Desde los bombardeos imperialistas de la OTAN Libia vive sumida en el caos

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La Libia de los más altos índices sociales de África ya no existe. Luego de los bombardeos norteamericanos y de la OTAN fue enquistado en esa nación árabe el más completo de los escenarios desestabilizadores donde, junto a transnacionales petroleras ávidas por el crudo liviano allí existente, se han propagado como hierba mala los grupos rivales armados, algunos de ellos de carácter terrorista.
En Trípoli, la capital, la gran mayoría de las embajadas de países occidentales han cerrado sus puertas y el aeropuerto internacional desde julio pasado ha estado generalmente sin brindar servicios.
El canciller de Níger, Massoudou Hassou­mi, un país fronterizo con Libia, aseguró que Occidente no ha hecho nada como “servicio postventa” luego de la guerra. Pudiera interpretarse como algo así de que derrumbaron lo que había y no han ayudado a construir algo nuevo. Libia se ha convertido en una “incubadora de terroristas”, aseguró el Mi­nistro de Relaciones Exteriores de la nación vecina.
Es obvio, por cuanto Estados Unidos hostigó a Libia no para garantizar su tranquilidad y mucho menos un mejor desarrollo. Esa nación árabe contaba al momento de la guerra, con uno de los niveles de vida y estándares más altos de África, y una de las inversiones sociales más completas; las diferencias tribales existían pero nunca al nivel actual.
Todo eso vino abajo y más bien la “post­venta” dejada por aquellas acciones presentan ahora a un país totalmente dividido, sin un gobierno central, en una permanente pugna entre los de una zona y la otra y —muy importante— en su mayoría contrarios a una ocupación por militares foráneos.
El territorio de esa nación árabe se encuentra actualmente fragmentado.
A grandes rasgos, refleja BBC Mundo, el país que posee las mayores reservas de petróleo en África está ahora en manos de varias milicias. En su capital y en Misrata, tercera ciudad libia, predominan los islamistas mo­derados de Fajr Libia. Bengasi, la segunda ciudad más poblada, está en un 80% bajo el control de Ansar Sharia (Partidarios de la Ley Islámica).
El resto de Bengasi y Tobruk lo controlan los hombres del general jubilado Khalifa Haftar, que mantiene estrechas relaciones con la milicia de Zintan.
En la vasta región meridional del Fezán, confluyen grupos, incluida la rama magrebí de Al Qaeda, señala el propio despacho de prensa.
A esta situación caótica se añade ahora el llamado del exiguo Parlamento libio a una intervención internacional para tratar de estabilizar al país; aspecto que exacerba aún más las contradictorias posiciones entre los grupos rivales existentes.
Esta es la Libia que existe en la actualidad y sus males no se diferencian en nada a los de otras naciones sometidas a intervenciones militares y ataques por parte de Estados Unidos y la OTAN.
También hoy existe un Irak, mucho más violento y caótico al que encontró Wa­shington cuando lo invadió y masacró hace algo más de una década; y un Afganistán quizás con la única diferencia de que es más pobre aún, además de inestable e ingobernable.
Elson Concepción Pérez 

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