¿México independiente, o dependiente del libre mercado?
27. septiembre, 2015
Autor: Martin Esparza
Los principios de libertad y justicia que
llevaron a personajes como Miguel Hidalgo, José María Morelos y Pavón,
Ignacio Allende, Josefa Ortiz de Domínguez y otros más a iniciar el
movimiento de Independencia el 15 de septiembre de 1810, en contra de la
opresión de la Corona Española, bien pueden ser una versión aciaga de
nuestro presente en que la involución impone a nuestro país nuevos
sistemas de colonialismo que amenazan con soterrar nuestras libertades y
derechos humanos en aras de proteger las reglas del libre mercado,
impuestas por las empresas multinacionales y su teoría neoliberal.
Hace
más de 2 siglos, la Nueva España era una de las tantas colonias
latinoamericanas que sufría la inmisericorde explotación del gobierno
virreinal, donde los peninsulares eran los encargados de manejar la
administración y la política local, consintiendo la supervivencia de las
encomiendas que condenaron por siglos a la sometida raza indígena a una
encubierta esclavitud y a una expoliación que les mantuvo en un estado
de miseria extrema.
El sistema de alcabalas, la explotación
de riquezas auríferas y el comercio en general era controlado por los
dictados y las leyes impuestas por la Corona Española, que no dudó,
incluso, en confiscar bienes a los criollos, cuando se hizo necesario
financiar guerras en Europa como la sostenida contra Napoleón Bonaparte,
en alianza con Inglaterra.
En este contexto de dominación absoluta,
nuestros indígenas eran considerados una fuerza de trabajo que generaba
abundantes riquezas para la Corona Española, no únicamente en México
sino en otros países como Perú, Venezuela o Colombia, donde el trato
inhumano no varió durante siglos y fue uno de los principales detonantes
para que los pueblos oprimidos se levantaran en armas.
Al conmemorarse el 205 aniversario de la
iniciación del movimiento de Independencia debemos ir al encuentro de
una profunda reflexión histórica que nos ayude a entender el origen de
nuestra anomia contemporánea, en la que las malas noticias y las odas a
la violencia que han postrado a la nación deben orillarnos a repensar un
nuevo proceso libertario en contra de los nuevos sistemas
colonialistas, ahora ocultos en un avasallante imperialismo global.
A través de su historia, México ha pagado
una alta cuota de sangre para ser una nación libre y soberana como
quedó registrado en los anales históricos de la lucha independentista,
donde se abolió la esclavitud, y 1 siglo después en el movimiento
revolucionario que anuló los afanes reeleccionistas de personajes como
Porfirio Díaz, que se perpetraron por décadas en el poder.
Hoy, cuando la manipulación ideológica
instrumentada por los medios masivos de comunicación en acuerdo mutuo
con la clase política ha inducido a que muchos mexicanos anulen su
capacidad de reflexión y análisis, debemos hacer un alto y preguntarnos
el porqué a más de 30 años de haberse instaurado en nuestro país el
modelo de economía neoliberal, que supuestamente nos llevaría a ascender
al primer mundo, estamos peor que nunca, al grado de haber comprometido nuestro estatus como nación libre y soberana.
¿Acaso no estamos viviendo una indudable
regresión histórica siendo una nueva colonia de las empresas
multinacionales? ¿No está sucediendo lo mismo que en la época virreinal
cuando la Corona Española saqueaba nuestro oro, plata y demás riquezas
naturales? Es hora de preguntarnos y de cuestionar a nuestra clase
política, enquistada en los diversos partidos políticos, si no hemos arrojado por la borda
las conquistas sociales y los instrumentos de defensa a la nación y a
su soberanía (que fueron consagrados en la Constitución Política de los
Estados Unidos Mexicanos en 1917) con la aprobación de las reformas
estructurales.
Por todo el territorio nacional se están
priorizando proyectos carreteros, energéticos y de toda índole, pasando
por encima de los elementales derechos humanos de los pueblos
originarios a los que, como en la Colonia, se busca reducir a la
condición de servidumbre, siendo los voraces capitalistas sus modernos
“encomenderos”. Los gobiernos neoliberales se han encargado de otorgar
cientos de concesiones para la explotación de nuestros recursos mineros a
empresas extranjeras, las cuales imponen a sus trabajadores condiciones
de explotación similares a las vividas hace 1 siglo, cuando los obreros
mexicanos eran masacrados al menor intento de protesta, como sucedió en
Cananea, Sonora; o como ocurriera siglos atrás, con miles de indígenas
sometidos a una brutal explotación por las encomiendas.
En la última década el país ha estado
inmerso en una supuesta guerra contra el crimen organizado, que se ha
transformado en un problema sin solución, porque los gobiernos en turno
se han empecinado en cerrar los ojos para atacar las causas que
la originan, como son la pobreza y la marginación, presentes en todo el
país. Como hace 205 años, el hambre es uno de los peores flagelos de
México.
Cabe preguntarnos entonces si en este mes
de la patria hay algo que valga la pena realmente celebrar; cada día
surgen por doquier más establecimientos de capital extranjero y
consorcios multinacionales, aniquilando el pequeño comercio y la mediana
empresa, como muestra de que nuestra independencia económica hace mucho
dejó de existir.
En este escenario de modernizado
colonialismo con su libre mercado, las alcabalas de ayer ahora son
compromisos pactados en desventajosos tratados de libre comercio. Nada
ha cambiado luego de siglos de dominación de las naciones poderosas
sobre las débiles. Por eso, lejos de celebrar por una Independencia que
hemos perdido, debemos organizarnos como los mexicanos que en el pasado
lucharon por alcanzar un régimen social más justo. Ahora nuestro
objetivo debe encaminarse a restablecer la legalidad y el estado de
derecho que nos han arrebatado los antinacionalistas neoliberales. Aún
es tiempo. ¡Que viva el pueblo de México!
Martín Esparza Flores*
*Secretario general del Sindicato Mexicano de Electricistas
[BLOQUE: OPINIÓN] [SECCIÓN: ARTÍCULO]
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