Los 43 son de Ayotzinapa… y son de la FECSM
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El
asesinato de tres estudiantes y la desaparición de 43 más entre la
noche del 26 y la madrugada del 27 de septiembre de 2014, en Iguala,
Guerrero, no fue un hecho aislado. No fue un simple accidente en el que
los estudiantes se vieron envueltos. Fue resultado de una campaña de
hostigamiento contra la escuela desatada años atrás y que por esas
fechas se recrudecía.
Claro que los narcotraficantes hicieron
lo suyo. Y sin ponerse a realizar cálculos políticos, se cebaron sobre
un grupo de estudiantes que irrumpió en “su” territorio. Los sicarios lo
hicieron porque pudieron, porque ya habían cometido otros hechos
atroces anteriormente con toda impunidad y porque gobernaban el
municipio (el que por cierto es asiento también de instituciones
federales y estatales).
Debemos señalar que los 43 no son las
únicas víctimas de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos, de
Ayotzinapa, Guerrero. Apenas unos años antes, el 12 de diciembre de
2011, habían sido asesinados dos estudiantes durante una manifestación
en la Autopista del Sol. Se trataba de los estudiantes Jorge Alexis
Herrera Pino y Gabriel Echeverría de Jesús. Policías estatales les
dispararon a mansalva para desalojar el bloqueo carretero. Y también hay
muertos posteriores a lo de Iguala. El 4 de octubre de 2016 fueron
asesinados, en un aparente asalto, los alumnos Filemón Tacuba Castro y
Jonathan Morales Hernández cuando se dirigían a la escuela.
No se debe perder de vista que los
alumnos de Ayotzinapa sufrieron por años un acoso gubernamental,
mediático y empresarial. De manera deliberada o involuntaria, se preparó
el terreno para justificar todo tipo de agresiones contra las
normalistas. Los “ayotzinapos” les llamaron despectivamente tanto medios
de comunicación, autoridades de los tres niveles de gobierno y la
derecha empresarial que exigía el cierre de esa “escuela de vándalos”.
Ayotzinapa se movilizaba en ese entonces
para defender el comedor, el sistema de internado, los módulos de
producción y su organización; también para que no se recortara la
matrícula de nuevo ingreso y para que se mejorara la infraestructura del
plantel. Como se recordará, con esas demandas pensaban participar en la
marcha del aniversario del 2 de octubre. Habían ido a tomar los
autobuses a Iguala para trasladarse con ellos a la Ciudad de México.
Es importante reivindicar a los
estudiantes como activistas de la organización estudiantil más antigua
del país, la Federación de Estudiantes Campesinos Socialistas de México
(FECSM), la que aglutina a los estudiantes de las 16 escuelas normales
rurales esparcidas en la República.
Se trata de una organización con 85 años
de historia que con una estructura semiclandestina ha logrado mantener
abiertas las escuelas. Y que ha sufrido un acoso de los órganos de
inteligencia civiles y militares. Un expediente –publicado ya en Contralínea–
da cuenta del seguimiento contra los alumnos y de las estrategias que
puso en marcha el gobierno mexicano para cerrarlas. Se trata de un
expediente de más de 10 mil fojas integrado primordialmente con
información de la extinta y tristemente célebre Dirección Federal de
Seguridad.
El “miedo” a los normalistas es un
asunto de clase. No les perdonan que quienes ahí se preparan sean hijos
de campesinos (y ahora también obreros); que muchos de ellos sean
indígenas, y que además de cursar el plan de estudios oficial, también
estudien el marxismo. “¡Cómo! ¿Indios y campesinos comunistas?”,
parecieran gritar quienes desde los medios o los despachos
gubernamentales decretan los cierres de estas escuelas.
Hoy todas las normales rurales están
amenazadas. No solamente la de Ayotzinapa. La nueva estrategia podría
ser muy eficaz. No se vislumbran agresiones directas contras las
escuelas ni represiones o tomas de planteles por las fuerzas militares,
como en el pasado.
Ahora lo que viene para ellas es una
“transformación” que las lleve a dejar de ser normales rurales, aunque
conserven el nombre. Pero tal “transformación” buscaría cancelar el
modelo que les da identidad y las distingue de las otras opciones de
educación superior.
El embate ya inició con una puesta en
escena: la reapertura de la Escuela Normal Rural Luis Villarreal de El
Mexe, Hidalgo. Se “reinauguró” en una parte de las mismas instalaciones
en que estuvo asentada y bajo ese mismo nombre… Pero no cuenta con
internado, módulos de producción, comedor, talleres, clubes deportivos
ni culturales. ¿Podemos decir que se trata realmente de una normal
rural? ¿Ese es el destino que se traza desde las altas esferas para el
resto de las escuelas?
La FECSM tiene enfrente un reto
distinto. No olvidar que los 43 también son activistas que luchaban por
preservar un modelo educativo integral para los más pobres de este país.
Y que son parte de una organización cuyo lema reza: “Por la liberación
de la juventud y la clase explotada”.
Zósimo CamachoFuente
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