- La terca realidad
- Análisis alucinados
- Más control gringo
- El ABC de lo impune
Julio Hernández López
Los gringos le dan palmadas documentales a sus empleados que en el traspatio realizan sangrientos reacomodos comerciales. Fiesta en Los Pinos porque ya no le descalifica el Departamento de Estado de la potencia vecina como en años anteriores, complacidos los apacibles jueces de Washington porque el propiciatorio consumo norteño fluye tranquilo y ordenado mientras los proveedores sureños se exterminan en las calles conforme al plan diseñado en octubre de 2006, a un mes de que accidentadamente tomara posesión el representante local de la compañía, el lic. Calderón, llevado a esa guerra por los intereses de los patrones representados en aquella reunión secreta por la DEA y la FBI.
Letras estadunidenses de elite que en su reporte anual de resultados de su estrategia contra los narcóticos creen ver en México resultados maravillosos, avances y progreso, a tal grado que, emocionados desde el confort de sus oficinas, en las que no puede haber mayor sobresalto que una mínima elevación del ruido del clima artificial, se permiten la ligereza de considerar que, ¡oh, histórico acontecimiento!, los cárteles del narcotráfico “por primera vez enfrentan una amenaza existencial” tan grave, pero tan grave, que esta vez “no podrán ganar mediante el soborno y la intimidación”.
Suspiros desde paraísos alucinados que no corresponden con la terrible realidad cotidiana, sobre todo en el norte del país, donde no existen autoridades, instituciones ni leyes, tomadas como están las carreteras y las calles por los bandos en pugna, en un ambiente de miedo generalizado a causa de hechos reales, como lo ha dicho el propio obispo de Ciudad Victoria, Tamaulipas, Antonio González Sánchez, con cuidado lenguaje que sin embargo no deja lugar a dudas: “La cosa es que no fue rumor, hasta donde entiendo fue una realidad; de hecho, otros sacerdotes de otros municipios que tocan a la diócesis me dijeron lo mismo, que en su municipio estaba la gente muy temerosa, entonces yo no creo que fue rumor, según me contaron las personas que lo vieron, pues fueron balas de a de veras” lo que sucedió cuando menos en los municipios de Victoria, Abasolo y Soto la Marina (http://twurl.nl/mj2f8m). En YouTube también está un video realizado por una mujer que cámara al hombro recorrió calles de Ciudad Camargo, Tamaulipas, para dar cuenta de lo que allí sucede (http://bit.ly/aAHn1c puesto en Twitter vía@adalid24). Y un portal periodístico regiomontano que abrió tribuna para hablar de la Frontera al rojo vivo, y donde fue colocado un supuesto comunicado de la Nueva Federación de capos que explica la situación, llama a no temer y da recomendaciones de comportamiento para los ciudadanos en general (http://bit.ly/9WohuQ).
La disociación de la realidad no es gratuita ni impensada. El respaldo externo aparece cuando, según eso, Calderón baja en las encuestas (a las que esta columna de opinión nunca ha hecho gran caso, sabido como es que los resultados suelen ser al gusto del cliente y que no hay un solo mecanismo de supervisión externa que dé confiabilidad a esos guisos internos). Y la vertebración argumental del respaldo gringo a la “guerra” calderónica sirve para anunciar que cada vez será más el control que los jefes fumadores y consumidores darán a la tierra productora o transportista: en el mencionado informe anual del Departamento de Estado sobre el control del narcotráfico (fuera de sus fronteras, obviamente) se expresa con toda claridad que “en los próximos años se verá que Estados Unidos provee centenares de millones de dólares en equipos avanzados para los esfuerzos antinarcóticos en México y para la capacitación de decenas de miles de agentes policiales, de aduanas y seguridad”. ¡México, creo en la DEA y la FBI!
Literalmente, el ruido de las balaceras no deja escuchar, apreciar, reflexionar, reaccionar. El Caballo de Troya/Mérida avanza sin parar, mas hoy la atención está puesta en el salvamento individual, en la sobrevivencia familiar. Nada parece conmover a una sociedad que día a día se entera de peores cosas que, sin embargo, apenas alimentan la hoguera intrascendente del chismorreo, el insulto y, a veces, el cinismo de la desesperanza. Allí está el caso extremo de la responsabilidad adjudicada por una comisión investigadora de la Suprema Corte a altísimas personalidades de la siempre impune política mexicana: los nombres y apellidos de funcionarios que por incumplidos o indolentes son corresponsables de la muerte de decenas de niños en la guardería ABC de Hermosillo pero que podrán seguir disfrutando de su riqueza enorme. Por ejemplo, en el caso del ex gobernador Bachoco, Eduardo Bours, símbolo de frivolidad, corrupción y altanería mientras en mala hora tuvo el mando de la gran Sonora, y el actual secretario del negocio de Alí Babá y sus muchas concesiones en materia de transportes y comunicación, Juan Molinar Horcasitas, grillo retorcido que lo mismo aparece en relatos amenazando al estilo gánster a la esposa de Carlos Ahumada que en el episodio de las guarderías y el desbarajuste general del Seguro Social que ahora en el contexto de un supuesto relevo del devaluado secretario Gomón. Ellos fueron, ellos son, junto a otra lista de falsos servidores públicos, pero al igual que a las familias del poder, entre otros, los miembros en Hermosillo del clan intocado de los Zavala Gómez del Campo, nada grave les sucederá. Cuestión de aguantar algunos días de escarnio mientras surge otro escándalo que haga olvidar los anteriores.
Astillas
Ulises Ruiz impuso a su guardaespaldas designado, el diputado federal con licencia, Eviel Pérez Magaña, como candidato a la sucesión. Nadie espere cosas distintas: el gobernador de manos rojas hará lo que sea necesario (incluso cosas pacíficas y legales) para sacar adelante su carta... Y, mientras la férrea alianza perreánica le impone como terrible condición al senador priísta Mario López Valdez que renuncie al PRI para ser candidato “de oposición” a gobernador de Sinaloa, ¡hasta mañana, con los saqueos en Chile dando paso a las tropas en las calles!
Fax: 5605-2099 • juliohdz@jornada.com.mx
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