Mapa de riesgo por COVID-19 en la CDMX en GoogleMaps no es confiable
Desafío emergente: verificación de la información en plataformas geotecnológicas de COVID-19
Instituto de Geografía, UNAM
En días recientes, a través de
redes sociales y algunos medios de comunicación, ha circulado un mapa
del nivel de riesgo por COVID-19, calculado por nivel socioeconómico y
densidad de población, el cual ha generado polémicas en torno al marco
conceptual a través del que define las categorías de riesgo de las
distintas unidades territoriales.
Lo anterior nos permite reflexionar
sobre el uso y difusión de la información vertida en las plataformas
geotecnológicas, con miras a brindar a los usuarios estrategias para
verificar que los “mapas de riesgo” por COVID-19 que consulten, en
efecto, midan el “riesgo” y no otro tipo de categorías de análisis.
Plataformas geotecnológicas y datos abiertos
El uso de datos abiertos
geoespaciales y de aplicaciones geotecnológicas, incluyendo sistemas de
información geográfica, ha adquirido una relevancia social sin
precedentes. Reflejo de lo anterior es el papel protagónico del uso de
los mapas para visualizar la expansión del COVID-19 en México y el
mundo.
Debido al indudable valor y
relevancia que tales herramientas tienen para la vida pública, el número
de usuarios que las consultan crece rápidamente. De igual manera, se
han redoblado esfuerzos para la actualización periódica de los datos, su
estandarización, cobertura, resolución y temática.
Algunos ejemplos de dichas plataformas digitales son las diseñadas por el gobierno federal en su portal sobre coronavirus; por universidades como la UNAM (iCOVID-19), al igual que por múltiples esfuerzos ciudadanos, el caso de Baruch Sangines (@datavizero) es notable.
La promoción del uso de dichas
tecnologías, así como el desarrollo de servicios y aplicaciones en línea
que permitan a la población hacer frente a los riesgos, es por demás
deseable para sumar a la prevención ciudadana. No obstante, detrás de
dichos esfuerzos tecnológicos deben garantizarse sustentos conceptuales
adecuados.
Lo anterior nos permite regresar al
caso del mapa sobre el nivel de riesgo por Covid-19 que mencionamos al
inicio, ya que, aunque su metodología no queda muy clara, sí expresa que
se basa principalmente en dos variables: concentración humana total
(densidad por kilómetro cuadrado) y el nivel socioeconómico.
El campo semántico del riesgo: amenaza, exposición y vulnerabilidad
La Oficina de las Naciones Unidas para la Reducción del Riesgo de Desastres define al riesgo como
la posibilidad de que se produzcan muertes, lesiones o destrucción en
bienes en una comunidad. La ONU agrega que el riesgo se determina de
forma probabilística como una función de la amenaza, la exposición, la vulnerabilidad y la capacidad.
Las amenazas constituyen los
procesos, fenómenos o actividades humanas que pueden ocasionar muertes,
lesiones u otros efectos en la salud, daños a los bienes, disrupciones
sociales y económicas o daños ambientales. En el caso del COVID-19, el
SARS-CoV-2 es una amenaza de tipo biológico.
La exposición refiere a la
localización en que se encuentran las personas, infraestructuras,
viviendas, y capacidades de producción y otros activos humanos tangibles
situados en zonas expuestas al contagio por COVID-19.
El nivel de vulnerabilidad de
los habitantes ante el efecto potencial del COVID-19 deriva de las
características de las personas o grupos en términos de morbilidad, así
como de las condiciones sociales, culturales y económicas que influyen
en su capacidad para anticipar, hacer frente, resistir y recuperarse de
los efectos adversos del coronavirus.
La capacidad resulta de la
combinación de todas las fortalezas, los atributos y los recursos
disponibles dentro de una organización, comunidad o sociedad que pueden
utilizarse para gestionar y reducir el impacto de una amenaza; en el
caso del impacto del COVID-19 en la población, es de suma relevancia
considerar la capacidad del sistema de salud en los diferentes niveles
territoriales
¿Mapa de riesgo?
Al basarse en la densidad de
población y el nivel socioeconómico, el mapa que motivó esta reflexión,
hace referencia a indicadores relacionados con la vulnerabilidad, pero deja de lado a un componente muy importante para el análisis del riesgo: la amenza.
Aunque pareciera sólo un simple e
inocente matiz conceptual, las consecuencias derivadas de dicha omisión
metodológica, conlleva a conclusiones que pueden resultar peligrosas.
Por ejemplo, al considerar
únicamente las variables socioeconómicas anteriormente referidas, dicho
mapa representa a zonas de Iztapalapa, o del reclusorio oriente, como
zonas de “bajo riesgo”; no obstante, al agregar a dichas regiones el
componente de la “amenaza”, por ejemplo, el número de casos confirmados
de COVID-19, resulta que su riesgo es muy alto.
Al no agregar en su análisis el
atributo de “amenaza”, dicho mapa puede propagar un mensaje de falsa
seguridad a los usuarios de éste, situación que podría resultar
potencialmente dañina, y mas aún en el contexto de la “Nueva
normalidad”.
En todo caso, el mapa brinda
información sobre las condiciones socioeconómicas de la Zona
Metropolitana de la Ciudad de México, pero de ninguna manera puede
utilizarse como una herramienta para dimensionar los niveles de riesgo
por contagio a COVID-19. El mapa es un esfuerzo genuino y bien
intencionado, pero es conveniente establecer una comunicación abierta
entre los generadores de este tipo de información, aún si no hay
acuerdo en los resultados que cada quien plantea, para mantener la
seriedad y la credibilidad, con el fin de que juntos atajemos la
aparición de “fake maps” que, al igual que las “fake news”, pueden ser
igual de improductivos, nocivos y peligrosos para la convivencia.
Este ejemplo no es uno aislado
pues, debido a su naturaleza, las plataformas geotecnológicas seguirán
proliferando, abriendo más posibilidades de difusión y análisis de
información relevante. Lo cual es sumamente deseable. Sin embargo,
también revela la necesidad de abrir foros para reflexionar sobre la
producción, validación y comunicación pública de información vertida en
tales plataformas, ya que dichas prácticas representan grandes desafíos
éticos, en los cuales intervienen comunidades científicas, ciudadanas y
medios de comunicación.
Marco A. Miramontes Téllez
2020-06-01Fuente
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