Calderón en la picota de su versión histórica
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El
11 de octubre de 2009, México vivió uno de los pasajes más oscuros de
su historia reciente. Con un inusitado despliegue policial y a altas
horas de la noche, los agremiados del Sindicato Mexicano de
Electricistas (SME) fueron expulsados de sus centros de trabajo cual si
fueran peligrosos criminales; miles de elementos de la entonces Policía
Federal al mando del hoy acusado en las cortes americanas de brindar
protección a los cárteles de la droga, Genaro García Luna, y miembros
encubiertos de las fuerzas castrenses, fueron enviados a acallar
cualquier protesta ante la imposición de un Decreto de Extinción que
liquidaba a la empresa pública Luz y Fuerza del Centro y dejaba sin
sustento a 44 mil familias.
Por más de una década, los responsables
de este encubierto golpe de Estado guardaron silencio y trataron de
justificar una acción que nunca tuvo como propósito la defensa de la
industria eléctrica nacional ni de los recursos presupuestales, sino la
entrega del sector energético al capital privado, tanto nacional como
extranjero.
Ahora, es el propio responsable de esta
bajeza el que da su versión de los hechos, enredándose en su propia
telaraña de mentiras y egolatrías, con las que busca maquillar sus
manifiestas incapacidades y torpezas.
A confesión de parte, relevo de pruebas. Y el narcopresidente
Felipe Calderón Hinojosa ofrece en su libelo: “Decisiones Difíciles”,
su propio material condenatorio para ser llevado ante la justicia, por
el baño de sangre y abusos de poder cometidos por personajes de baja
catadura como el exsecretario del Trabajo, Javier Lozano Alarcón, y el
hoy enjuiciado en Estados Unidos Genaro García Luna.
El golpe al SME, al que dedica todo un
capítulo, es la prueba irrebatible de un político mediocre al que nunca
abandonó la sombra del fraude electoral ni su enfermiza obsesión por ver
como su enemigo a un sindicato que logró tener uno de los contratos
colectivos de trabajo más avanzados del mundo.
En esta serie de artículos echaremos
abajo todas y cada una de sus mentiras de este personaje descalificado
como su inquina y deshonestidad por los propios miembros de su partido.
Los endebles argumentos de la extinción de LyFC
Representante de un Estado fallido, el
expresidente Felipe Calderón Hinojosa pretende apostarle a la desmemoria
de los mexicanos al contar su propia historia sobre un narcogobierno
plagado de abusos de poder, corrupción e ineptitud, que dejó sumido al
país en un baño de sangre, mayor pobreza, inseguridad y desempleo.
Con el mayor de los desparpajos,
Calderón señala que la extinción de Luz y Fuerza del Centro representó
una de las decisiones más difíciles de su gobierno, pero de las más
acertadas; sin embargo, al leer a detalle los antecedentes narrados en
su mamotreto autobiográfico, se infiere que siempre albergó un tufillo
fascista hacia los sindicatos independientes y a las conquistas
sindicales de los trabajadores.
Al narrar cómo se concatenó la perversa
estrategia tejida desde el poder para ejecutar el despojo laboral al
SME, aparece una de las tantas contradicciones a su tesis de campaña en
que aspiró a ser El Presidente del Empleo; Felipe Calderón deja
en claro su absoluta ignorancia sobre la historia de las luchas
sindicales que costaron la sangre y una cuota de interminables
represiones, hasta lograr que el trabajador mexicano pudiera aspirar a
un decoroso nivel de vida.
Para el fugaz secretario de Energía en
el gobierno de Vicente Fox, el contrato colectivo del SME era la causa
principal del quebranto financiero de Luz y Fuerza, cuando la propia
Auditoría Superior de la Federación (ASF), en el análisis de la Cuenta
Pública de 2009, dejó en claro que a la entidad pública se le obligaba a
comprar electricidad a la Comisión Federal de Electricidad (CFE), a un
alto precio fijado por la Secretaría de Hacienda y era la propia
dependencia la que fijaba las tarifas al público, dejándole una escasa
ganancia. Su quiebra era alentada desde el gobierno mismo.
Imposible que un presidente ignorara
esta situación tratándose de una entidad que brindaba el suministro de
electricidad a 6 millones de usuarios en la zona centro del país,
incluida por supuesto, la Ciudad de México.
También resulta improbable que Calderón
no estuviera enterado de que desde el sexenio de Vicente Fox, sus
correligionarios y también titulares de Energía, Ernesto Martens y
Fernando Canales, fraguaran hacerse propietarios de la fibra óptica
contenida en los mil 100 kilómetros de la red de infraestructura de
LyFC.
Aduce que el SME se negó a asumir
compromisos de productividad para sacar adelante a la empresa, pero
mañosamente no plasma en su libelo que con la mayor de las alevosías
engañó a los electricistas con la aprobación de funcionarios como la
titular de Energía, Georgina Kessel , para poner en marcha un proyecto
de triple play que buscaba aprovechar la fibra óptica de Luz y Fuerza
para ofrecer los servicios de internet, voz e imagen a la población de
escasos recursos, a un precio muy inferior al de las cableras.
De haberse concretado el proyecto no
sólo se hubieran saneado las finanzas de la entonces paraestatal con una
inyección anual de más de 100 mil millones de pesos; además, las
escuelas públicas hubieran contado con internet sin costo. Calderón no
revela a los mexicanos que todo era parte de un engaño al país y que
esta fibra óptica ya se había entregado a las empresas privadas de los
panistas Martens y Canales, quienes solo esperaron el golpe al SME para
comenzar a operar su empresa WL-Comunicaciones.
¿Era este tráfico de influencias la
defensa del interés de los mexicanos? Y sólo hay dos respuestas: o el
expresidente era tonto o se pasaba de listo y de corrupto.
El sábado 10 de octubre, día asignado
para el golpe al SME y a LyFC, narra cual si se tratara de una hazaña
nacional, que junto con su gabinete recibían informes del Cisen (Centro
de Investigación y Seguridad Nacional) sobre las actividades de los
dirigentes del SME. El pusilánime gobernante temía que la capacidad de
movilización de los electricistas le echará abajo su infamia.
Esto demuestra que al mandatario le
preocupaba más espiar a los dirigentes sindicales que a los
narcotraficantes, a quienes desde el arranque de su gobierno les había
declarado la guerra, que no resultó más que un grotesco tinglado que
costó la vida a más de 90 mil mexicanos, entre ellos innumerables
marinos y soldados, a los que Genaro García Luna les tendió celadas por
órdenes de los barones del crimen organizado.
Calderón aprovechó que el país se entretenía con el partido entre México y El Salvador, donde el TRI se
jugaba su pase al Mundial de Sudáfrica, para dar la orden a sus
testaferros de ejecutar su plan, justo “cuando Cuauhtémoc Blanco anotaba
el segundo gol”.
Según la relatoría del expresidente,
entre los protocolos contenidos en el despliegue policiaco-militar
empleado para imponer su Decreto de Extinción, sí se contempló haber
llevado el uso de la represión hasta sus últimas consecuencias.
Lo que no dice es el porqué nunca
planteó hacer un debate de cara a la nación para analizar la situación
de Luz y Fuerza y del sector energético del país, si es que, como
afirma, lo animaba el interés de los mexicanos. Tampoco explica las
razones para haber utilizado a miembros de las fuerzas armadas, vestidos
de policías federales, para reprimir a los trabajadores. Pero estas
líneas son apenas el comienzo de lo mucho que debe desmentirse sobre
esta infamia nacional. (Continuará)
Martín Esparza Flores / primera parteFuente
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