Ucrania
León Bendesky
Periódico La Jornada
Opinión
Una expresión pulula en las redes de noticias y es:
Los acontecimientos se han dado con muchísima rapidez en las últimas
semanas, pero sobre todo en los días recientes, hasta la caída el pasado
sábado del gobierno de Yanukóvich. Los acuerdos a los que se llegaba
apenas se sostenían por algunas horas, mientras la violencia se
acrecentaba. El gobierno había accedido a llamar a elecciones en
diciembre y apenas poco después había ya caído y el Parlamento fijaba la
votación para fines de mayo. Ahí mismo, en donde sucede todo esto,
nadie sabe qué decisiones prevalecerán. Aún está pendiente una reacción
de Putin desde Moscú.Lo que se juega en Ucrania. En efecto, visto incluso de manera superficial se advierte que es mucho lo que hoy está en juego en ese país de la Europa oriental.
La Plaza Maidán estuvo literalmente en llamas y cuando se desató la represión empezaron a caer los muertos –más de 100, según se dice–. La Rada (Parlamento) destituyó al presidente, que salió de Kiev poniendo pies en polvorosa y acusando que había sido objeto de un golpe de Estado. Y como en las turbias historias de muchos autócratas, se encontraron en su casa, que quedó abierta a la gente, un campo de golf y un zoológico. Estas son pinceladas de la historia que no son intrascendentes.
El golpe, según Yanukóvich, que estaba apuntalado por Moscú, fue provocado por bandidos y hooligans. Era ésta una manera de deslegitimar a la oposición y a la revuelta, en aras de una legalidad que el mismo ex presidente había violado flagrantemente asumiendo poderes que no le competían. No se ha acabado aquí la historia de esta revuelta. Lo que se ganó en la calle es aún muy frágil y los contendientes no se quedarán pasivos, pues es cierto que se
juega mucho en Ucrania.
Putin había pagado con préstamos y descuentos en la provisión de gas por la permanencia ucraniana en la órbita rusa y alejarla así de un acuerdo con la Unión Europea. Hay mucho en juego, pues está reposicionando a su país como una potencia renovada en el nuevo escenario global del poder. Ucrania es una pieza muy valiosa en términos económicos y geopolíticos. Como se cuestionan los analistas políticos, se trata de la recomposición espacial rusa más allá del Estado nación. No la pasó muy bien Putin en Sochi, donde fue exhibido por su intolerancia homofóbica y la cerrazón del régimen. Aparecieron de nuevo las chicas de Pussy Riot recién salidas de la cárcel.
Para Ucrania también se trata de un asunto de integridad nacional. Las discrepancias políticas y hasta de identidad entre las partes occidental y oriental del país son hondas y duraderas. La primera está más alejada de Rusia que la segunda, incluso en cuanto al idioma. Entre Kiev y Lvov de un lado, y Járkov del otro, hay distancia ideológica y se agranda ahora con la caída del presidente. Esta es una pinza que ejercerá una presión real sobre un nuevo gobierno. La posibilidad de una partición territorial no es irrelevante.
Desde una cierta perspectiva es posible decir que la gente en Ucrania debe decidir sobre su futuro. En esta experiencia que está en pleno curso aparecen los ciudadanos en contra de quedar en la órbita rusa y a favor de acercarse a Europa. Así se ha planteado de modo convencional lo que está en juego. Pero es claro que no son todos los ciudadanos y Kiev fue el lugar protagónico; una parte apenas de los 45 millones de habitantes que no tienen una posición política ni intereses necesariamente afines. Los movimientos sociales son así, y un rasgo prominente de la historia es que las visiones comunes no son totales. En este caso falta todavía mucho por definir y aún no hay ganadores, aunque lo de Maidán fue, sin duda, muy relevante.
En su reciente y breve estancia en Toluca, Barack Obama desvió ostensiblemente la atención de las relaciones en América del Norte a las situaciones prevalecientes en Ucrania y Venezuela (y podría haber hecho una lista mucho más grande). Esa fue una parte significativa de su mensaje, más que un forzado esquema trilateral de escala regional en el que México está aún atorado. Desde su perspectiva hay en esos dos lugares una disputa real de poder y de recursos.
Es esa vieja hegemonía que se replantea de modo muy dinámico y que no ha podido reconformarse al modo de la segunda posguerra. Eso es imposible. Lo económico, lo político y lo militar pueden tener una misma esencia, pero las formas y los contenidos cambian. Lo que se juega en Ucrania es sólo una parte del tablero completo. La globalidad tal y como se ha conformado es una manifestación clara de la inconformidad social y de un modo de transición política, donde la violencia sigue radicalmente asentada.
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