Represión a Aristegui mina aún más credibilidad de los corporativos mediáticos
CONTRALÍNEA
Los llamados “grandes medios” de
comunicación, como la televisión, la radio y muchas de las publicaciones
impresas, están controlados por poderosos intereses políticos y
económicos. Mantener una buena relación con el gobierno en turno y con
grandes empresarios es premisa de su existencia. Más aún, desde sus
orígenes algunos de esos medios están ligados no sólo al sector
empresarial, sino al conservadurismo católico.
Caso
emblemático de la represión que ejercen los medios para subordinar a
los periodistas a las líneas oficialistas son los dos despidos de la
conductora Carmen Aristegui, en 2011 y hace apenas unos días, por parte
de la cadena MVS.
Sin embargo, hoy en día la opinión
pública encuentra en los medios alternativos, y especialmente en los
espacios de internet, una posibilidad para expresar sus críticas y
formarse sus propias ideas al margen de las líneas dictadas por los
medios convencionales.
Los mencionados medios ofrecieron un
apoyo total e incondicional al gobierno de Felipe Calderón, debido a sus
tendencias plutocráticas y católicas. En aquel tiempo, la jauría
mediática se dedicaba a secundar la llamada “guerra contra el narco” de
Calderón y se abstenía de plantear cualquier crítica a él o a su
gobierno.
En ese contexto, verdaderamente difícil
para el quehacer periodístico valiente y crítico, en febrero de 2011
Aristegui fue despedida de MVS por atreverse a mencionar, muy
mesuradamente, el alcoholismo de Calderón, que era ya tema de muchas
páginas y comentarios en la web, lo mismo que vox populi en las calles. En general, los medios convencionales evadían el problema con su actitud de querer tapar el sol con un dedo.
Para justificar el despido, la cadena MVS
alegó que la falta de Aristegui había sido “transgredir el código de
ética de la empresa, al dar rumores como noticias”. Trascendió, sin
embargo, que las verdaderas razones tuvieron que ver con “presiones
desde la Presidencia de la República, que expresó su descontento ante
la pregunta que lanzó la conductora el viernes 4 de febrero [de 2011] a
las 9 de la mañana: ¿Tiene o no Felipe Calderón un problema de
alcoholismo?” . Ciertamente, Aristegui había transgredido un código,
pero era la regla no escrita que hace de los medios de comunicación
simples instrumentos al servicio del poder. Finalmente, luego de
protestas populares, la conductora fue reinstalada, para ser despedida 4
años después, es decir, hace apenas unos días.
Esta vez Aristegui fue despedida luego de
un conflicto con MVS motivado porque ella había involucrado su espacio
informativo al proyecto Méxicoleaks, por lo cual la empresa se deslindó
de esa iniciativa a la que calificó como “un muy lamentable abuso de
confianza”, y despidió a dos de los colaboradores de Aristegui.
La empresa ha presentado el conflicto
como una situación creada por el supuesto individualismo de Aristegui y
por el hecho de que ella puso como condición la reinstalación de los
mencionados periodistas de su equipo. Los argumentos de MVS lucen como
meros pretextos, y son alegatos típicos del autoritarismo empresarial
que busca no sólo trabajadores productivos y capaces, sino serviles e
incondicionalmente obedientes a los dictados de la empresa; a los que no
adoptan esas actitudes los califican como “problemáticos”,
“conflictivos” o “individualistas incapaces de trabajar en equipo”.
Por eso, en un comunicado, alega que “en
MVS Radio trabajamos en equipo. La cultura de nuestra organización gira
en torno a ese concepto, por lo que las actitudes individualistas no
tienen cabida en nuestro proyecto. No podemos permitir que alguno de
nuestros colaboradores pretenda privilegios en menoscabo de sus
compañeros y mucho menos que pretenda imponer a la administración
condiciones y ultimatos”.
Por su parte, la conductora presenta, con
razón, su despido como un atentado a la libertad de expresión, y muchas
personas lo ven como una represalia por las críticas que Aristegui ha
vertido contra algunos aspectos de la gestión de Enrique Peña Nieto y
contra el político priísta Cuauhtémoc Gutiérrez. Sin duda, el nuevo
despido de Aristegui es un nuevo atentado a la libertad de expresión.
Pero más allá de esa situación particular, en que se excluye de un medio
a un comunicador que sostiene puntos de vista críticos, es claro que el
quehacer de las cadenas poderosas de radio y de televisión descansa en
la manipulación de su auditorio, en un manejo tendencioso y oficialista
de la información, en imponerle a la gente qué debe creer y qué debe
rechazar, en qué temas debe interesarse y hasta cuáles deben ser sus
modas y sus hábitos de consumo.
Si en la época de Calderón los medios
eran totalmente sumisos a su gobierno, ahora, en menor medida, respetan
al de Peña Nieto y, en todo caso, en general no suelen dar cabida a
voces que critiquen abiertamente al poder político o religioso. Son
medios donde la gente, el hombre de la calle, no tiene posibilidad
alguna de respuesta ni de participación, sino que debe limitarse a ver y
escuchar a los supuestos informadores y comentaristas que a su vez
deben ser sumisos al poder y a los dueños de la empresa para la que
trabajan y, en muchos casos, hasta respetuosos del conservadurismo
religioso.
Internet ha venido a liberar al pueblo de ese control informativo de naturaleza plutocrática y conservadora.
Como en una segunda etapa de la
Revolución Francesa, que en el siglo XVIII quiso liberar a la gente de
la mentalidad monárquica y clerical, ahora la web ayuda a desacralizar a
los medios, que antes eran monopolio de algunos empresarios y de los
gobiernos.
Hoy en día, cualquier persona puede
expresar sus puntos de vista en espacios de la web o comentar las
noticias y editoriales difundidos por los medios convencionales.
Se acabó la época en que los empresarios
dueños de los medios de comunicación dictaban sus opiniones a todos, sin
posibilidad alguna de réplica, y el tiempo en que sólo los millonarios,
dueños de la radio, la televisión y cadenas de periódicos, podían, a su
gusto, divulgar noticias, o ignorarlas, para mal del resto de la gente.
Prueba de ello es que los dos despidos de Aristegui han motivado
protestas populares que, evidentemente, surgen de manera espontánea,
contra los intereses y los deseos de los dueños de los medios.
Independientemente del desenlace que
tenga este nuevo despido de Aristegui, en general la credibilidad de la
radio y la televisión es cada vez menor y la gente puede apreciar la
diferencia entre la manipulación que, salvo excepciones, ejercen esos
medios y la posibilidad de informarse y expresarse libremente, tal como
ocurre en internet.
Así, mucha gente se da cuenta de que
puede tratar de pensar libremente y compartir sus ideas sin esperar a
que algún periódico o algún personaje influyente o famoso de la radio o
de la televisión le explique la supuesta verdad de los hechos.
Edgar González Ruiz*
*Maestro en filosofía; especialista en estudios acerca de la derecha política en México
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