“Ya no está Marta Sahagún para que siga robando”: trabajador de Oceanografía
Trabajadores de Oceanografía bloquean la entrada al puerto. Foto: Especial |
Mezclado entre la multitud de obreros que durante seis días bloquearon el puerto industrial Laguna Azul para exigir a la empresa de Amado Yáñez Osuna el pago de sus salarios atrasados, El Árabe alienta a sus compañeros a no claudicar en su lucha. Su acento hace que destaque.
“¡Tienen que pagar!, ¡Aquí no es esclavitud!”, exigía en su limitado español, que aún no domina pese a que radica desde hace 13 años en México, hasta donde lo arrastraron los vaivenes de la vida.
Nacido en 1975 en el puerto de Tartous, Siria, donde viven sus padres: Jamil, un empleado gubernamental, y Jadiye, ama de casa, además de seis hermanos, en diferentes momentos de la protesta, entre encuentro y encuentro, Muhamed Hassan Jamil accede a compartir parte de su historia.
Marino mercante, a los 26 años Muhamed zarpó de Tartous en el barco carguero Alpatani –propiedad de la compañía Egipto– rumbo a México, para entregar una carga de metales. En el navío viajaban una veintena de tripulantes, al menos cinco de ellos también llamados Muhamed, que lo mismo hacían labores de carga que de limpieza o pilotaje.
La travesía, que se prolongó mes y medio, se complicó cuando la propietaria de la naviera dejó de suministrar recursos y salarios a la tripulación, que se quedó desprovista de agua y víveres en altamar.
La situación los orilló a desviar su ruta, primero a puertos de España, en busca de ayuda para reabastecerse de provisiones. “De todos nos corrieron y nos negaron el apoyo. El gobierno dijo que no teníamos permisos para estar ahí y debíamos irnos”, narra.
Tratando de subsistir, el grupo se aventuró a llegar hasta Cuba. “Ahí el gobierno de Fidel (Castro) sí nos auxilió”. Les dio agua, víveres y provisiones suficientes para que pudieran llegar a su destino: México.
Así, un día de agosto de 2001 el Alpatani finalmente atracó en el puerto de Veracruz, donde el calvario de la tripulación se prolongó varios meses más por el incumplimiento de la naviera en sus pagos.
Más de cuatro meses estuvo varada la nave en el muelle veracruzano, con su tripulación confinada adentro. El grupo de marineros de la caridad todo ese tiempo.
“La iglesia era la que nos llevaba alimentos”, recuerda Muhamed, hasta que por orden de un juez fue asegurada por el gobierno mexicano y luego rematada en 200 mil dólares.
“Mis amigos entonces se fueron. Regresaron a Siria por avión, con dinero que les enviaron sus familiares y la paga que por fin depositó la empresa. Sólo el capitán y yo nos quedamos. Él más tarde volvió, pero yo me quedé aquí, saqué mi permiso para quedarme, sin nada y sin hablar nada de español”, dice.
Muhamed se casó con una veracruzana y se ganó la vida como pintor de brocha gorda hasta 2007, año en que “por unas amistades” se enroló en Oceanografía, compañía en la que empezó a trabajar en el barco Caballo Azteca con la categoría de ayudante, la más baja, con un salario de 8 mil pesos por catorcena.
Desde ahí se realizaban tareas de mantenimiento a las plataformas marinas de Petróleos Mexicanos en la Sonda de Campeche. Aún corría el docenato panista, periodo en el que fue encumbrada Oceanografía con multimillonarios contratos petroleros, pero el personal de la empresa era víctima de la explotación laboral.
“Nunca nos pagaban a tiempo porque no había dinero en la compañía”, dice.
“Se nos juntaban varias catorcenas sin que nos pagaran y seguimos ahí aguantando porque no hay otra chamba… en otras compañías piden más papeles para contratar al personal”.
Su ahínco y aptitudes le permitieron a Muhamed escalar a la categoría de maniobrista, que consistía en hacer trabajos de carga y amarres. Con esta labor pasó por los barcos Amado Daniel y el OSA Goliath, la estrella de Oceanografía, el barco más grande del mundo en su género, que hoy está “desaparecido”, pero en realidad Amado Yáñez lo tenía rentado a otra compañía noruega, lo que lo puso a salvo tras el aseguramiento de la empresa por parte de la Procuraduría General de la República, debido a un presunto fraude a Banamex por 400 millones de dólares.
“Ahhhhh, el OSA…”, añora El Árabe, como afectuosamente le dicen sus compañeros al popular Muhamed.
“Ese barco es muy bonito. El más bonito. Es como estar en un hotel de lujo en altamar…”
Al momento de estallar el conflicto de Oceanografía, Muhamed había ascendido a la categoría de soldador y se desempeñaba en los barcos 801 ELIP&GS y Poseidón, de mantenimiento, donde ya tenía un salario de 18 mil pesos catorcenales.
Pero durante ocho años de laborar en Oceanografía, apenas acumuló en su fondo de ahorro para el retiro 5 mil pesos, y mil 727 pesos más para el fondo de vivienda.
“¿Qué voy a hacer en mi vejez? Ni una casa puedo comprar. La vida aquí es muy dura. En Siria también…”, reflexiona.
Pero no se desanima. Confía en que la situación laboral para los trabajadores de la industria petrolera mejorará. El Árabe pelea sus derechos y anima a sus compañeros a no ceder.
Muhamed fue uno de los trabajadores que el 13 de marzo, al instalarse el módulo de atención para resolver los casos de aquellos trabajadores de Oceanografía que aún tienen pendiente el pago de salarios atrasados, interceptó al coordinador jurídico del Servicio de Administración y Enajenación de Bienes (SAE), Pablo González, para exponerle su caso y expresarle sus inquietudes.
“Ya no está Marta Sahagún (esposa del expresidente Vicente Fox) para que siga robando…”, le expresó al funcionario, quien fingió no escuchar el comentario.
También acompañó a la comisión de trabajadores que infructuosamente intentó entregar al representante del SAE un oficio dirigido al presidente Enrique Peña Nieto, en el que pedían se investigara y auditara a todas las empresas contratistas de Petróleos Mexicanos (Pemex), pues al igual que Oceanografía, señalaban, mantienen en condiciones de explotación a su personal.
En el documento los trabajadores también pedían que se investigara a los funcionarios del IMSS, Infonavit y de la Junta Local de Conciliación y Arbitraje que han protegido a esas empresas, en lugar de velar por los derechos de los trabajadores.
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