Pemex y la reforma energética: México destruye parte de su propia identidad


 
PROCESO 
 
El petróleo mexicano se convirtió, después de la expropiación de 1938, en uno de los dos símbolos de la identidad nacional mexicana –el otro, la Virgen de Guadalupe–. El hidrocarburo, afirma el historiador Lorenzo Meyer, le dio a los mexicanos un sentido de nación, de nacionalismo, de Estado, de unidad. Ahora todo eso se ha perdido por la cortedad de miras de la clase gobernante, a la cual le falta la visión del estadista, suplida por los mezquinos intereses económicos del corto plazo.
CIUDAD DE MÉXICO (Proceso).- Antes de Pemex no había más símbolo de identidad nacional que la Virgen de Guadalupe. Con la expropiación petrolera de marzo de 1938, y la creación de la empresa estatal, “el nacionalismo mexicano adquiere su momento cumbre”, dice el historiador Lorenzo Meyer. Y explica por qué: es la culminación de un esfuerzo en un país que a la vez estaba creando su sentido de independencia, de nación, de nacionalismo, y todo eso se conjuga en el petróleo.
Durante los gobiernos de Ruiz Cortines, López Mateos y Díaz Ordaz, “Pemex era tan fuerte que parecía el ‘Gibraltar’ del nacionalismo mexicano: una roca que ya no se va a mover”. La empresa, dice el también politólogo, llegó a ser “el símbolo de un país que tenía confianza en sí mismo”.
–¿Cuándo comienza a pervertirse esto? Todo indica que fue con López Portillo cuando se empieza a explotar, en 1979, el yacimiento de Cantarell y dice que “vamos a aprender a administrar la abundancia” –se le pregunta.
–Ése es el momento. Es el momento en que el sistema ya siente la lumbre en los aparejos. Porque se combina el movimiento estudiantil de1968, la guerra sucia de los setenta. Ahí pierde su inocencia el sistema, si es que le quedaba. El sistema es represivo, con desapariciones forzadas, con graves crisis económicas que empezaron al final del gobierno de Luis Echeverría.
A partir de ahí, dice Meyer –autor, entre muchos títulos, de México y los Estados Unidos en el conflicto petrolero–, Pemex no es más símbolo de identidad nacional ni, mucho menos, la empresa que significó para el país confianza en sí mismo. Desde el gobierno de López Portillo (1976-1982) y los que le siguieron, hasta el de Enrique Peña Nieto, la idea fue explotar al máximo a la paraestatal “y sacarle todas las utilidades posibles para el beneficio sexenal.
“Es la visión del político, no del estadista. La visión de Cárdenas es la visión del estadista. Y se perdió. Se perdió un proyecto nacional. Ahora qué es lo que hace quien dirige el país (Enrique Peña Nieto, a quien evita nombrar): administrar el día a día, y estar listo a ver cuáles son los vaivenes que lo van a perjudicar o a beneficiar. Pero no hay un proyecto de país”.
De hecho, dice, lo que el gobierno está haciendo ahora con la empresa, con la reforma energética, es permitir que otra vez vengan los extranjeros y se lleven buena parte de la renta petrolera, que antes era toda para el país.
Fragmento del reportaje que se publica en la edición 2056, ya en circulación

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