiciones de trabajo sino que es una lucha política por el derecho al trabajo, por la legislación laboral y democrática, directamente dirigida contra el aparato estatal. Por eso éste los reprime y los medios de desinformación ejercen contra ellos un linchamiento político diario.
Los electricistas del SME no enfrentan a un patrón sino a un sistema de explotación y opresión. Eso es lo que no les deja otras opciones que la audacia, el valor, la iniciativa política. De ahí deriva su capacidad de atracción sobre todo aquel que tenga sangre en vez de Coca Cola en las venas.
La ofensiva del capital contra los trabajadores es mundial y no tiene precedentes. Una tras otra desaparecen las conquistas que costaron luchas y sangre durante casi un siglo, como las ocho horas, la estabilidad en el trabajo, la prohibición del trabajo infantil, las leyes asistenciales de todo tipo. La política del capital, en casi todos los países, consiste en la rebaja de los salarios reales, congelando los salarios nominales y reduciendo los salarios indirectos (asistencia social, subsidios al consumo popular, educación, sanidad).
La gran concentración de la riqueza y del poder en pocas manos conduce inevitablemente a reducir al máximo las conquistas sociales, los márgenes democráticos, las libertades. La ilegitimidad de los gobernantes impuestos por el fraude y la violencia desprestigian a los gobiernos, erosionan el consenso que disfrutaron hace décadas y les dejan como único instrumento la violencia ilegal.
Nadie ni nada está a salvo de ese autoritarismo creciente. Por eso tendrá enorme importancia una central obrera anticapitalista que agrupe a jubilados y pensionados, a desocupados en lucha, a trabajadores sin plaza fija o precarios y que establezca lazos con el sindicalismo rural o con las formas de autorganización de los explotados y oprimidos de todo el país. Hay que reforzar de inmediato esas luchas y a esta nueva central, así como a la OPT, pues contra ellas lloverán presiones, ofertas de corrupción, provocaciones. ¡Viva la lucha del SME y de los sindicatos combativos! ¡Viva la nueva central obrera!

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