El agua del molino - Ignorancia y desacato constitucional

El agua del molino 
Raúl Carrancá y Rivas 
Ignorancia y desacato constitucional
Organización Editorial Mexicana
20 de septiembre de 2012
  El artículo 71 de la Constitución determina que el derecho de iniciar leyes o decretos compete: al Presidente de la República, a los Diputados y Senadores al Congreso de la Unión y a las Legislaturas de los Estados. La disposición es clara, "al Presidente de la República" y no al Presidente Electo que aún no toma posesión de su cargo conforme al artículo 87 de la propia Carta Magna. ¿Entonces por qué Peña Nieto entregó a senadores del PRI y del PVEM su iniciativa de reforma constitucional para dotar de autonomía al Instituto Federal de Acceso a la Información, IFAI, y ampliar sus facultades? Y lo peor del caso, Emilio Gamboa Patrón, coordinador de la bancada del PRI, dijo que "este es un día muy especial" y que los legisladores se sentían "muy halagados" porque recibieron  una iniciativa que "permitirá ampliar el ámbito competicional (sic, en vez de competencial) de los tres órdenes de gobierno". Así las cosas se trata, a mi juicio, de soslayar y burlar el mandato de la Constitución. Es muy grave. Durante el sexenio que está por concluir se violó la Constitución en diversas ocasiones y abiertamente. Cito las siguientes a manera de ejemplo: primera, con la reforma constitucional de 2008 (la Alta Comisionada de las Naciones Unidas en Derechos Humanos, en México, criticó varias veces el arraigo y la constante violación de tales Derechos generada por esa reforma); segunda, cuando el Presidente de la República envió una iniciativa de ley para reformar a su vez el artículo 27 constitucional, en materia de petróleo -que prohíbe toda clase de concesiones y contratos-, modificando la Ley Reglamentaria del Texto Supremo para dar entrada a los llamados "contratos incentivados". La barbaridad y descarada violación estriba en que una ley "reglamentaria" (que reglamenta) no puede rebasar lo dispuesto en la Carta Magna; tercera, cuando mediante un decreto claramente anticonstitucional, y vulnerando garantías de la clase trabajadora, el Presidente extinguió la Compañía de Luz y Fuerza del Centro en perjuicio directo del Sindicato Mexicano de Electricistas (SME). Todo lo anterior en el entorno de una guerra absurda, violentando la Constitución al conferirle al Ejército y a la Armada facultades de las que carece en los términos de la Ley Suprema, con el resultado de una constante transgresión de derechos y garantías en agravio de la población, y con un costo criminal de más de sesenta mil muertos.

Esta es la herencia anticonstitucional del gobierno saliente, y que muy pocos se atreven a señalar o por ignorancia del Derecho o por algo peor. En consecuencia, ¿qué esperamos del gobierno entrante? Ni más ni menos que respete la Constitución, tan afrentada en este sexenio, lo que se debe hacer en la forma y en el fondo, en lo particular y en lo general. Es decir, hay detalles que revelan y manifiestan, por más mínimos, el propósito que los guía. Tal es el caso de la iniciativa enviada al Congreso de la Unión por el Presidente Electo. Cansados como estamos del actuar oficial al margen o en contra del Estado de Derecho, lo cual ha generado una serie de desasosiegos sociales que aún no valoramos del todo, es lamentable una señal como la del Presidente Electo, quien anuncia más iniciativas con lo que da a entender que no comprende el alcance de sus actos. ¿Soberbia? ¿Exacerbada seguridad en sí mismo? Vaya uno a saberlo, pero el hecho es que el próximo primero de diciembre protestará ante el Congreso de la Unión, es decir, ante el pueblo, cumplir y hacer cumplir la Constitución y las leyes que de ella emanan. ¿Palabras? ¿Sólo palabras? Y lo igualmente grave -señal ominosa- es que el líder de la bancada del PRI en el Senado haya festinado ese envío. ¿Qué nos espera? Deseamos que lo mejor o lo menos malo, pero si el Derecho se deja en el cajón del olvido, si se lo ignora, entonces se gobernará de espaldas a los ideales del pueblo. ¡Cuidado! La cuerda está muy estirada. Por eso yo creo que el Congreso, ahora más que nunca, es el único capaz de equilibrar los factores de poder, pero siempre al servicio de la justicia.

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