Cristina Pacheco en el funeral de José Emilio: “pensábamos vivir toda la vida…”

Cristina Pacheco despide a José Emilio. Foto: Eduardo Miranda
Cristina Pacheco despide a José Emilio.
Foto: Eduardo Miranda

MÉXICO, D.F. (apro).- El Aula Magna de El Colegio Nacional resultó insuficiente para recibir a miembros de la comunidad artística y cultural, funcionarios y cientos de mexicanos que acudieron al homenaje de cuerpo presente al poeta, narrador, historiador y ensayista José Emilio Pacheco (Ciudad de México, 1939), quien falleció el pasado domingo 26 tras sufrir un golpe en la cabeza.
Al aceptar hablar unos minutos con la prensa –que también abarrotó el salón principal de la institución– la esposa del autor de Las batallas en el desierto, Cristina Pacheco, pidió que fuese un encuentro breve, pues al lado la esperaba “una persona maravillosa a la que no volveré a ver”.
En la biblioteca del Colegio ubicado en la calle de Donceles, en el Centro Histórico, la cronista relató cómo fueron los últimos minutos de José Emilio Pacheco antes de ser trasladado al hospital, el sábado por la mañana.
Contó que al llegar a su casa él le habló sobre la caída y le pidió unas pastillas para el dolor de cabeza y dormir. La escritora le sugirió ir al hospital, pero él no aceptó. Así se fue a descansar y a la mañana siguiente ya no pudieron despertarlo.
La familia decidió llevarlo al hospital. La opción que dieron los médicos fue intervenirlo quirúrgicamente, pero explicaron que tenía 95% de probabilidades de quedar en estado vegetativo. No aceptaron. El tema, dijo la periodista, ya había sido abordado con él anteriormente y siempre pidió no ser entubado.
La prensa le preguntó cómo había sido en el hogar. “Un hombre normal, con muchas manías encantadoras y a veces difíciles de complacer, un hombre apegado a su lugar, a su cuarto, a su escritorio, coleccionaba plumas fuentes”, dijo.
De acuerdo con Cristina Pacheco, el poeta leía un libro y otro, y cuando había terminado varios comenzaba a narrárselos indistintamente “de una manera maravillosa”.
No esperaba su pérdida tan repentina. “Teníamos planes de aquí a dos mil años, pensábamos vivir toda la vida y eso implicaba también morir juntos”, lamentó.
–¿Se siente traicionada?
–No, no traicionada, me siento sorprendida, desconcertada, no puedo entenderlo. Siento mucha rabia y desesperación porque no puedo encontrar la palabra para describir lo que siento. No es dolor, no es coraje, es algo que me invade, me paraliza y además me obliga a pensar. Voy a tener que acostumbrarme a vivir con él en la ausencia y en el silencio.”
Aunque las autoridades de la Secretaría de Educación Pública (SEP) y del Consejo Nacional para la Cultura y las Artes (Conaculta) ofrecieron hacer el homenaje en el Palacio de Bellas Artes, la familia de José Emilio Pacheco prefirió El Colegio Nacional, al que ingresó en 1986 y en el que anualmente daba sus cátedras con asistencia multitudinaria del público. Se insistió en que Pacheco, siempre discreto y alejado de las veleidades de la fama, así lo habría preferido.
El historiador Enrique Krauze, también miembro del Colegio, leyó un breve discurso en el emotivo acto. Lo recordó como “uno de los más altos humanistas literarios”.
Y coincidió con Rafael Tovar y de Teresa, presidente del Conaculta, quien fue abordado por la prensa momentos antes, en el sentido de que el ganador del Premio Cervantes de Literatura 2009 cultivó todos los géneros: poesía, cuento, novela, ensayo, artículo, texto periodístico y traducción, además de ser editor y compilador de antologías “con la misma sabiduría, precisión y gracia”.
Ambos recordaron el Inventario que publicó en el semanario Proceso, desde su fundación:
“Aunque era un maestro cautivante y un conversador amenísimo, su vocación era llegar al público, no sólo al especializado, sino al lector común que a lo largo de varias décadas acumuló semana tras semana las hojas de su Inventario por donde desfilaban numerosas anécdotas, episodios, biografías, obituarios, recuerdos, escenas de la vida cultural mexicana y universal, vistas siempre bajo ángulos desconocidos e insólitos.”
Krauze destacó también que Pacheco era “sumamente caballeroso”, y no por el “cuidado artificial de las formas”, aclaró, sino por una actitud ante la vida que debió haber adquirido de tiempo atrás, de un México que “añoró siempre y donde esa actitud cabía en una noble palabra ahora en desuso, la palabra decencia. José Emilio era en el buen sentido de la palabra, bueno”.
Agregó:
“Lo caracterizó la insaciable, casi infantil curiosidad por descubrir el ancho mundo y, a su vez, el cultivo gozoso de la minucia. Aunque fue prudente y reservado, jamás se retrajo a una torre de marfil, le dolía genuinamente la desigualdad y la pobreza y fue testigo sensible del deterioro de su ciudad, de su país.”
Al término del discurso se montó la primera guardia de honor con Emilio Chuayffet, titular de la Secretaría de Educación Pública (SEP), Tovar y de Teresa y Cristina y Laura Emilia Pacheco, hija del escritor.
En la segunda participaron miembros de El Colegio Nacional, entre ellos el exrector de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), José Sarukhán, el astrónomo Arcadio Poveda, el arqueólogo Eduardo López Moctezuma y el compositor Mario Lavista.
Hasta el recinto llegaron para presentar sus condolencias a Cristina y Laura Emilia Pacheco: Miguel Ángel Mancera, jefe de gobierno de la Ciudad de México; el rector José Narro Robles; el director y el subdirector de Proceso, Rafael Rodríguez Castañeda y Salvador Corro, así como Armando Ponce, editor de la sección Cultura, en la que José Emilio Pacheco participaba con el Inventario.
De hecho, en el número de esta semana se publicó el último Inventario del escritor, titulado “La travesía de Juan Gelman”, que fue la segunda parte de dos ensayos dedicados al poeta recién fallecido.
También asistieron los escritores Guadalupe Loaeza, Bárbara Jacobs, Alberto Ruy Sánchez, Marco Antonio Campos, David Huerta, Jorge Volpi, Hernán Lara Zavala, Ignacio Solares; los músicos Carlos Prieto y Horacio Franco; el astrónomo Manuel Peimbert, miembro del Colegio; el fotógrafo Pablo Ortiz Monasterio, y el arquitecto Teodoro González de León, entre otros.
La escritora Elena Poniatowska fue de las primeras en llegar al acto que inició casi en punto de las 12:00 horas. La autora de La noche de Tlatelolco recibiría mañana la Medalla Bellas Artes 2013 en una ceremonia en el Palacio de Bellas Artes, pero pidió que se suspendiera con motivo del duelo por el fallecimiento de José Emilio Pacheco, informó el Instituto Nacional de Bellas Artes.
Además de miembros de la comunidad cultural, asistió público en general que hizo fila para dar un abrazo a Cristina Pacheco y montar una guardia de honor. Ella tuvo palabras para mucha gente, sobre todo para los jóvenes, a quienes invitó a subir, y les recordó que a José Emilio le gustaba estar rodeado de ellos.
Los restos del escritor serán cremados. Aún no se tiene definido el lugar donde reposarán, pero sus familiares han pensado como una posibilidad en Veracruz, lugar que guardó un significado especial para el poeta.
Sobre el homenaje en el Palacio de Bellas Artes, Rafael Tovar señaló no será en estos días, sino hasta que la familia considere que es el momento oportuno.

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