¿Para que han servido sus ejércitos a los pueblos de Latinoamérica?
martes 28 de junio de 2011
Carlos Maldonado (BARÓMETRO INTERNACIONAL, especial para ARGENPRESS.info)
El narcoterrorismo parece ser la nueva variante del Imperialismo para frenar a los pueblos en búsqueda de su libertad y desarrollo propio. Los unos, a través de gobiernos progresistas que han emprendido la ruta de la segunda independencia en América Latina; los otros, en lucha constante contra sus oligarquías.
Y, por qué digo esto, pues porque observo a través de las notas periodísticas cómo miembros en activo o de baja de las fuerzas de seguridad de los Estados aún cooptados por el Imperio, son los que están fuertemente comprometidos con el narcotráfico y todo lo que ello conlleva, léase matanzas, ejecuciones extrajudiciales, violaciones, secuestros, torturas, etcétera al buen estilo de los años cruentos de la guerra desatada contra sus propios pueblos por los Estados tiránicos de aquellos aciagos años de la última mitad del siglo XX cuando en América del Sur, Centroamérica y algunas partes del Caribe se sucedían gobiernos de corte fascista patrocinados por Estados Unidos, dizque para combatir el “comunismo”.
Lo cierto es que hoy pareciera que esa estrategia es la utilizada por los jefes de la mafia instalada en el Pentágono y la Casa Blanca para desestabilizar a los gobiernos que no son proclives a sus designios y sembrar países de drogas, con el auxilio de estructuras muy bien montadas de capos, donde miembros de los ejércitos y policías juegan un rol fundamental para desde allí hacer colapsar a su mismo Estado, por la sencilla razón de que éste no conseguirá ningún triunfo apreciable en el combate a los narcotraficantes –por ser estos personajes los mismos que dirigen o son parte de sus instituciones de armas– hasta inyectar o infectar a los vecinos con el ánimo luego, de pregonar a los cuatro vientos en sus medios de comunicación de que esos Estados han sido ineficientes, inoperantes, débiles y “fallidos”, con el fin de justificar una intervención militar de tropas gringas de carácter humanitario para “combatir ese flagelo de las drogas”.
Con ello, se logra no solo desbaratar los intentos de independencia de algunos estados que quieren procurar para sus pueblos una senda diferente a la vivida a la sombra del Imperio, sino también ganar territorio para su lucrativo negocio de los estupefacientes. Asimismo, ante la opinión pública, con el argumento de la seguridad ante los desmanes de los “capos”, instalar tropas norteamericanas que llegan para quedarse por medio de sus bases.
Es la nueva arremetida del Imperio contra una América que quiere librarse de las cadenas que éste le ha impuesto desde que a Monroe se le ocurriera aquella funesta sentencia: “América para los americanos”.
Para muestra unos cuantos botones: el narcoestado colombiano que llegó a ser reforzado por siete bases gringas más en su territorio, sin lograr mayores triunfos contra el enemigo por el cual dicen haberse instalado allí. La verdadera razón estriba en el aniquilamiento de la única fuerza beligerante guerrillera que aún queda en América como son las Fuerzas Armadas Rebeldes Colombianas –FARC– y un ataque futuro a la Venezuela Bolivariana para hacerse de su petróleo. El “fracaso” del gobierno mexicano en el combate al narcotráfico representado por la inaudita cantidad de muertos y la inseguridad tremenda que hay desde que se instaló ese narcogobierno, cuando lo que en realidad se percibe bajo esa excusa es el fabuloso negocio que tanto el gobierno de Felipe Calderón como el de Obama están haciendo con el trasiego de drogas y armas, además de contener el movimiento de masas y las fuerzas guerrilleras no beligerantes de los zapatistas. Los muertos, se me olvidaba, los pone el pueblo pobre. La cantidad de bases que se están instalando en Panamá de parte de los gringos, sin que el negocio de la droga haya bajado. Al contrario, está mejor que nunca y en crecimiento, además de suponer un peligro para su población, que ya ha visto cómo es reprimida y asesinada por fuerzas gubernamentales apañadas por las bases militares gringas. La base que proyectan construir en Honduras aparte de la ya existente de Soto Cano (Palmerola), sin que eso garantice el combate al narcotráfico que en esa hermana nación se ha extendido. Pareciera más bien que lo que quieren es agredir a la Nicaragua sandinista en un futuro cercano.
En fin, yo lo que sugiero es que se lean las noticias e ir verificando cuantos de los antiguos y actuales asesinos de nuestros pueblos, especialmente provenientes de las filas castrenses y de otros cuerpos de “seguridad” del Estado, son los que hoy engrosan las filas de los narcotraficantes, para darnos cuenta de esa estrategia macabra del Imperio –que si ayer utilizó a estos mismos como ejércitos de ocupación hoy los emplea como peones del hampa para hacer florecer su jugoso negocio de las drogas– de reprimir a través del terror a los pueblos que quieren independencia y soberanía, así como asegurarse los territorios de dichos países por medio de la instalación de bases militares que, como la historia nos lo ha enseñado, son foco de infección moral y sanitaria. Los ejemplos de ello se puede verificar en los casos de Vietnam cuando los gringos se instalaron allí y, en Honduras con la epidemia del SIDA a raíz de la proliferación de violaciones y abusos de parte de la soldadesca gringa drogadicta, alcohólica e infectada con enfermedades venéreas, fruto de su licenciosa vida, consecuencia de un espíritu que ha sido formado en la supremacía imperial. Igual que la soldadesca guatemalteca cuando masacró a gente de su misma etnia, porque se creía superior por pertenecer a una institución que no sirvió más que para matar y aterrorizar a su propio pueblo. Tesis que se recoge en el magnífico libro del científico social guatemalteco Manolo Vela.
Eso sirve para hacerse esta pregunta: ¿Para que han servido sus ejércitos a los pueblos de Latinoamérica? Si la represión no ha respondido para satisfacer las necesidades del pueblo, incluyendo la de seguridad, ¿por qué entonces seguimos pregonando que lo que urge en nuestros países es mano dura, sistemas de seguridad sofisticados como los negociados por un ex–embajador norteamericano devenido en empresario de esta rama, o bases militares norteamericanas ante la inoperancia del Estado? Si son inoperantes, entonces desmantelémoslas, no hay razón de su existencia. O, dignifiquémoslas como lo hicieron en su tiempo y en Guatemala, Marco Antonio Yon Sosa y Turcios Lima. ¿O, no hay dignidad de quienes les tocaría por antonomasia esto?
Esa mano dura no permitirá que nuestro cerebro se ablande ante la realidad de nuestro pueblos y menos que nuestra alma no se sensibilice ante el sufrimiento de la mayoría. Servirá para que la violencia entre en una espiral dantesca. Piénselo.
Fuente
Carlos Maldonado (BARÓMETRO INTERNACIONAL, especial para ARGENPRESS.info)
El narcoterrorismo parece ser la nueva variante del Imperialismo para frenar a los pueblos en búsqueda de su libertad y desarrollo propio. Los unos, a través de gobiernos progresistas que han emprendido la ruta de la segunda independencia en América Latina; los otros, en lucha constante contra sus oligarquías.
Y, por qué digo esto, pues porque observo a través de las notas periodísticas cómo miembros en activo o de baja de las fuerzas de seguridad de los Estados aún cooptados por el Imperio, son los que están fuertemente comprometidos con el narcotráfico y todo lo que ello conlleva, léase matanzas, ejecuciones extrajudiciales, violaciones, secuestros, torturas, etcétera al buen estilo de los años cruentos de la guerra desatada contra sus propios pueblos por los Estados tiránicos de aquellos aciagos años de la última mitad del siglo XX cuando en América del Sur, Centroamérica y algunas partes del Caribe se sucedían gobiernos de corte fascista patrocinados por Estados Unidos, dizque para combatir el “comunismo”.
Lo cierto es que hoy pareciera que esa estrategia es la utilizada por los jefes de la mafia instalada en el Pentágono y la Casa Blanca para desestabilizar a los gobiernos que no son proclives a sus designios y sembrar países de drogas, con el auxilio de estructuras muy bien montadas de capos, donde miembros de los ejércitos y policías juegan un rol fundamental para desde allí hacer colapsar a su mismo Estado, por la sencilla razón de que éste no conseguirá ningún triunfo apreciable en el combate a los narcotraficantes –por ser estos personajes los mismos que dirigen o son parte de sus instituciones de armas– hasta inyectar o infectar a los vecinos con el ánimo luego, de pregonar a los cuatro vientos en sus medios de comunicación de que esos Estados han sido ineficientes, inoperantes, débiles y “fallidos”, con el fin de justificar una intervención militar de tropas gringas de carácter humanitario para “combatir ese flagelo de las drogas”.
Con ello, se logra no solo desbaratar los intentos de independencia de algunos estados que quieren procurar para sus pueblos una senda diferente a la vivida a la sombra del Imperio, sino también ganar territorio para su lucrativo negocio de los estupefacientes. Asimismo, ante la opinión pública, con el argumento de la seguridad ante los desmanes de los “capos”, instalar tropas norteamericanas que llegan para quedarse por medio de sus bases.
Es la nueva arremetida del Imperio contra una América que quiere librarse de las cadenas que éste le ha impuesto desde que a Monroe se le ocurriera aquella funesta sentencia: “América para los americanos”.
Para muestra unos cuantos botones: el narcoestado colombiano que llegó a ser reforzado por siete bases gringas más en su territorio, sin lograr mayores triunfos contra el enemigo por el cual dicen haberse instalado allí. La verdadera razón estriba en el aniquilamiento de la única fuerza beligerante guerrillera que aún queda en América como son las Fuerzas Armadas Rebeldes Colombianas –FARC– y un ataque futuro a la Venezuela Bolivariana para hacerse de su petróleo. El “fracaso” del gobierno mexicano en el combate al narcotráfico representado por la inaudita cantidad de muertos y la inseguridad tremenda que hay desde que se instaló ese narcogobierno, cuando lo que en realidad se percibe bajo esa excusa es el fabuloso negocio que tanto el gobierno de Felipe Calderón como el de Obama están haciendo con el trasiego de drogas y armas, además de contener el movimiento de masas y las fuerzas guerrilleras no beligerantes de los zapatistas. Los muertos, se me olvidaba, los pone el pueblo pobre. La cantidad de bases que se están instalando en Panamá de parte de los gringos, sin que el negocio de la droga haya bajado. Al contrario, está mejor que nunca y en crecimiento, además de suponer un peligro para su población, que ya ha visto cómo es reprimida y asesinada por fuerzas gubernamentales apañadas por las bases militares gringas. La base que proyectan construir en Honduras aparte de la ya existente de Soto Cano (Palmerola), sin que eso garantice el combate al narcotráfico que en esa hermana nación se ha extendido. Pareciera más bien que lo que quieren es agredir a la Nicaragua sandinista en un futuro cercano.
En fin, yo lo que sugiero es que se lean las noticias e ir verificando cuantos de los antiguos y actuales asesinos de nuestros pueblos, especialmente provenientes de las filas castrenses y de otros cuerpos de “seguridad” del Estado, son los que hoy engrosan las filas de los narcotraficantes, para darnos cuenta de esa estrategia macabra del Imperio –que si ayer utilizó a estos mismos como ejércitos de ocupación hoy los emplea como peones del hampa para hacer florecer su jugoso negocio de las drogas– de reprimir a través del terror a los pueblos que quieren independencia y soberanía, así como asegurarse los territorios de dichos países por medio de la instalación de bases militares que, como la historia nos lo ha enseñado, son foco de infección moral y sanitaria. Los ejemplos de ello se puede verificar en los casos de Vietnam cuando los gringos se instalaron allí y, en Honduras con la epidemia del SIDA a raíz de la proliferación de violaciones y abusos de parte de la soldadesca gringa drogadicta, alcohólica e infectada con enfermedades venéreas, fruto de su licenciosa vida, consecuencia de un espíritu que ha sido formado en la supremacía imperial. Igual que la soldadesca guatemalteca cuando masacró a gente de su misma etnia, porque se creía superior por pertenecer a una institución que no sirvió más que para matar y aterrorizar a su propio pueblo. Tesis que se recoge en el magnífico libro del científico social guatemalteco Manolo Vela.
Eso sirve para hacerse esta pregunta: ¿Para que han servido sus ejércitos a los pueblos de Latinoamérica? Si la represión no ha respondido para satisfacer las necesidades del pueblo, incluyendo la de seguridad, ¿por qué entonces seguimos pregonando que lo que urge en nuestros países es mano dura, sistemas de seguridad sofisticados como los negociados por un ex–embajador norteamericano devenido en empresario de esta rama, o bases militares norteamericanas ante la inoperancia del Estado? Si son inoperantes, entonces desmantelémoslas, no hay razón de su existencia. O, dignifiquémoslas como lo hicieron en su tiempo y en Guatemala, Marco Antonio Yon Sosa y Turcios Lima. ¿O, no hay dignidad de quienes les tocaría por antonomasia esto?
Esa mano dura no permitirá que nuestro cerebro se ablande ante la realidad de nuestro pueblos y menos que nuestra alma no se sensibilice ante el sufrimiento de la mayoría. Servirá para que la violencia entre en una espiral dantesca. Piénselo.
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