Los niños mantuvieron la esperanza
Afp
Periódico La Jornada
Miércoles 13 de octubre de 2010, p. 6
Mina San José, Chile, 12 de octubre. Corren, juegan futbol y ríen con el payaso: los niños del campamento Esperanza han aguardado con aparente tranquilidad la salida de los 33 trabajadores atrapados en la mina San José, aunque la ausencia de un padre, un hermano o un abuelo les marcará para siempre.
“Ellos no lo dicen, sino que a veces jugando o dibujando lo expresan”, señala Margarita Guzmán, la maestra que se ocupa de la escuela provisional ubicada cerca de la mina desde finales de septiembre.
“El otro día hicieron una mina muy linda, con el plan C (una de las tres excavadoras de los túneles para llegar a los mineros), en leggo. Decían: ‘acá están los mineros; acá los van a sacar’. Así expresan su preocupación por lo que ocurre”, agrega.
“Lo vivo mal”, dice Javier Galleguillos, de 10 años, uno de los cuatro nietos de Mario Gómez (63 años), el más veterano de los mineros atrapados desde el 5 de agosto.
“Cuando dieron la carta diciendo que todos estaban vivos, me puse a llorar”, agrega, “pero siempre pensé que saldría pronto y que todos los mineros estaban vivos.”
“Sueño con que mi abuelo y los demás mineros estén fuera”, agrega su hermano mayor, Nicolás, uno de los ocho alumnos de la escuela.
Durante toda la espera, este optimismo marcó a los casi 30 niños que dejaron escuela y amigos para vivir en un campamento desde el día del accidente.
“Siempre pensaron en el rescate como algo positivo. No tienen el miedo de los grandes. No pensaban que pudiera haber una falla”, explica Raúl Valencia, profesor de educación física.
Dos días después que una sonda halló con vida a los mineros el 22 de agosto, Valencia, que estaba desempleado, dejó su casa de San Felipe “por impulso” y viajó 700 kilómetros al norte para ocuparse de los niños.
En la mitad del año escolar, que en Chile comienza en marzo, este profesor les impartió clases en el comedor o donde pudiera.
El 27 de septiembre, el ministro de Educación, Joaquín Lavín; el alcalde de Copiapó, Maglio Cicardini, y la intendenta de Atacama, Ximena Matas Quilodrán, inauguraron una escuela prefabricada.
“Para mí fue demasiado tarde y hubiese sido mucho mejor que hicieran algo de más bajo perfil, no todo ese circo y ese aprovechamiento político del caso”, lamentó la maestra Margarita Guzmán, quien se ocupa de los distintos niveles de enseñanza.
En paralelo, un sicólogo visitó el campamento y realizó un taller la semana pasada.
“Fue divertido. Había un palito y alrededor cartas. Le daba vueltas y se designaba a alguien para que sacara una carta. Tenía que contestar preguntas personales. ‘¿Qué te enseñó tu papá o tu mamá?’, ‘¿Qué lugar te gusta a ti?’,” platica Javier.
Para él, “lo más complicado fue dormir en una carpa, porque hace mucho frío y, en el desierto, los colchones se mojan en la noche”.
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Periódico La Jornada
Miércoles 13 de octubre de 2010, p. 6
Mina San José, Chile, 12 de octubre. Corren, juegan futbol y ríen con el payaso: los niños del campamento Esperanza han aguardado con aparente tranquilidad la salida de los 33 trabajadores atrapados en la mina San José, aunque la ausencia de un padre, un hermano o un abuelo les marcará para siempre.
“Ellos no lo dicen, sino que a veces jugando o dibujando lo expresan”, señala Margarita Guzmán, la maestra que se ocupa de la escuela provisional ubicada cerca de la mina desde finales de septiembre.
“El otro día hicieron una mina muy linda, con el plan C (una de las tres excavadoras de los túneles para llegar a los mineros), en leggo. Decían: ‘acá están los mineros; acá los van a sacar’. Así expresan su preocupación por lo que ocurre”, agrega.
“Lo vivo mal”, dice Javier Galleguillos, de 10 años, uno de los cuatro nietos de Mario Gómez (63 años), el más veterano de los mineros atrapados desde el 5 de agosto.
“Cuando dieron la carta diciendo que todos estaban vivos, me puse a llorar”, agrega, “pero siempre pensé que saldría pronto y que todos los mineros estaban vivos.”
“Sueño con que mi abuelo y los demás mineros estén fuera”, agrega su hermano mayor, Nicolás, uno de los ocho alumnos de la escuela.
Durante toda la espera, este optimismo marcó a los casi 30 niños que dejaron escuela y amigos para vivir en un campamento desde el día del accidente.
“Siempre pensaron en el rescate como algo positivo. No tienen el miedo de los grandes. No pensaban que pudiera haber una falla”, explica Raúl Valencia, profesor de educación física.
Dos días después que una sonda halló con vida a los mineros el 22 de agosto, Valencia, que estaba desempleado, dejó su casa de San Felipe “por impulso” y viajó 700 kilómetros al norte para ocuparse de los niños.
En la mitad del año escolar, que en Chile comienza en marzo, este profesor les impartió clases en el comedor o donde pudiera.
El 27 de septiembre, el ministro de Educación, Joaquín Lavín; el alcalde de Copiapó, Maglio Cicardini, y la intendenta de Atacama, Ximena Matas Quilodrán, inauguraron una escuela prefabricada.
“Para mí fue demasiado tarde y hubiese sido mucho mejor que hicieran algo de más bajo perfil, no todo ese circo y ese aprovechamiento político del caso”, lamentó la maestra Margarita Guzmán, quien se ocupa de los distintos niveles de enseñanza.
En paralelo, un sicólogo visitó el campamento y realizó un taller la semana pasada.
“Fue divertido. Había un palito y alrededor cartas. Le daba vueltas y se designaba a alguien para que sacara una carta. Tenía que contestar preguntas personales. ‘¿Qué te enseñó tu papá o tu mamá?’, ‘¿Qué lugar te gusta a ti?’,” platica Javier.
Para él, “lo más complicado fue dormir en una carpa, porque hace mucho frío y, en el desierto, los colchones se mojan en la noche”.
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