Los lastres en las luchas indígenas
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Cuando
observamos los empinados caminos de los pueblos indígenas en países con
poblaciones mayoritariamente indígenas, como Bolivia y Guatemala,
constatamos que los siglos de historias de sufrimientos son muy
similares. Incluso bajo el colonialismo interno de Estados republicanos
bicentenarios.
Pero
la actitud y las inconclusas historias emancipadoras emprendidas por
dichos pueblos son diferentes en estos dos países. Los pueblos andino
amazónicos de Bolivia avanzan en el ejercicio y defensa de sus derechos
sociopolíticos y económicos, mientras que en Guatemala, en buena medida,
los pueblos indígenas aún no logran dar el salto de los derechos
culturales (culturalismo) hacia el ejercicio de los derechos políticos
(para disputar y ejercer poder).
La explicación de intelectuales
indígenas y no indígenas sobre este atasco culturalista es que hay miedo
en los pueblos indígenas, fruto de la guerra interna, para transitar
hacia los derechos políticos. Aunque en los hechos, en las comunidades
indígenas en resistencia se constata todo, menos miedo.
¿Por qué los pueblos indígenas de
Bolivia dieron saltos significativos en sus agendas emancipadoras, y en
Guatemala aún no ocurre así?
Rol de la memoria histórica de las luchas
En Bolivia, el siglo XVIII estuvo
signado por la rebelión encabezada por la pareja legendaria de Túpac
Katari-Bartolina Sisa; el siglo XIX, por Zárate Villka, y continuas
sublevaciones indígenas; el siglo XX, con el movimiento
indianista/katarista (que sistematizó y socializó la agenda política
indígena); el siglo XXI con el movimiento indígena-campesino que
construye el Estado Plurinacional.
En Guatemala, no están registradas, o
debidamente registradas, las revueltas o sublevaciones indígenas en la
historia. Las luchas del pueblo quiché, mam, q’echí… son prácticamente
desconocidas.
Aunque sí existe en Guatemala literatura
sobre la dimensión cultural de los sucesos históricos (sobre todo
antropología rescatista o culturalista), estos esfuerzos de
investigaciones culturalistas fueron –o son financiados–, en buena
medida por la cooperación internacional (la Usaid) o universidades
privadas como la del Valle (con una intencionalidad política definida).
Rol del “academicismo” indígena.
Los Acuerdos de Paz generaron
organizaciones no gubernamentales con proyectos centrados en el
culturalismo o el afianzamiento del mercado, pero nunca en el ejercicio
de los derechos políticos.
A inicios del presente siglo, la
población indígena en Bolivia estaba absolutamente excluida de la
academia. Por eso, en un foro continental, en la ciudad de Antigua,
Guatemala, una quechua boliviana, hace algunos años atrás, desafiaba a
indígenas guatemaltecos en los siguientes términos: Nosotras, sin
títulos universitarios, hicimos los cambios en Bolivia. Aquí, en
Guatemala, ustedes tienen bastantes profesionales indígenas…”. Y,
efectivamente, en Guatemala hay un mayor número de indígenas
profesionales que en Bolivia
Pero, por las condiciones coloniales, el
o la indígena, cuanto más títulos o grados académicos poseen, más
doctrineros de la colonización se tornan. En Guatemala existen muchos
profesionales indígenas, pero, en su mayoría, desterritorializados y
“despolitizados”, compitiendo entre sí por ventanillas en el Estado
etnofágico y/o en la cooperación u organizaciones no gubernamentales
“apolíticos”.
A ellos/as, casi nunca se les ve ni en
las calles ni en las comunidades ejerciendo el derecho a la resistencia
creativa, junto a los suyos.
Por eso, mientras los profesionales
indígenas ejecutan proyectos sobre derechos culturales, los pueblos y
comunidades indígenas debaten y plantean restitución de sus territorios,
la autodeterminación, el Estado Plurinacional, el proceso de Asamblea
Constituyente Popular y Plurinacional.
En buena medida, el culturalismo y la
victimización son más rentables económicamente para muchos indígenas
graduados y posgraduados que impulsar procesos de cambios estructurales y
profundos en el país.
Rol de la cooperación internacional culturalista y apolítica
Los Acuerdos de Paz generaron la
proliferación de organizaciones no gubernamentales, becas de estudio
para indígenas, pero todo orientado al culturalismo o el afianzamiento
del libre mercado. Como consecuencia, tenemos ingentes cantidades de
organizaciones, indígenas o no, aún ejecutando proyectos centrados
exclusivamente en “derechos culturales”. Nunca al ejercicio de derechos
políticos (porque las organizaciones y sus profesionales tienen que ser
apolíticos)
Las agencias de cooperación, las
organizaciones no gubernamentales, las universidades privadas y el
Estado cooptaron, casi en su totalidad, a los profesionales indígenas. Y
lo más difícil: grandes sectores del mundo indígena aún cree que los
profesionales son portadores de verdad y benignidad para los pueblos.
Así, el colonialismo interno estatal ya no requiere de doctrineros
mestizos para controlar a los pueblos indígenas.
Bolivia tuvo la dicha de no contar con
Acuerdos de Paz, ni con la cooperación en las dimensiones que lo tuvo
Guatemala. En Bolivia, el sistema neoliberal se impuso, sin el aceite de
los Acuerdos de Paz, y los pueblos indígenas se sublevaron sin mayores
distracciones culturalistas.
Rol del pentecostalismo indigenista
Sin una espiritualidad y mística transformadora, cualquier intento de cambios profundos será siempre más difícil.
Guatemala aventaja a Bolivia, no sólo en
la megadiversidad de trajes e idiomas indígenas, sino también en la
cantidad de “guías espirituales”. Pero, estos guías, en su gran mayoría,
también son “apolíticos”. Únicamente se ocupan de la dimensión
espiritual de la realidad. Espiritualismo, en otros términos.
En Bolivia, los yatires
(sacerdotes andinos, en aymara) para ejercer su labor no requieren la
credencial oficial emitida por el Estado. En Guatemala, sí. Por eso, en
Bolivia, en las protestas y movilizaciones indígenas casi nunca faltan
ceremonias y ofrendas a la Madre Tierra (también como signo de
celebración). En Guatemala, el espiritualismo o pentecostalismo
apolítico permea a indígenas y cristianos casi por igual. Aquí o allá,
sin una espiritualidad y mística transformadora, cualquier intento de
cambios profundos será siempre más difícil.
Ollantay Itzamná/Prensa Latina
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