MÉXICO ES COLONIA DE TRANSNACIONALES
Con el TLC y "Reformas Estructurales"
*Imponen Trabajo Precario, las Outsourcing y la Sobre Explotación.
*El País Pasó de la Privatización a la Desnacionalización.
*Ya ni el Tequila, ni la Cerveza ni los Helados son Mexicanos
*En Manos Extranjeras Banca, Minería, Transporte, Exportaciones de Manufactureras.
*Ahora Vienen por el Petróleo y la Electricidad.
Por Josefina Morales
Investigadora titular del Instituto de Investigaciones Económicas de la UNAM
Miembro de la Academia Mexicana de Economía Política
y de la Sociedad Latinoamericana de Economía Política y Pensamiento Crítico.
Bajo el Tratado de Libre Comercio de la América
del Norte el país ha pasado por un dramático proceso de
desnacionalización. El capital extranjero tiene hoy la banca, la
minería, el transporte de mercancías, las exportaciones manufactureras,
principalmente la automotriz, que ha presentado en los últimos años un
monto superior a la del petróleo y el sector maquilador electrónico.
Pero los despidos de los trabajadores en las empresas vendidas o
liquidadas han sido considerables.
Empezando por los 44 000 trabajadores del SME;
las empresas públicas antes de su venta “reajustaron” la plantilla
laboral y en los grandes monopolios crece sin consideración la
precarización del trabajo, el outsourcing.
En diciembre pasado, en el primer año de
gobierno de Peña Nieto, se llegó a la culminación de este proceso con la
aprobación de la contrarreforma energética que entregará al capital
extranjero la renta petrolera, la generación eléctrica y todo todo lo
demás.
El nuevo acuerdo transpacífico profundizará este proceso, la polarización económica y social.
El tratado no sólo fue un tratado de libre
comercio, fue un tratado que amplió los sectores económicos a la libre
circulación del capital extranjero, a la inversión extranjera directa y a
la inversión financiera en el mercado de valores, pero no abrió el paso
a la movilidad de la fuerza de trabajo.
Lo
que inició como un proceso privatizador de la riqueza pública y
desarticulador de importantes cadenas productivas (de la petroquímica a
la agroindustria) desembocó en la entrega al capital extranjero de la
riqueza nacional.
En 1982, el Estado tenía cerca de las dos
terceras partes de los activos nacionales, de la riqueza nacional, que
no pertenece a la burocracia ni a la clase política, pertenece a la
nación, al pueblo, cuyos trabajadores la han creado a lo largo de la
historia y cuyas luchas la rescataron de manos extranjeras.
La privatización y las políticas de apoyo al
gran capital mexicano pretendían fortalecer el desarrollo de los grandes
monopolios privados nacionales para volverlos competitivos con el
capital trasnacional. Así se apoyó la internacionalización de varios
grupos, por todos conocidos, como Telmex, hoy América Móvil, de Grupo
México, Bimbo, Cemex, Visa,…
Con el TLCAN se abrió paso a la inversión
extranjera en casi todos los sectores pero en 1994 no se autorizó su
participación en los sectores energéticos cuya propiedad exclusiva de la
nación estaba definida constitucionalmente. La participación en el
sector financiero y la importación de granos básicos para la
alimentación popular se difirió a diez y quince años.
La crisis de 1995 precipitó el traspaso de la
banca al capital extranjero y continuaron las reformas para la venta de
ferrocarriles al capital extranjero y su mayor participación en la
minería.
Asimismo se abrieron, inconstitucionalmente,
procesos de privatización de los energéticos, del sector eléctrico y
petrolero, so pretexto de contratos múltiples o de servicios. Por ello
se llegó al autoritario y anticonstitucional cierre de la Compañía de
Luz y Fuerza del Centro para facilitar la privatización y
desnacionalización del sector eléctrico.
La inversión extranjera directa entre 1994 y
2013 superó los 400 000 millones de dólares. La mayor parte llegó en
este siglo, 83% del total, al mismo tiempo que los grandes grupos
oligárquicos han vendido al capital extranjero sus empresas sin pagar
impuestos, pues lo han hecho a través del sector privilegiado
financiero, del mercado de valores, cuyas ganancias no pagan impuestos.
Entre 2001 y 2013 la oligarquía ha vendido 54
empresas por 75 000 millones de dólares, entre las que destacan la venta
de la banca comercial, la de las tiendas Aurrerá del Grupo Cifra a
Wal-Mart; la de HYLSA, considerada anteriormente la joya de la corona
del otrora grupo Monterrey, y en 2013, cuando llegó la mayor cantidad de
inversión extranjera (35 000 millones de dólares), de lo que presume el
gobierno actual, se registró la mayor venta, la del Grupo Modelo, por
más de 22 000 millones de dólares. Ahora ni el tequila Cuervo, ni la
cerveza Modelo, ni los helados Santa Clara son mexicanos.
Hay que agregar al saqueo nacional que entre
2001 y 2012 la inversión mexicana en el extranjero fue 93 589 millones
de dólares. Haciendo cuentas, restando a la inversión extranjera directa
lo que salió del capital mexicano y el monto de lo vendido, el saldo
está alrededor de los 240 000 millones de dólares y de ellos, sólo la
mitad fue nueva inversión. Y si sumáramos el pago de intereses por la
deuda pública nos quedamos en cero…
La gravedad de este proceso desnacionalizador
está en que los ejes fundamentales, los más dinámicos, los estratégicos,
están en manos del capital extranjero y que el impacto sobre los
trabajadores ha sido descomunal.
El capital extranjero tiene hoy la banca, la
minería, el transporte de mercancías, las exportaciones manufactureras,
principalmente la automotriz, que ha presentado en los últimos años un
monto superior a la del petróleo y el sector maquilador electrónico. Los
despidos de los trabajadores en las empresas vendidas o liquidadas han
sido considerables, empezando por los 44 000 trabajadores del SME; las
empresas públicas antes de su venta “reajustaron” la plantilla laboral y
en los grandes monopolios crece sin consideración la precarización del
trabajo, el outsourcing.
En diciembre pasado, en el primer año de
gobierno de Peña Nieto, se llegó a la culminación de este proceso con la
aprobación de la contrarreforma energética que entregará al capital
extranjero la renta petrolera, la generación eléctrica y todo todo lo
demás.
El nuevo acuerdo transpacífico profundizará este proceso, la polarización económica y social.
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