¿Mercados en tiempos de pandemia?
Colaboración especial de Eduardo Aguilar*
Guadalajara, Jalisco // 15 de mayo de 2020
Tanta tinta derramada por miles de personas que
opinan sobre el COVID-19, desde filósofos, académicos y científicos
hasta simples carroñeros de izquierda y derecha. Los primeros para dar
luces y entender un fenómeno tan masivo y confuso, los demás para poder
expresar su individualidad ante la contingencia y así influir en otros
con la finalidad de fortalecer sus intereses.
Entre tantos textos sobre el tema, vengo acá a dejar una reflexión
que no pretende hablar sobre el virus sino cómo es que exacerba la
crisis de mercado actual. Pero antes, cabe recalcar desde dónde vienen
estas reflexiones; por una parte, pensemos en el debate entre Zizek y
Byung Chul Han, donde primero acredita que el virus le está dando un
golpe al estilo Kill Bill al capitalismo mientras que el
segundo señala que la situación ha fortalecido los mecanismos de
opresión del sistema social del capital. Dentro de la corriente crítica,
este debate ofrece una visión del espectro de posicionamientos
existentes. Así, la intelectualidad sigue enfrascada en comprender qué
es lo que está pasando sin necesariamente pensar qué es lo que se puede
hacer.Otros que sí se han aventurado a escribir sobre posibilidades de acción, han hecho propuestas con bases potentes, por ejemplo la “guía anarquista para sobrevivir a la crisis”[1]. Sin embargo, hay algo que pareciese que toda la corriente crítica deja de lado, y si no lo deja de lado, entonces simplemente lo naturaliza: el mercado.
Ya en un texto previo, nos aventuramos a reflexionar sobre el mercado [2], esa sacralizada institución que, en muchas ocasiones, ni los más críticos se han atrevido a tocar. Dejamos algunas ideas resumidas acá:
a) El mercado no es, ni ha sido, a lo largo de la historia de la humanidad el único ni el más importante medio para la circulación de bienes y servicios producidos por los seres humanos, de hecho, en gran parte de la historia ha sido un mecanismo periférico, y es sólo hasta la época moderna que viene a convertirse como el principal y, sólo recientemente, como la única manera de obtener acceso a dichos bienes.
b) El mercado es voluntarista, es decir, existen personas que aunque tienen bienes y servicios necesarios para todos pueden decidir no concurrir al mercado y privar a todas las personas de dicha mercancía.
c) El mercado es cósico, cuando un individuo concurre al mercado deja de importar como persona, lo único valioso es el bien (convertido en mercancía) que se ofrece. Así, uno se relaciona con otros concurrentes mediante objetos-mercancías.
d) El mercado es excluyente, a diferencia de otras maneras de circulación de los bienes necesarios para vivir dentro de la relación mercantil si un concurrente no llega al precio del oferente entonces se ve privado de la obtención de dicho bien. Privación que, en muchos casos, llega a provocar la muerte. Además, el mercado dentro de la dinámica capitalista deja de fuera a millones de concurrentes promoviendo que sólo los grandes puedan ofrecer sus productos.
e) El mercado es una relación de privados; por más socialista, comunista o anarquista que uno sea, en el momento que se concurre al mercado, uno se presenta como una persona con propiedad privada que se va a intercambiar bienes como mercancías.
Claramente, existen muchas más características del mercado y esta crítica había sido periférica porque la sacralización que le han hecho no había permitido que su naturaleza sea tocada. Empero, ahora en esta crisis pandémica aunada a la crisis del sistema económico lo ha vuelto un centro de atención.
Al respecto de la economía, tenemos que pensar ¿qué está en crisis? ¿acaso se destruyeron las capacidades de trabajo? ¿las máquinas y herramientas dejaron de funcionar? ¿la gente dejó de tener necesidades y dejó de consumir? Pues no, los trabajadores siguen con sus habilidades, las máquinas siguen funcionando, la gente continúa con necesidades, ¿entonces? En realidad lo que está en crisis es el mercado, ese mecanismo de concurrencia para intercambiar mercancías.
Esto se ve claro en muchas fruterías urbanas del país, pues cuando uno va, encuentra que grandes estantes de fruta está pasada de madura casi a punto de desecharse. Los productos del trabajo están ahí, en los anaqueles, pero no hay quien decida comprarlos porque le han dicho que se quede en su casa. Mientras que por otra parte, tenemos supermercados que, dando una falsa idea de sanidad y seguridad, tienen anaqueles vacíos de muchos productos.
Claramente, esto es insostenible y agrava la crisis. Mientras que el supermercado trae productos de diversas partes del mundo, la frutería con productos regionales está cayendo en desgracia. La pregunta es ¿se puede dinamizar al mercado para que salga de su crisis? La respuesta es sí, mediante una intervención estatal, social o comunitaria. Sin embargo, esta es la misma receta que volverá a fallar.
Lo que ha hecho la pandemia es exacerbar esta crisis cíclica, y eso nos da oportunidad de recrear opciones diferentes no mercantiles. Formas que vayan más allá del mercado, configuraciones que sirvan para proveer bienestar para todas las personas. Muchos de estos espacios ya existen pero están invisibilizados, desacreditados y desarticulados. Habría que retomarlos y promoverlos.
*Doctorante en Economía Política del Desarrollo en la BUAP. Integrante de Onergia cooperativa.
[1] Sobrevivir al virus: una guía anarquista https://kaosenlared.net/sobrevivir-al-virus-una-guia-anarquista/
[2] Aguilar, Eduardo (2019). ‘¿El mundo sería mejor sin dinero? Apuntes desde la historia, la antropología y la economía política en torno a los mercados y las monedas alternativas’. Áreas, revista internacional de Ciencias Sociales. Num. 39 Pp-53–60.
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