Costos del almacenamiento de energía van a la baja
Ciudad de México (Antonio Ríos Portilla* / Especialista /
Energía Hoy).- En el ámbito internacional, las expectativas en el
contexto energético son que las fuentes renovables sobrepasarán a las
fósiles en los próximos años.
Como ejemplos de la afirmación anterior, podemos mencionar el caso de EEUU donde las energías solar y eólica están creciendo tan rápidamente que por primera vez en su historia, este país, obtendrá más energía renovable que del carbón para el año 2021, estos datos en concordancia con las proyecciones del Instituto de Análisis Económico y Financiero de la Energía. Esta situación se observa a pesar de la promesa del presidente Trump de salvar a la industria del carbón, que francamente va en declive. Para documentar este hecho podemos citar la quiebra de la compañía minera privada más grande del EEUU, Murray Energy, hace tres meses. Quiero enfatizar esta situación, e invitar a la reflexión sobre el hecho de que existe en México una presión para que instalemos más plantas generadoras de electricidad que usen gas natural o carbón, cuando los grandes inversionistas ya no las ven como una opción para el futuro. Así, hoy en día las compañías eléctricas estadounidenses están retirando rápidamente las viejas plantas de carbón y reemplazándolas con parques eólicos y solares. Notemos que no las están reemplazando por plantas de ciclo combinado, sino por fuentes renovables de energía. Otro ejemplo es el de Alemania que se ha comprometido en obtener un nivel de penetración de energía renovable del 80% para el año 2050. Observemos que su meta es con energías renovables que descartan la inversión en energía nuclear.
Estos ambiciosos objetivos energéticos para cambiar las acciones que nos han conducido al deterioro ambiental y a una tremenda desigualdad social requieren de una gran flexibilidad del sistema energético, en particular para la electrificación de la demanda de energía. Esta flexibilización en la demanda, como ya hemos mencionado, no es gratuita y requiere de inversión y soluciones innovadoras.
Una de las acciones que posibilitan flexibilizar la demanda es precisamente la instalación y conceptualización de sistemas de almacenamiento y así lograr una alta penetración de energía renovable.
Uno de los principales inconvenientes que hay en el sector energético es el costo “adicional” de estos sistemas de almacenamiento; sin embargo se requiere de un estudio más profundo de los costos reales de operación, la capacidad de almacenamiento y el nivel de penetración renovable en conjunto con la valoración de los costos ambientales y sociales de la implementación de estos sistemas.
Para motivar la necesidad de estos análisis de los costos de los sistemas de almacenamiento, déjenme mencionar que los precios de las baterías han pasado de los $1,100 USD por kWh en 2010 a $156 USD/kWh (en 2019) es decir han caído del orden del 87%. Con esta tendencia, la estimación de Bloomberg para el precio del almacenamiento para dentro de cuatro años (2023) es en promedio de $100 USD/kWh. Es más, este estudio prevé que para 2030 el costo de almacenamiento en baterías caerá hasta los $61 USD/kWh. Para tener una idea concreta de esa cantidad de energía, consideremos que una casa de consumo medio en nuestro país usa aproximadamente 2.5 kWh al día, así que con aproximadamente 400 USD se podría tener un sistema para almacenar la energía diaria. Estas reducciones en los precios se han podido lograr dado que las investigaciones en nuevos materiales para los cátodos, ánodos y empaquetamiento de las baterías tienden a mejorar el desempeño, la durabilidad y la sustentabilidad en general. Sí, efectivamente, hoy en día los científicos no solamente se preocupan por desarrollar materiales más eficientes o con mejores propiedades para obtener las máximas ganancias; sino que también enfocan sus estudios hacia la fabricación amigable con el ambiente y, en su caso del reciclaje de ellos en la concepción de los dispositivos finales, como las baterías.
Todos estos cambios en las formas con las que podemos suministrar la energía, y más precisamente, en la forma en la que los usuarios podemos satisfacer nuestras necesidades energéticas implica una mayor independencia y poder de decisión en las personas. Esta nueva forma de generación distribuida de energía está empezando a ser vislumbrada por las empresas o los gobiernos y las sociedades en los entornos acostumbrados a invertir con miras a producir productos con alto valor de intercambio. Nuestro sector empresarial requiere poner atención en estos tópicos para no perder competitividad en un entorno donde la forma de obtener energía está cambiando a pasos acelerados y, cada vez, es más barata obtenerla sin producir gases de efecto invernadero. Es más, nuestro sector social también tiene la oportunidad de adoptar a las fuentes de energía renovables para obtener independencia y ofrecer productos o servicios con alto valor de intercambio en lugares y situaciones donde el suministro de energía era complicado; pero ahora con cócteles de energías renovables y la creciente capacidad de almacenamiento es factible proveer de la energía necesaria para que las comunidades decidan su futuro.
En mi opinión, estamos en las vísperas de un cambio de paradigma en que la energía puede ser generada, almacenada y, por lo tanto, utilizada en sectores de la población donde no la había con calidad; pero debemos construir conocimiento para ello y no dejar que otros nos lo vendan. Deseo que en nuestro país, tomemos las medidas necesarias para, con ayuda de la selección de las energías renovables, mitiguemos el cambio climático y democraticemos el acceso a la energía limpia para construir bienestar social.
*Investigador y director del Instituto de Energías Renovables de la Universidad Nacional Autónoma de México (IER-UNAM). Miembro de las Academias: Mexicana de Ciencias, Ingeniería de México y de Ciencias de Morelos. Miembro de las Sociedades: Mexicana de Física y Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica. Tweeter: @delriojantonio
Fuente
Como ejemplos de la afirmación anterior, podemos mencionar el caso de EEUU donde las energías solar y eólica están creciendo tan rápidamente que por primera vez en su historia, este país, obtendrá más energía renovable que del carbón para el año 2021, estos datos en concordancia con las proyecciones del Instituto de Análisis Económico y Financiero de la Energía. Esta situación se observa a pesar de la promesa del presidente Trump de salvar a la industria del carbón, que francamente va en declive. Para documentar este hecho podemos citar la quiebra de la compañía minera privada más grande del EEUU, Murray Energy, hace tres meses. Quiero enfatizar esta situación, e invitar a la reflexión sobre el hecho de que existe en México una presión para que instalemos más plantas generadoras de electricidad que usen gas natural o carbón, cuando los grandes inversionistas ya no las ven como una opción para el futuro. Así, hoy en día las compañías eléctricas estadounidenses están retirando rápidamente las viejas plantas de carbón y reemplazándolas con parques eólicos y solares. Notemos que no las están reemplazando por plantas de ciclo combinado, sino por fuentes renovables de energía. Otro ejemplo es el de Alemania que se ha comprometido en obtener un nivel de penetración de energía renovable del 80% para el año 2050. Observemos que su meta es con energías renovables que descartan la inversión en energía nuclear.
Estos ambiciosos objetivos energéticos para cambiar las acciones que nos han conducido al deterioro ambiental y a una tremenda desigualdad social requieren de una gran flexibilidad del sistema energético, en particular para la electrificación de la demanda de energía. Esta flexibilización en la demanda, como ya hemos mencionado, no es gratuita y requiere de inversión y soluciones innovadoras.
Una de las acciones que posibilitan flexibilizar la demanda es precisamente la instalación y conceptualización de sistemas de almacenamiento y así lograr una alta penetración de energía renovable.
Uno de los principales inconvenientes que hay en el sector energético es el costo “adicional” de estos sistemas de almacenamiento; sin embargo se requiere de un estudio más profundo de los costos reales de operación, la capacidad de almacenamiento y el nivel de penetración renovable en conjunto con la valoración de los costos ambientales y sociales de la implementación de estos sistemas.
Para motivar la necesidad de estos análisis de los costos de los sistemas de almacenamiento, déjenme mencionar que los precios de las baterías han pasado de los $1,100 USD por kWh en 2010 a $156 USD/kWh (en 2019) es decir han caído del orden del 87%. Con esta tendencia, la estimación de Bloomberg para el precio del almacenamiento para dentro de cuatro años (2023) es en promedio de $100 USD/kWh. Es más, este estudio prevé que para 2030 el costo de almacenamiento en baterías caerá hasta los $61 USD/kWh. Para tener una idea concreta de esa cantidad de energía, consideremos que una casa de consumo medio en nuestro país usa aproximadamente 2.5 kWh al día, así que con aproximadamente 400 USD se podría tener un sistema para almacenar la energía diaria. Estas reducciones en los precios se han podido lograr dado que las investigaciones en nuevos materiales para los cátodos, ánodos y empaquetamiento de las baterías tienden a mejorar el desempeño, la durabilidad y la sustentabilidad en general. Sí, efectivamente, hoy en día los científicos no solamente se preocupan por desarrollar materiales más eficientes o con mejores propiedades para obtener las máximas ganancias; sino que también enfocan sus estudios hacia la fabricación amigable con el ambiente y, en su caso del reciclaje de ellos en la concepción de los dispositivos finales, como las baterías.
Todos estos cambios en las formas con las que podemos suministrar la energía, y más precisamente, en la forma en la que los usuarios podemos satisfacer nuestras necesidades energéticas implica una mayor independencia y poder de decisión en las personas. Esta nueva forma de generación distribuida de energía está empezando a ser vislumbrada por las empresas o los gobiernos y las sociedades en los entornos acostumbrados a invertir con miras a producir productos con alto valor de intercambio. Nuestro sector empresarial requiere poner atención en estos tópicos para no perder competitividad en un entorno donde la forma de obtener energía está cambiando a pasos acelerados y, cada vez, es más barata obtenerla sin producir gases de efecto invernadero. Es más, nuestro sector social también tiene la oportunidad de adoptar a las fuentes de energía renovables para obtener independencia y ofrecer productos o servicios con alto valor de intercambio en lugares y situaciones donde el suministro de energía era complicado; pero ahora con cócteles de energías renovables y la creciente capacidad de almacenamiento es factible proveer de la energía necesaria para que las comunidades decidan su futuro.
En mi opinión, estamos en las vísperas de un cambio de paradigma en que la energía puede ser generada, almacenada y, por lo tanto, utilizada en sectores de la población donde no la había con calidad; pero debemos construir conocimiento para ello y no dejar que otros nos lo vendan. Deseo que en nuestro país, tomemos las medidas necesarias para, con ayuda de la selección de las energías renovables, mitiguemos el cambio climático y democraticemos el acceso a la energía limpia para construir bienestar social.
*Investigador y director del Instituto de Energías Renovables de la Universidad Nacional Autónoma de México (IER-UNAM). Miembro de las Academias: Mexicana de Ciencias, Ingeniería de México y de Ciencias de Morelos. Miembro de las Sociedades: Mexicana de Física y Mexicana para la Divulgación de la Ciencia y la Técnica. Tweeter: @delriojantonio
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