Primera ópera contemporánea en náhuatl
Xochicuicatl cuecuechtli (“Canto florido de travesuras”. |
La composición, libreto y supertitulaje sobre el texto original en náhuatl de Xochicuicatl cuecuechtli se escribió entre junio de 2011 y enero de 2013 por Pareyón, después de más de 10 años de estudio en torno a fuentes literarias, musicales y lingüísticas.
La partitura de la ópera (ejecutada en vivo magistralmente por el grupo Lluvia de Palos “Kuauhkiauhtzuntli” e invitados) ocurrió en una simbología musical original, inspirada por códices prehispánicos, cerámica, frisos y relieves arquitectónicos mesoamericanos. En sí misma es una nueva forma de escribir música en empatía con la prosodia y el lirismo del náhuatl (idioma que aún se practica en México por alrededor de dos millones de habitantes). Según definición de Miguel León-Portilla:
“Xochicuicatl cuecuechtli es un canto del género que calificó un fraile de ‘Cantos de Cosquilleo’. Un personaje, el del rostro sonriente, entrelaza metáforas que en algunos casos parecen albures. Es este un canto en el que se introdujeron posteriormente alusiones cristianas, pero que en el fondo deja entrever sutiles formas de alegramiento en las que las mariposas y las aves son metáforas de probable connotación erótica.”
La sinopsis de la obra puede desglosarse de la siguiente manera:
El mundo de los Ahuianimeh –las jóvenes “alegradoras” del universo nahua— se ve perturbado por la llegada de un extranjero proveniente del Cuextlan, es decir, el País de los Huastecos. Dicho joven es ágil, alburero y atractivo; se llama Tohuenyo y las seduce. Tras jugueteos eróticos, estas bellas Ahuianimeh abandonan a Tohuenyo quien cae en desgracia.
La historia cambia con la súbita aparición de Xochipilli, deidad mexicana de las flores, la música, el amor juvenil y, también, de las enfermedades venéreas; la diosa le obsequia una ocarina en forma de pájaro (llamada huilacapiztli) al Tohuenyo, consolándolo con los sonidos de esa hermosa música de viento y haciendo alusión a lo efímero de la existencia sobre la Tierra.
En síntesis, “la obra se refiere al acto sexual como analogía de la vida, intensa y breve, animosa y fugaz, en la que las contrariedades humanas parecen ser el único hilo conductor”. Si bien la música resultó una experiencia bastante agradable, la puesta en escena pareció desconcertar a los asistentes en el Cenart quienes no pudieron seguir con la fidelidad deseada el desarrollo y estética significativa de la primera ópera en lengua náhuatl.
Los personajes tañedores y bailarines estuvieron representados por César Juárez-Joyner (Cuicamatini, Xochipilli), Silvia Moreno (Ahuiani Citlalicue), Abril Mondragón y Juana Libertad (Ahuiani Chalchiutlicue), Priscella Uvalle (Ahuiani Chicomecoatl-Xilonen) y Ricardo Díaz (Rohuenya).
Proyecto de Johansson
El proyecto escénico de Xochicuicatl cuecuechtli surgió a partir de una reinterpretación sugerida por el catedrático sueco Patrick Johansson K. (1946), semiólogo, lingüista e historiador del Instituto de Investigaciones Históricas de la UNAM, sobre el sentido erótico del concepto cuecuechcuicatl y la totalidad expresiva que encierra en su pensamiento, palabra, poesía, música y danza.
Patrick Johansson habló acerca del contenido y significancia de este “Canto florido de travesuras” antes de dar comienzo ambas funciones en el Teatro de las Artes.
Entre otras cosas, el experto en náhuatl (quien por cierto, ha traducido a esta lengua obras como Esperando a Godot, de Samuel Beckett), señaló:
“En los cantos eróticos nahuas prehispánicos, la motricidad liviana de los gestos, la voluptuosidad de la danza, la sensualidad de la voz, el sonido deleitoso de los instrumentos, así como la ambigüedad polisémica o la refinada lujuria de las palabras suscitaban placeres con matices distintos según el género.
“El xopancuicatl (Canto de Primavera) era el más discreto de los cantos eróticos. En el cihuacuicatl (Canto de Mujeres), Eros se volvía ofensivo, irónico, sarcástico, para derrotar al varón. El huehuecuicatl (Canto de Ancianos) esgrimía también el escarnio, un ingenio sarcástico y un erotismo lúdico, pero para distraer y recrear. El cococuicatl (Canto de Tórtolas), como su nombre lo sugiere, manifestaba una jocosa sensualidad relacionada con la intimidad matrimonial.
“Todos estos géneros tenían en común el erotismo verbal y dancístico patente. Sin embargo, el cuecuechcuicatl (Canto Travieso) fue sin duda el canto en el que se expresó más plenamente la sublimación artístico-erótica de los antiguos nahuas. En el cuecuechcuicatl, palabras y frases con un tenor sexual explícito o encubierto se combinaban con gestos, circunvoluciones lúbricas para expresar un erotismo ritual o lúdico.
“Por el carácter obsceno de su ejecución dancística y por la patente ‘ligereza’ de las palabras que lo componen, el cuecuechcuicatl fue catalogado por los recopiladores españoles como un ‘baile de placer, que solían cantar y bailra los señores para regocijarse’.
“En el cuecuechcuicatl, la sacralidad y la risa se fundían también para propiciar la fecundación y el crecimiento de las plantas. La libido se canalizaba ritualmente hacia los ámbitos religiosos para re-energetizar al cosmos.”
Prohibidos en su versión original después de la Conquista, unas adaptaciones “más decentes de estos cantos-bailes traviesos se escenificaban en distintas fiestas del calendario cristiano”, añadió el investigador Johansson. En estas nuevas circunstancias, es probable que los gestos “obscenos”, ya vetados, “hayan encontrado un refugio en la clandestinidad de un lenguaje figurado, dilógico y alburero”.
Patrocinadores de Xochicuicatl cuecuechtli: Butoyotl/Centro de Artes del Movimiento; Universidad de Colima; Asociación Cultural La Bibliomusicineteca/Beca José Luna González; Centro Cultural El Tecolote (Arcelia, Guerrero) y maestro Josafat Nava.
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