México: Y le tomaron la palabra

miércoles 15 de junio de 2011

Eduardo Ibarra Aguirre (FORUMENLINEA)

Muy bien protegido estaba Felipe Calderón por elementos del Estado Mayor Presidencial, disfrazados con toga, frente a los 6 mil estudiantes de la Universidad de Stanford que asistieron a la ceremonia de graduación de la generación 120, integrada por 4 mil. Pero los segundos olvidaron lo elemental para cuidar a su jefe, el cielo y por allí les cayó el chahuistle.

“40 mil muertos. ¿Cuántos más?”, decía en inglés una enorme tela amarilla con letras azules y el popular símbolo de la campaña “No más sangre”, que paseaba una avioneta sobre el estadio, como acostumbran los alumnos de Stanford, mientras el inquilino de Los Pinos pronunciaba un discurso sobre su persona, el papel que desempeñó en la transición a la democracia –desde los 12 años confesó a sus amigos “voy a ser presidente de México--, y la “cruzada heroica y utópica” de su familia, en particular de Luis Calderón Vega, panista ilustre que rompió con su partido por el divorcio de la dirigencia nacional con los postulados doctrinarios. Mientras El hijo desobediente permaneció calladito. También mencionó a Cocoa, su hermana y candidata para que gobierne Michoacán. O entonces para qué armó, jurídicamente, el michoacanazo Marisela Morales Ibáñez.

Ávido de reconocimientos, Calderón acude allende nuestras fronteras a recibir aplausos y lisonjas que sus gobernados no sólo le niegan, sino dan muestras de hartazgo que se multiplican.

Calderón Hinojosa formuló, primero, la crítica al presidencialismo absolutista y septuagenario con el tricolor, sin mencionarlo por su nombre. Como presidente designado –“contra todo pronóstico”-- por el Tribunal Electoral ostenta serlo de todos, y sería pertinente que lo diferenciara respecto a ser y actuar como el primer panista del país.

El orador dio consejos a los estudiantes de Stanford, California, pues con los mexicanos no se atreve a reunirse ni en las universidades patito: “Jamás, jamás dejen de defender sus ideas y sus sueños, crean y luchen por algo que puedan dejar de legado”. Y le tomaron la palabra y desde la atmósfera expresaron su rechazo a la estrategia antinarcóticos, elaborada en la Casa Blanca, misma que un día antes defendió en forma dogmática.

Los universitarios anunciaron desde tres meses antes el rechazo al visitante y el mero día, 11 de junio, se les impidió ingresar con pancartas y cartulinas. Calderón Hinojosa, Margarita Zavala y Arturo Sarukhán perdieron de vista que no estaban en México, donde autocráticamente como en los tiempos del priato, aún se someten, compran y cooptan voces disidentes y la voluntad presidencial es ley en la aceitada maquinaria mercantil del duopolio de la televisión, el oligopolio de la radio y periódicos que los acompañan.

Sólo las conductas autocráticas del abogado, economista y administrador público –“señor presidente, la siguiente vez me voy a inscribir en Stanford”, le dijo Calderón muy ufano al rector--, explican que si al concluir su infancia ya tenía claro “que voy a ser presidente”, varias décadas después Ernesto Cordero Arroyo jure ante el gobernador de Guanajuato, Juan Manuel Oliva Ramírez, y el líder de la organización ultraderechista El Yunque –la misma que Luis Felipe Bravo Mena dijo desconocer, ignorar--, lo siguiente:

“No tengo duda de que voy a ser presidente de México”.

¿Humor involuntario, torpeza política o desapego de la realidad? Como los 6 mil pesos mensuales para pagar casa, automóvil y colegiaturas; la recuperación del poder adquisitivo del salario; o que en 10 años el PAN ha hecho más en el gobierno que el PRI en 70 años.

Las tres cosas juntas, pero sobre todo la autocrática decisión de Calderón Hinojosa de imponerlo como candidato y presidente, cuando es el menos favorecido de los siete en Acción Nacional.

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