Redes sociales:
una nota.
Miguel Carbonell.
Las redes sociales y la onmipresencia de internet en nuestras vidas están cambiando radicalmente el mundo.
Se estima que en el año 2015 habrá en el mundo 3,500 millones de personas capaces de utilizar internet. Hoy en día sabemos ya que Facebook tiene más de 500 millones de usuarios registrados y Twitter sobrepasa los 190 millones (se suman cada día 370,000 personas a Twitter, las cuales envían 95 millones de tweets por día). Si fueran países, esas dos redes sociales serían el tercero y el séptimo más poblados del planeta, respectivamente.
Las posibilidades de tal transformación tecnológica son enormes y se aprecian en muchos sectores de la vida social. La posibilidad de comprar boletos de avión y hacer reservaciones de hotel en línea ha hecho que casi desaparezcan las agencias de viajes.
La información periodística se transmite en tiempo real (en el momento en que está surgiendo) a través de las redes sociales. Cuando uno lee al día siguiente el periódico ya sabe lo que ocurrió en la víspera; de los medios tradicionales ya no se espera solamente información (que se obtiene de manera más veloz y gratuitamente en la red), sino análisis a profundidad, de forma que nos ayuden a discernir el alcance e implicaciones de ciertos hechos.
La irrupción del "terremoto Internet" lo está cambiando todo. En medio del maremoto, quizá se nos dificulte valorar y juzgar la magnitud del cambio, pero por lo que se alcanza a ver a inicios del siglo XXI, las transformaciones que están ocurriendo pueden ser calificadas sin dificultad como "épicas".
Cada persona equipada con un teléfono celular se convierte en un potencial reportero. O en un invasor de nuestra vida privada. El vecino de mesa en el restaurante, el despreocupado caminante en un centro vacacional, un compañero de trabajo o de escuela, pueden tomarnos fotos y subirlas a internet de inmediato, poniendo a disposición de todos nuestra intimidad. No hay momento o lugar en el que nos podamos sentir 100% a salvo de la mirada del otro. Las fronteras entre lo público y lo privado se difuminan. La privacidad queda restringida únicamente al domicilio, y a veces ni siquiera eso.
Desde luego, no todo son buenas noticias. La red nos permite comprar libros recién aparecidos en otros países pero también es utilizada sin escrúpulos para intercambiar pornografía infantil. El anonimato de muchos usuarios de las redes sociales los vuelve de pronto valientes para insultar, confrontar y discriminar a cualquiera. Lo que muchas personas no se atreven a hacer cara a cara, lo hacen de forma anónima e impune por medio de internet.
Las regulaciones jurídicas van llegando a la “galaxia internet” con la conocida e histórica lentitud del derecho; las consecuencias de lo actuado en la red todavía no están claras, ni respecto al alcance que deben tener ni respecto a la manera de exigirlas, aunque los juicios de todo tipo como consecuencia de actividades generadas en internet ya suman miles en todo el planeta.
Con base en pruebas obtenidas por internet se han abierto juicios penales, civiles, de responsabilidad administrativa y hasta familiares (cada vez es más frecuente que se presenten solicitudes de divorcio por infidelidades cibernéticas o por mentiras documentadas en internet).
Las relaciones sociales, la forma de vincularnos con los demás, también están cambiando de forma importante. Uno de cada ocho matrimonios en Estados Unidos se conocen hoy en día por medio de la red. Abundan las webs para encontrar personas, con cualquier tipo de finalidad u objetivo. Si uno tiene un gusto personal por la fotografía de aves, en internet no solamente encontrará las mejores fotos, sino también a miles de personas que comparten la misma afición. Si se quiere conformar una red de especialistas en historia medieval de Francia o en el constitucionalismo mexicano del siglo XIX, es seguro que en la red se podrán encontrar los contactos y el eco que uno está buscando.
Hay veces en que las personas que conocemos por medio de internet no pasan a nuestra vida real, permaneciendo como amistades o contactos simplemente virtuales; en otros casos un primer contacto virtual abre la puerta para el cara a cara, que puede resultar fabuloso o terrorífico según los participantes y sus deseos o expectativas.
Una víctima futura del impacto de internet es la televisión. En Estados Unidos ya se está detectando una caída dramática del consumo de televisión entre las generaciones más jóvenes. Muy pronto la TV quedará como una afición de personas mayores, completamente ajena a la experiencia vital de los habitantes del futuro. Ellos no podrán comprender por qué los ciudadanos que vivieron en la segunda mitad del siglo XX pasaron tantas y tantas horas de su vida viendo comerciales estúpidos o buscando en muchos canales un programa que finalmente fuera de su interés.
La red permite seleccionar la programación que uno quiere, en cualquier momento, a bajo costo y sin ningún tipo de publicidad que interrumpa su transmisión. Las nuevas generaciones seguirán pasando mucho tiempo frente a una pantalla, pero ya no será la de TV sino la de su computadora o la de cualquier dispositivo móvil que les permita estar permanente en línea.
Otro sector tecnológico que se verá afectado en el futuro es el de los mensajes de texto enviado a través de los teléfonos celulares. El auge de las redes sociales y la conexión permanente de millones de personas permitirán enviar mensajes de texto que son leídos de forma inmediata, con costo cero para emisor y receptor. El enorme negocio de los SMS se va a acabar muy pronto, de la misma forma que se acabará el negocio de la larga distancia telefónica como efecto de la tecnología de programas como Skype y otros similares.
Continuará….
Fuente
Miguel Carbonell.
Las redes sociales y la onmipresencia de internet en nuestras vidas están cambiando radicalmente el mundo.
Se estima que en el año 2015 habrá en el mundo 3,500 millones de personas capaces de utilizar internet. Hoy en día sabemos ya que Facebook tiene más de 500 millones de usuarios registrados y Twitter sobrepasa los 190 millones (se suman cada día 370,000 personas a Twitter, las cuales envían 95 millones de tweets por día). Si fueran países, esas dos redes sociales serían el tercero y el séptimo más poblados del planeta, respectivamente.
Las posibilidades de tal transformación tecnológica son enormes y se aprecian en muchos sectores de la vida social. La posibilidad de comprar boletos de avión y hacer reservaciones de hotel en línea ha hecho que casi desaparezcan las agencias de viajes.
La información periodística se transmite en tiempo real (en el momento en que está surgiendo) a través de las redes sociales. Cuando uno lee al día siguiente el periódico ya sabe lo que ocurrió en la víspera; de los medios tradicionales ya no se espera solamente información (que se obtiene de manera más veloz y gratuitamente en la red), sino análisis a profundidad, de forma que nos ayuden a discernir el alcance e implicaciones de ciertos hechos.
La irrupción del "terremoto Internet" lo está cambiando todo. En medio del maremoto, quizá se nos dificulte valorar y juzgar la magnitud del cambio, pero por lo que se alcanza a ver a inicios del siglo XXI, las transformaciones que están ocurriendo pueden ser calificadas sin dificultad como "épicas".
Cada persona equipada con un teléfono celular se convierte en un potencial reportero. O en un invasor de nuestra vida privada. El vecino de mesa en el restaurante, el despreocupado caminante en un centro vacacional, un compañero de trabajo o de escuela, pueden tomarnos fotos y subirlas a internet de inmediato, poniendo a disposición de todos nuestra intimidad. No hay momento o lugar en el que nos podamos sentir 100% a salvo de la mirada del otro. Las fronteras entre lo público y lo privado se difuminan. La privacidad queda restringida únicamente al domicilio, y a veces ni siquiera eso.
Desde luego, no todo son buenas noticias. La red nos permite comprar libros recién aparecidos en otros países pero también es utilizada sin escrúpulos para intercambiar pornografía infantil. El anonimato de muchos usuarios de las redes sociales los vuelve de pronto valientes para insultar, confrontar y discriminar a cualquiera. Lo que muchas personas no se atreven a hacer cara a cara, lo hacen de forma anónima e impune por medio de internet.
Las regulaciones jurídicas van llegando a la “galaxia internet” con la conocida e histórica lentitud del derecho; las consecuencias de lo actuado en la red todavía no están claras, ni respecto al alcance que deben tener ni respecto a la manera de exigirlas, aunque los juicios de todo tipo como consecuencia de actividades generadas en internet ya suman miles en todo el planeta.
Con base en pruebas obtenidas por internet se han abierto juicios penales, civiles, de responsabilidad administrativa y hasta familiares (cada vez es más frecuente que se presenten solicitudes de divorcio por infidelidades cibernéticas o por mentiras documentadas en internet).
Las relaciones sociales, la forma de vincularnos con los demás, también están cambiando de forma importante. Uno de cada ocho matrimonios en Estados Unidos se conocen hoy en día por medio de la red. Abundan las webs para encontrar personas, con cualquier tipo de finalidad u objetivo. Si uno tiene un gusto personal por la fotografía de aves, en internet no solamente encontrará las mejores fotos, sino también a miles de personas que comparten la misma afición. Si se quiere conformar una red de especialistas en historia medieval de Francia o en el constitucionalismo mexicano del siglo XIX, es seguro que en la red se podrán encontrar los contactos y el eco que uno está buscando.
Hay veces en que las personas que conocemos por medio de internet no pasan a nuestra vida real, permaneciendo como amistades o contactos simplemente virtuales; en otros casos un primer contacto virtual abre la puerta para el cara a cara, que puede resultar fabuloso o terrorífico según los participantes y sus deseos o expectativas.
Una víctima futura del impacto de internet es la televisión. En Estados Unidos ya se está detectando una caída dramática del consumo de televisión entre las generaciones más jóvenes. Muy pronto la TV quedará como una afición de personas mayores, completamente ajena a la experiencia vital de los habitantes del futuro. Ellos no podrán comprender por qué los ciudadanos que vivieron en la segunda mitad del siglo XX pasaron tantas y tantas horas de su vida viendo comerciales estúpidos o buscando en muchos canales un programa que finalmente fuera de su interés.
La red permite seleccionar la programación que uno quiere, en cualquier momento, a bajo costo y sin ningún tipo de publicidad que interrumpa su transmisión. Las nuevas generaciones seguirán pasando mucho tiempo frente a una pantalla, pero ya no será la de TV sino la de su computadora o la de cualquier dispositivo móvil que les permita estar permanente en línea.
Otro sector tecnológico que se verá afectado en el futuro es el de los mensajes de texto enviado a través de los teléfonos celulares. El auge de las redes sociales y la conexión permanente de millones de personas permitirán enviar mensajes de texto que son leídos de forma inmediata, con costo cero para emisor y receptor. El enorme negocio de los SMS se va a acabar muy pronto, de la misma forma que se acabará el negocio de la larga distancia telefónica como efecto de la tecnología de programas como Skype y otros similares.
Continuará….
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