Calderón gobernó de espaldas a la realidad
El PRI: mano dura sin contemplaciones
Revista EMET
El triunfalismo con el que está cerrando
el sexenio Felipe Calderón es la demostración más clara de que “gobernó”
de espaldas a la realidad. Según él, en todas las áreas los resultados
han sido los mejores en la historia del país, y lo afirma convencido de
sus palabras. Si los priístas se distinguían por su ausencia de
autocrítica, los panistas les ganan con mucho, situación que explica la
bancarrota del partido blanquiazul en sólo dos sexenios. El riesgo para
los años venideros es que su alianza estratégica con el PRI los saque a
flote, y puedan seguir siendo la fracción confiable para un sector de la
derecha, ese que no acepta a los priístas por su pasado estatista,
corporativo y populista.
De ser así, las fuerzas progresistas se verían en mayor desventaja, no sólo por su proverbial divisionismo, sino por carecer de los cuantiosos recursos monetarios del binomio de derecha, para entonces más fortalecido una vez que comenzara a verse en los hechos la capacidad política de los priístas, de la que carecieron los dos mandatarios del PAN. El partido tricolor demostrará desde el comienzo ser poseedor de las tácticas idóneas para mantener la gobernabilidad del país. Cuando haya que usar mano dura lo hará sin contemplaciones, pero al mismo tiempo buscará cerrar las heridas de la mejor manera posible, con mucha “mano izquierda”.
En los dos últimos meses de la “administración” calderonista, el PAN gastó su de por sí exiguo capital político. El culpable es el propio Calderón por su irrefrenable afán de lavar su imagen pública, que debe saber está en el subsuelo, por su fracaso como gobernante que incumplió sus principales objetivos: reducción de la pobreza, mejoramiento integral de la educación, seguro de gastos médicos para toda la población, empleo en cantidad suficiente para abatir el déficit histórico. Como bien sabemos y está plenamente documentado, sucedió lo contrario: en la actualidad hay 12 millones de pobres más que en 2006, los niveles educativos son de los más bajos en América Latina, el seguro popular es más demagogia que realidad, y el desempleo no es mayor porque 14 millones de personas se sumaron a las filas de la informalidad.
Sin embargo, Calderón sigue machacando todos los días con su cantaleta de que nadie como él hizo tanto en este país en tan poco tiempo y en condiciones tan difíciles. Si tal fuera el caso no tendría necesidad de gritarlo por todo el territorio nacional, como lo está haciendo con un alto costo para el erario, al fin y al cabo dinero hay de sobra para pagar el más costoso aparato gubernamental a nivel mundial. Aquí sí puede afirmarse que se lleva la medalla de oro: no hay un gobierno que le haya costado tanto a la sociedad en un sexenio: 6 billones de pesos (4.7 billones por sueldos y salarios, 1.25 billones por prestaciones). “La Jornada” (columna de Carlos Fernández-Vega del 8.11).
Como si no bastara con el triunfalismo absurdo de Calderón, sus secretarios lo imitan a pie juntillas; por ejemplo Bruno Ferrari. Ante los integrantes de la Comisión de Economía de la Cámara de Diputados, se echó el rollo siguiente: “Hace seis años iniciamos un gobierno humanista (esto no obstante el baño de sangre en que sumió al país), con un objetivo claro: transformar a México en un país más próspero y más justo. Por ello, en la Secretaría de Economía dirigimos nuestros esfuerzos a la creación de más y mejores empleos, más y mejores empresas y más y mejores emprendedores a través de la competencia económica… bla bla bla”.
Seguramente debe considerar el funcionario que si los priístas abusaron de la demagogia, ellos también tienen derecho. Con todo, no toma en cuenta que las condiciones del país son muy diferentes a las de hace tres o cuatro décadas, y que ahora la misma realidad ha hecho a los ciudadanos más críticos y más conscientes de las causas de fondo de su triste situación. Difícilmente se dejan “chamaquear”, aunque parezca que si lo hacen tan sólo para devolver la burla. No fue fortuito el voto popular por Andrés Manuel López Obrador el pasado mes de julio, sino el resultado de la hartura de 16 millones de ciudadanos por tanta tomadura de pelo y tanta corrupción del grupo en el poder.
Ahora los panistas volverán a su condición de paleros del partido gobernante, su única tabla de salvación ante el cúmulo de fracasos en dos sexenios por demás desastrosos, que tuvieron la virtud de hacer aparecer a los priístas como grandes genios del quehacer político. Enrique Peña Nieto llega a Los Pinos con esa calidad, que se irá decantando en la medida que se vayan viendo sus verdaderos alcances, pero sobre todo el verdadero trasfondo de su proyecto neoliberal y nada “humanista”.
De ser así, las fuerzas progresistas se verían en mayor desventaja, no sólo por su proverbial divisionismo, sino por carecer de los cuantiosos recursos monetarios del binomio de derecha, para entonces más fortalecido una vez que comenzara a verse en los hechos la capacidad política de los priístas, de la que carecieron los dos mandatarios del PAN. El partido tricolor demostrará desde el comienzo ser poseedor de las tácticas idóneas para mantener la gobernabilidad del país. Cuando haya que usar mano dura lo hará sin contemplaciones, pero al mismo tiempo buscará cerrar las heridas de la mejor manera posible, con mucha “mano izquierda”.
En los dos últimos meses de la “administración” calderonista, el PAN gastó su de por sí exiguo capital político. El culpable es el propio Calderón por su irrefrenable afán de lavar su imagen pública, que debe saber está en el subsuelo, por su fracaso como gobernante que incumplió sus principales objetivos: reducción de la pobreza, mejoramiento integral de la educación, seguro de gastos médicos para toda la población, empleo en cantidad suficiente para abatir el déficit histórico. Como bien sabemos y está plenamente documentado, sucedió lo contrario: en la actualidad hay 12 millones de pobres más que en 2006, los niveles educativos son de los más bajos en América Latina, el seguro popular es más demagogia que realidad, y el desempleo no es mayor porque 14 millones de personas se sumaron a las filas de la informalidad.
Sin embargo, Calderón sigue machacando todos los días con su cantaleta de que nadie como él hizo tanto en este país en tan poco tiempo y en condiciones tan difíciles. Si tal fuera el caso no tendría necesidad de gritarlo por todo el territorio nacional, como lo está haciendo con un alto costo para el erario, al fin y al cabo dinero hay de sobra para pagar el más costoso aparato gubernamental a nivel mundial. Aquí sí puede afirmarse que se lleva la medalla de oro: no hay un gobierno que le haya costado tanto a la sociedad en un sexenio: 6 billones de pesos (4.7 billones por sueldos y salarios, 1.25 billones por prestaciones). “La Jornada” (columna de Carlos Fernández-Vega del 8.11).
Como si no bastara con el triunfalismo absurdo de Calderón, sus secretarios lo imitan a pie juntillas; por ejemplo Bruno Ferrari. Ante los integrantes de la Comisión de Economía de la Cámara de Diputados, se echó el rollo siguiente: “Hace seis años iniciamos un gobierno humanista (esto no obstante el baño de sangre en que sumió al país), con un objetivo claro: transformar a México en un país más próspero y más justo. Por ello, en la Secretaría de Economía dirigimos nuestros esfuerzos a la creación de más y mejores empleos, más y mejores empresas y más y mejores emprendedores a través de la competencia económica… bla bla bla”.
Seguramente debe considerar el funcionario que si los priístas abusaron de la demagogia, ellos también tienen derecho. Con todo, no toma en cuenta que las condiciones del país son muy diferentes a las de hace tres o cuatro décadas, y que ahora la misma realidad ha hecho a los ciudadanos más críticos y más conscientes de las causas de fondo de su triste situación. Difícilmente se dejan “chamaquear”, aunque parezca que si lo hacen tan sólo para devolver la burla. No fue fortuito el voto popular por Andrés Manuel López Obrador el pasado mes de julio, sino el resultado de la hartura de 16 millones de ciudadanos por tanta tomadura de pelo y tanta corrupción del grupo en el poder.
Ahora los panistas volverán a su condición de paleros del partido gobernante, su única tabla de salvación ante el cúmulo de fracasos en dos sexenios por demás desastrosos, que tuvieron la virtud de hacer aparecer a los priístas como grandes genios del quehacer político. Enrique Peña Nieto llega a Los Pinos con esa calidad, que se irá decantando en la medida que se vayan viendo sus verdaderos alcances, pero sobre todo el verdadero trasfondo de su proyecto neoliberal y nada “humanista”.
Guillermo Fabela - Opinión EMET
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