El capitalismo se derrumba

Jaime Richart (especial para ARGENPRESS.info)


Últimamente me avergüenza escribir sobre asuntos que trata todo el mundo con tanta saña, tanta alarma y tanta fingida desesperación; fingida, porque ellos, los analistas, viven como dios. Y me avergüenza, porque la reiteración me pareció siempre propia de débiles mentales. Lamentarse una y otra vez, culpar a otros de lo que es fruto de la fatalidad de un orden de cosas que se apaga por su propia naturaleza, como un sol al que se le está terminando el helio, y todo a voz en grito, será muy natural pero a mí me parece que es propio de espíritus entecos y de oligofrénicos... Me avergüenza, pero me arrastra el griterío que ensordece.


Se habla tanto de la crisis y el paro que cuesta trabajo creer que los medios no se regocijen por dentro porque son temas que dan para todo y para todos. En el capitalismo todo el mundo piensa en uno mismo y en el ahora. Y sin embargo, ya lo he dicho y repetido, los problemas que padece este país, como los que son de su mismo sistema, no podrían resolverlos más que el mercado, el Sumo Hacedor de la libre como falsa concurrencia. El es el verdadero culpable. Ya no tiene ideas o van a parar todas a la misma intención y se abotarga. La culpa no es del gobierno, salvo que nos convierta a todos en funcionarios y se pase al socialismo real. Pero perded cuidado. Aun desplomándose, tenemos capitalismo financiero para rato y para hacernos desear más y más que caiga como la carpa de un circo abatida por el viento...


Porque, efectivamente, la crisis nos asfixia y el paro es imparable... Y es porque el capitalismo se está desmoronando vertiginosamente y a ojos vista. Como sucede con todas las construcciones frágiles, el derrumbamiento ha empezado por los países sin cimientos, como España. Durante un montón de años aquí todo funcionó a base de ladrillo y cemento. Ahí radicaba la alegría del empleo. Obras por todas partes, privadas y públicas, hacían creer que España era poco menos que el país de Jauja. Los bancos no invitaban, incitaban al endeudamiento masivo, lo mismo que las instituciones alcanzan sumas desorbitadas para una mal avenida nación en mantillas de democracia que padece una visible neurastenia social, política, religiosa y mediática. Pero ya no cabe una construcción más, y las viviendas vacías alcanzan cantidades tan siderales como absurdas. Por otra parte ya se ha dado cuenta todo el mundo (que ha podido) de lo dramático que es vivir endeudado hasta la ruina: otra de las razones de una vida alegre pero irresponsable colectiva que ha acabado con el descorche de las botellas de cava y de champagne..


Y aún los papanatas políticos y mediáticos persiguen de palabra y obra a los pocos países que sobreviven con dignidad gracias al socialismo real que interviene y regula la libertad en la medida que aquí se la toman los dueños de la producción (la escasa producción de la que se puede enorgullecer este país insufrible), y disfrutan a costa de la libertad encadenada por el paro y por las deudas de quienes a duras penas pueden vivir el día a día.


El capitalismo, en tanto que mercado, que dura desde la noche de los tiempos, se derrumban. Pero es que la democracia se disuelve mostrando sus ingentes lacras, falsías y mentiras. ¿No quieren marxismo, ni intervencionismo de la verdadera inteligencia que enderece los caminos que habrían de seguirse en tiempos agotados?, pues ¡muera de una vez el capitalismo y muera la democracia occidental!, escuchemos todos el estrépito del seísmo que se avecina y los habrán de derrumbar!


De todos modos y a fin de cuentas nada se pierde... Pregúntese cada cual si la libertad que -dicen- cunde entre nosotros para pelear y para insultar pero no para tomar iniciativas sujetas a la voluntad y al capricho de los que ordenan y mandan en el país, en el dinero, en los territorios y en cada terruño; si la libertad, digo, justifica esta amalgama de desigualdades y de injusticias permanentes que unas veces padecemos y otras presenciamos desde el odioso capitalismo que todo lo destruye y no sólo el empleo.


El capitalismo propiamente dicho lo fundó Adam Smith en su obra La riqueza de las naciones. Está basado en la noble iniciativa individual que acabó siendo una guía para el expolio... de las naciones. Ahí tenemos a los anglosajones, a cuya calaña pertenece el fundador, acarreando desde las especias hasta el petróleo que no han dejado de usurpar a la “riqueza de las naciones”...
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