Ucrania divide al mundo

 Uno de los efectos más importantes de la guerra en Ucrania es el grado en que ha modificado la certidumbre sobre la firmeza del orden internacional existente. Cierto que diversas realidades nos venían señalando lo mucho que éste ha cambiado desde el fin de la Guerra Fría.

jueves, 21 de abril de 2022

CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).–Es normal que en los días de asueto que acompañan a la Semana Santa la atención se desplace hacia horizontes menos conflictivos que los que desa­fortunadamente nos han obsesionado en los últimos tiempos. Sin embargo, hay preocupaciones que quedan pendientes y nos obligan a volver sobre ellas. La votación en la Asamblea General de la ONU para expulsar a Rusia del Consejo de Derechos Humanos (CDH) es un ejemplo.

La abstención de México en dicha votación despertó numerosas críticas. No discrepo necesariamente de ellas. En realidad lo que me interesó fue el grado en que la votación, en su conjunto, hizo ver el distanciamiento de la mayor parte de la población mundial respecto a la conveniencia de aislar a Rusia.

Uno de los efectos más importantes de la guerra en Ucrania es el grado en que ha modificado la certidumbre sobre la firmeza del orden internacional existente. Cierto que diversas realidades nos venían señalando lo mucho que éste ha cambiado desde el fin de la Guerra Fría. Entre otras, el surgimiento de China como una gran potencia económica y tecnológica; la rapidez del cambio en las comunicaciones, con sus efectos positivos y negativos que no podemos controlar; la presencia de nuevas amenazas cibernéticas que obligan a revisar viejos conceptos de amenazas a la seguridad internacional; los reclamos, no resueltos, de un país con armas nucleares y miembro permanente del Consejo de Seguridad de la ONU.

Todas las circunstancias anteriores han tomado nuevas dimensiones a partir de la invasión a Ucrania. A la luz de las incertidumbres que ello ha provocado, adquiere importancia identificar la manera en que se están alineando los diversos países. La mencionada votación en la Asamblea General es una buena pista para hacerlo. Como lo señaló un buen artículo del Washington Post (07/04/22), la votación “trazó una línea clara de un nuevo orden mundial que parece ir más allá de los crímenes de Rusia en Ucrania”.

En primer lugar, 95 naciones –sólo un poco más de la mitad de los 193 miembros de la ONU– votó a favor. Una reducción importante respecto de los 140 votos a favor que mereció la primera resolución condenando la agresión de Rusia contra Ucrania.

Los 24 países que votaron en contra, comparados con los cinco que lo hicieron en la resolución anterior, incluyeron a China, Irán, Vietnam, Argelia, Etiopía, varios países de Asia Central y Cuba. Ahora bien, lo más llamativo fueron los 58 países que se abstuvieron. Entre ellos se encuentran los que tienen mayor peso demográfico en sus respectivas regiones. Cabe citar como ejemplos a India, Indonesia, Pakistán, Nigeria, Sudáfrica, México y Brasil. De otra parte, la casi totalidad de miembros del continente africano y la totalidad del Golfo Pérsico también se abstuvo.

La mayoría de estos últimos reiteraron su clara condena a las atrocidades que han ocurrida en Ucrania, así como el repudio a las violaciones al derecho humanitario y el derecho internacional por parte de Rusia. Sin embargo también expresaron su preocupación por la rapidez con que se procedió a la expulsión, antes de conocer los resultados de las comisiones de investigación que ya se habían creado. El contenido de los dictámenes imparciales y bien fundamentados de tales comisiones dará credibilidad y respeto a los trabajos futuros del Consejo. La expulsión no tiene un valor en sí; lo importante son los procedimientos para atribuir responsabilidades y sancionarlas en las instancias pertinentes, como la Corte Penal Internacional.

Más directa fue la crítica de China que, al dar la explicación de su voto en contra, señaló: “Nos oponemos firmemente a la politización de los derechos humanos y a la utilización de dobles estándares para defenderlos… La resolución para la suspensión no fue redactada de manera abierta y transparente, obligando a los países a tomar partido”.

El caso de América Latina merece una reflexión especial. Brasil y México son los países de mayor peso en la región por motivos demográficos, económicos y políticos. Sin embargo, aunque esta vez coinciden en la abstención, sus motivos para actuar y márgenes de maniobra difieren notablemente. Brasil mantiene una relación económica importante con China y Rusia, el presidente Bolsonaro acababa de hacer una visita de Estado a Moscú. Por lo contrario, México es un país claramente anclado económicamente en América del Norte.

La explicación del voto por parte del representante de México fue un documento muy bien trabajado. Brevemente resumido, sus puntos centrales fueron: la reiteración del papel tan decidido que México ha desempeñado denunciando la agresión de Rusia contra Ucrania; el reconocimiento de los esfuerzos que se están llevando a cabo para esclarecer el grado en que, como resultado de tal agresión, se han violado los derechos humanos y el derecho internacional humanitario. Finalmente, el señalamiento de que la expulsión de Rusia del CDH de ninguna manera la exime de las graves responsabilidades en que ha incurrido. A cambio, cierra canales de diálogo que, aún en tiempos de guerra, son importantes para insistir en la urgencia de llegar a una solución diplomática.

Por motivos esencialmente internos, al presidente Andrés Manuel López Obrador le conviene mantener la equidistancia retórica en política exterior y se ha empeñado en eludir en sus pronunciamientos una condena directa de Rusia. Ha dejado, así, a su representante en Nueva York la tarea de expresar con mayor claridad la condena a Rusia que, sin duda, Estados Unidos espera de uno de sus socios más cercanos.

Es difícil predecir cómo evolucionarán los acontecimientos de Ucrania en los próximos días, semanas o meses. Lo que sí se puede anticipar es que el orden internacional, las normas jurídicas, alianzas y coincidencias del pasado no serán la mismas.

México no está preparado para formular la estrategia que lo ubique en un orden internacional en construcción. El pensamiento estratégico, acompañado de la necesaria reflexión sobre la realidad geopolítica del país, no se ha desarrollado de manera sistemática ni en círculos gubernamentales ni en grupos de pensamiento ni en la academia.

La mejor recomendación en estos días de asueto es, pues, pedir a mis jóvenes estudiantes que asuman la tarea de remediar esa omisión. A ellos les tocará hilar muy fino para determinar cuáles son los intereses estratégicos de México en un mundo cada vez más dividido.  

Fuente 

Comentarios