La solidaridad del pueblo
REVISTA SIEMPRE!  
A 30 años del sismo
Martín Esparza Flores
El trágico terremoto de 1985 que devastó
 a la ciudad de México puso al descubierto las dos caras diametralmente 
opuestas del país; una, representada por los flamantes tecnócratas, con 
Miguel de la Madrid Hurtado a la cabeza, que trataron de minimizar la 
catástrofe al señalar que la nación seguía de pie y en unos días 
volvería a la normalidad, desechando incluso la ayuda del exterior 
mientras en los escombros miles luchaban por su vida; la otra, fue el 
rostro de un pueblo valeroso y solidario que ante la criminal tibieza de
 sus políticos puso en marcha una cadena humana de ayuda pocas veces 
vista en el mundo.
Ante una ciudad caída y sin servicios, 
con más de 400 edificios en ruinas, otros cinco mil colapsados, así como
 una cifra incuantificable de víctimas, no fueron los políticos los 
encargados de poner orden al caos sino miles de enfermeras, voluntarios,
 médicos y trabajadores como los miembros del Sindicato Mexicano de 
Electricistas, que con su esfuerzo ayudaron a que servicios públicos 
como el transporte, la energía eléctrica y el abasto de agua potable se 
rehabilitaran a la brevedad, posibilitando el funcionamiento de los 
hospitales para atender a los heridos. Por días enteros y con la mayor 
de las imprudencias, el entonces presidente de la república mantuvo las 
fuerzas armadas al margen de las labores de salvamento.
La fatalidad sacó a la luz innumerables 
corrupciones y abusos como los sórdidos sistemas de explotación laboral 
de las costureras de San Antonio Abad, muchas de las cuales murieron 
encerradas bajo llave, imposibilitadas de alcanzar alguna ruta de escape
 de sus encubiertas prisiones, habilitadas por la ambición de sus 
patrones para exprimir al máximo sus horas de trabajo.
Ahora, que a 30 años del histórico 
infortunio se vuelven a reabrir viejas heridas debemos preguntarnos si 
realmente algo ha cambiado desde entonces en el país y cuánto aprendimos
 de la dolorosa lección que la naturaleza nos impuso, aquel 19 de 
septiembre de 1985.
Sentimos que la respuesta es no, sobre todo por culpa de nuestros desmemoriados políticos.
La ciudad se ha saturado por la 
construcción de decenas de rascacielos y cientos de edificios de 
departamentos en clara violación a los usos de suelo y ni qué decir de 
los reglamentos de construcción; las condiciones laborales tanto de las 
costureras como de muchos trabajadores, entre ellos los heroicos 
bomberos, los comprometidos médicos y enfermeras, siguen siendo 
injustas. A éstas últimas que sin conocer de horarios de trabajo ni 
regatear el pago de horas extras, se entregaron a la noble tarea de 
salvar vidas, ahora se les quieren conculcar sus derechos.
Por eso, a 30 años del lamentable 
infortunio que enlutó la nación, es el momento preciso de recordarles a 
las autoridades quiénes fueron los que sacaron adelante a la devastada 
ciudad de México, quiénes cogieron el pico, la pala o con sus propias 
manos, para ayudar a remover los escombros y salvar vidas. Todos esos 
héroes anónimos son parte de la clase trabajadora, el pueblo mismo, cuya
 solidaridad sigue vigente, en contraposición a los políticos cínicos y 
corruptos. Las dos caras de un país en el que siguen diametralmente 
opuestas.
 
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