El papa Francisco y su reclamo al voraz neoliberalismo

CONTRALÍNEA 

El mensaje enviado al mundo por el papa Francisco durante el Encuentro Mundial de Movimientos Populares, realizado en la Ciudad del Vaticano, marcará inexorablemente un punto de reflexión en todo el orbe sobre el modelo económico neoliberal que tiene como “centro al dios del dinero y no al hombre”; pero también representará un punto de partida para que los movimientos sociales de todo el mundo “caminen juntos” en la urgente necesidad de “revitalizar nuestras democracias”, como lo expuso y planteó el sumo pontífice.
Las palabras expresadas por el pastor universal de la Iglesia Católica dejaron atrás la postura apolítica y neutral mostrada por sus antecesores en torno a los álgidos temas como la pobreza, la explotación y el hambre que aquejan a millones de seres humanos en el planeta. Sus palabras, sin dudarlo, marcarán un hito en el viejo arquetipo de la Iglesia tradicionalista y conservadora que abandonó a los que menos tienen, para exigir ahora a los gobernantes del mundo atender tres asuntos impostergables: tierra para los campesinos, casas para las familias y derechos para los trabajadores que les permitan tener una vida digna y acceso a la seguridad social.
Más de 150 dirigentes de organizaciones que representan a los sectores más empobrecidos, golpeados y perseguidos por sus gobiernos, en 80 países, acudieron por ello al llamado de la Santa Sede para exponer al vicario de Cristo la lacerante realidad que enfrentan millones de personas por la crisis mundial económica, financiera, alimentaria y climática, producto de un modelo capitalista voraz, impuesto por los organismos globales y aceptado dócilmente por gobiernos corruptos e inmorales.
Como parte de la delegación de nuestro país, acudió al trascendente foro el Sindicato Mexicano de Electricistas (SME), donde se entregó una carta al papa Francisco, Jorge Mario Bergoglio, detallando en su contenido la intensa lucha social que se ha seguido a lo largo de 5 años en la búsqueda por recobrar nuestras fuentes de empleo, para sacar de la precariedad en que colocó a nuestras familias el vergonzoso decreto de extinción de Luz y Fuerza del Centro, emitido por el expresidente Felipe Calderón Hinojosa, el 11 de octubre de 2009.
El documento, en donde se detalla además la criminalización de los movimientos sociales en México que ha conllevado a brutales represiones como la desaparición de 43 estudiantes de la Escuela Normal Rural Isidro Burgos, de Ayotzinapa, Guerrero, fue distribuido entre los más de 100 delegados en tres idiomas –inglés, español e italiano–, reclamando en el mismo nuestro legítimo derecho a una vida digna, a ejercer nuestras libertades democráticas y hacer valer nuestros derechos por todos los medios legales, denunciando además la desigualdad social, la descomposición del poder político y las prácticas dilatorias del gobierno federal para atender con eficacia las justas demandas populares.
En la carta que quedó en manos del jefe de la Iglesia Católica se estableció con precisión la urgencia de que en México se restablezca el estado de derecho y las autoridades cumplan con los convenios internacionales en materia de derechos humanos, peticionando además la solidaridad de su santidad para que interceda por la justa causa del SME que permita su regreso al trabajo a 15 mil 500 electricistas, y ore por la presentación con vida de los normalistas desaparecidos.
No puede pasarse por alto el hecho de que por primera vez en la historia y en el corazón del Vaticano un papa abrió las puertas de la Santa Sede, en Roma, para dar voz y su apoyo moral a los representantes en todo el mundo de los trabajadores precarizados, de los desempleados, los campesinos, los sin tierra, los pueblos originarios, los migrantes, los desplazados y los millones de marginados que vergonzosamente son calificados por los eufemismos de muchos políticos como aquellos “en condición de calle”.
Como parte de la delegación mexicana asistieron, además del SME, el obispo Raúl Vera, el Centro de Derechos Humanos Fray Bartolomé de las Casas, el Movimiento Indígena Campesino de Chiapas y el Consejo Coordinador Obrero Popular, que unieron su voz y reclamo al de organismos como el Movimiento de los Trabajadores Rurales sin Tierra de Brasil, el Comité de Unidad Campesina de Guatemala, así como la Federación Argentina de Cartoneros y Recicladores, entre otros, sin dejar de mencionar la presencia del presidente de Bolivia, Evo Morales, quien acudió al foro en su calidad de líder indígena.
A todos ellos, el papa Francisco les expresó: “Este encuentro nuestro responde a un anhelo muy concreto, algo que cualquier padre, cualquier madre quiere para sus hijos; un anhelo que debería estar al alcance de todos, pero hoy vemos con tristeza cada vez más lejos de la mayoría: tierra, techo y trabajo.
 “Este Encuentro de Movimientos Populares –abundó el pontífice– es un signo, es un gran signo: vinieron a poner en presencia de Dios, de la Iglesia, de los pueblos, una realidad muchas veces silenciada. ¡Los pobres no sólo padecen la injusticia sino que también luchan contra ella! No se contentan con promesas ilusorias, excusas o coartadas. Tampoco están esperando de brazos cruzados la ayuda de organizaciones no gubernamentales, planes asistenciales o soluciones que nunca llegan o, si llegan, llegan de tal manera que van en una dirección o de anestesiar o de domesticar”.
Señaló también el papa: “No se puede abordar el escándalo de la pobreza promoviendo estrategias de contención que únicamente tranquilicen y conviertan a los pobres en seres domesticados e inofensivos. Qué triste ver cuando detrás de supuestas obras altruistas se reduce al otro a la pasividad, se lo niega o, peor, se esconden negocios y ambiciones personales: Jesús les diría hipócritas”. Y lanzó un mensaje que habrá de hacer reflexionar a quienes desde los centros del poder financiero se dicen fieles católicos: “No se entiende que el amor a los pobres está al centro del Evangelio. Tierra, techo y trabajo, eso por lo que ustedes luchan son derechos sagrados. Reclamar esto no es nada raro, es la doctrina social de la Iglesia”.
El vicario de Cristo también denunció: “Hoy, al fenómeno de la explotación y de la opresión, se suma una nueva dimensión, un matiz gráfico y duro de la injusticia social; los que no se pueden integrar, los excluidos son desechos, ’sobrantes’. Ésta es la cultura del descarte y sobre esto quisiera ampliar algo que no tengo escrito pero se me ocurre recordarlo ahora. Esto sucede cuando al centro de un sistema económico está el dios dinero y no el hombre, la persona humana” (sic).
Así y tras felicitar a los representantes de campesinos por “cultivar y custodiar la tierra”, haciéndolo en comunidad, aceptó que en el mundo uno de los graves problemas de este sector es el acaparamiento de tierras, la deforestación y la apropiación del agua. Y al referirse a la necesidad de que las familias cuenten con un “techo”, pues “familia y vivienda van de la mano”, cuestionó el que hoy en día existan ciudades que ofrecen innumerables placeres y bienestar para una “minoría feliz” cuando hay miles de personas en “situación de calle”, como las califican los eufemismos empleados por los políticos.
Cuando se refirió al trabajo, dijo que no existe peor pobreza material que la que no permite ganarse el pan y priva de la dignidad del trabajo. Refirió entonces: “El desempleo juvenil, la informalidad y la falta de derechos laborales no son inevitables, son resultado de una previa opción social, de un sistema económico que pone los beneficios por encima del hombre”. Cuestionó así al actual modelo de la economía global. “Un sistema económico centrado en el dios dinero necesita también saquear la naturaleza, para sostener el ritmo frenético de consumo que le es inherente. El cambio climático, la pérdida de la biodiversidad, la desforestación ya están mostrando sus efectos devastadores en los grandes cataclismos que vemos”.
Y sintetizó parte de los reclamos generalizados en todo el mundo. “Algunos de ustedes expresaron: ?Este sistema ya no se aguanta’. Tenemos que cambiarlo, tenemos que volver a llevar la dignidad humana al centro y que sobre ese pilar se construyan las estructuras sociales alternativas que necesitamos. Hay que hacerlo con coraje, pero también con inteligencia”, expresó convencido.
Llamado al que habremos de sumarnos las organizaciones sociales que, como el SME, estamos plenamente convencidas de la necesidad de articular un proceso de los movimientos populares en todo el mundo a favor de las mayorías excluidas del actual modelo neoliberal.
Martín Esparza Flores*
*Secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas 

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