El Nuevo Aeropuerto y la destrucción de los cerros
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Autor:
Omar Suárez García
Cuando era
pequeño, mi padre solía llevarme a los pueblos aledaños a la ciudad de
Texcoco. Ahí pasábamos tiempo entre los campos de cultivo, en los que se
producía alfalfa, maíz y otras plantas, y en los que se podía ver
multitud de magueyes, nopales y ahuehuetes. La zona era bien conocida
por su vocación agrícola. Después, cuando fui adolescente, y como parte
de una visita escolar, subí el cerro Tezcutzingo, en el que había –y aún
existe– una zona arqueológica conocida por los lugareños como “Los
baños de Nezahualcóyotl”. Llegar a la cima valía totalmente el esfuerzo,
ya que la vista de la cuenca de México era espectacular. Desde ahí,
nuestro profesor de literatura nos presentó a la otrora “región más
transparente del aire”. Se piensa que Tezcutzingo, además de haber sido
un sitio de recreación y culto a las deidades del agua, albergó el
primer jardín botánico de América, en el periodo Posclásico de la época
prehispánica.
Ahora, como biólogo, acostumbro hacer
pequeñas caminatas en el sitio para tomar fotografías, observar su flora
y fauna, y con fines contemplativos. El principal tipo de vegetación es
el matorral xerófilo, el cual se caracteriza por la presencia de
arbustos, árboles pequeños, cactáceas, agaves y las hermosas
“siemprevivas”. En el cerro es posible encontrar una gran cantidad de
aves canoras, como el picogordo tigrillo y la mascarita matorralera
–endémica de México–, y es muy frecuente ver culebras y excretas de
zorra gris.
Hace días, el ingeniero Javier Jiménez
Espriú, acompañado de una comitiva, se entrevistó con comuneros del
pueblo de San Nicolás Tlaminca, en el cual se encuentra Tezcutzingo.
Ahí, dichos comuneros explicaron el daño que las minas aledañas han
provocado. Hablaron de la toxicidad de los lodos generados –contienen
boro, cloro, y su pH es corrosivo– así como de su incorrecta
disposición, que pone en riesgo los pozos de abastecimiento de agua, las
tierras de cultivo y la salud de la población. Por si esto fuera poco,
la devastación que ha sufrido la zona es irreversible, principalmente
por la extracción de arena y grava. Además, el ruido provocado por la
maquinaria es constante y de intensidad elevada, y en el sitio se emiten
una gran cantidad de contaminantes atmosféricos –partículas gruesas y
gases emitidos por la maquinaria pesada y los camiones que transportan
material– que enturbian el aire de la zona.
El cerro, sagrado para los texcocanos
del pasado y del presente, ha sido profanado por la extracción de su
corteza terrestre. Pero no es el único caso: cerros aledaños en las
comunidades de Huexotla, Tepetlaoxtoc, Apipilhuasco, San Martín de las
Pirámides y aún de zonas más lejanas como Ixtapaluca y Tlalmanalco, han
sufrido también la implacable destrucción que representa la minería. La
lógica en la construcción del aeropuerto es simplemente atroz: para ser
edificado sobre un lecho fangoso, inestable, y propenso a hundimientos,
los ingenieros a cargo determinaron que había que convertir en polvo los
cerros circundantes para colocarlos, a manera de relleno, por debajo de
donde posteriormente se levantará la faraónica obra. Todo esto para que
nuestra capital, agobiada por una crisis ambiental sin precedente,
cuente con una de las terminales aéreas más grandes del mundo y que,
además, y de manera irónica, cumpla con los estándares ecológicos y de
sustentabilidad más exigentes a nivel internacional.
Viene la consulta sobre el Nuevo
Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México (NAIM), y así como el
gobierno peñista, en un intento por salvar sus negocios particulares,
puso en marcha una campaña a favor de dicho megaproyecto, es justo que
también, bajo las mismas condiciones, se den a conocer los
inconvenientes y agravios de seguir con la demencial idea de destruir el
entorno ecológico de la Cuenca de México para construir un aeropuerto
con certificación LEED –Liderazgo en Energía y Diseño Ambiental–. Para
nosotros, los texcocanos, esto es un asunto de supervivencia.
Omar Suárez García*
*Biólogo y ornitólogo; doctorante en el
Centro Interdisciplinario de Investigación para el Desarrollo Integral
Regional (Unidad Oaxaca) del Instituto Politécnico Nacional
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