Una recesión global sin liderazgos se acerca a toda velocidad
La economía global se debilita y, a diferencia de hace una década, no hay herramientas suficientes ni voces sensatas que eviten una debacle.
01/11/2019
Los
ministros de finanzas del mundo y los gobernadores de bancos centrales
se reunieron hace un par de semanas en Washington y observaron una
economía global que requiere atención urgente. La mayoría dice
comprender los peligros, sin embargo, han mostrado poco sentido de
urgencia y aún menos signos de acción. Impulsado por una administración
estadounidense desquiciada, el mundo va directo a la próxima recesión
global.
El FMI
bajó sus pronósticos de crecimiento una vez más. Se prevé que la
economía mundial aumente solo 3 por ciento este año (por debajo del 3.3
por ciento previsto en la primavera). El impulso económico se desvanece
en casi todas partes y la expectativa de PIB es la más débil desde el
colapso financiero hace 10 años.
La
perspectiva de una recesión es realmente alarmante. La débil
recuperación de la última década ha agotado las herramientas
convencionales de política macroeconómica y las medidas extraordinarias
tomadas para contener la crisis legaron una mayor fragilidad financiera.
Con todas
estas vulnerabilidades, y con pocas o ninguna opción de política para
lidiar con el colapso que podrían causar, el presidente Donald Trump
decidió embarcarse en su guerra comercial con China. Esta asombrosa
temeridad, tolerada por el Congreso, ya ha causado un enorme daño
económico, sobre todo en EU.
Si la desaceleración se convirtiera en una recesión mundial, el gobierno de ese país tiene gran parte de culpa.
Pero la responsabilidad se amplía. Otros países podrían hacer más para protegerse contra estos mayores riesgos.
China,
por ejemplo, ha sido demasiado lenta para abordar sus desequilibrios
financieros. Reino Unido parece que tuvo la intención de destruir su
economía y sistema de gobierno en busca del Brexit. La UE ha tenido años
para equipar a la zona del euro con un presupuesto común para mitigar
las recesiones y una unión bancaria.
Todos
estos problemas son reparables. Algunos, incluso, podrían resolverse de
golpe. Otros son mucho más complejos. La reducción de la fragilidad
requiere una regulación inteligente para reconocer los riesgos que
surgen de los sistemas financieros. La reactivación de la política
macroeconómica en un mundo de tasas bajas exige una reflexión en los
frentes monetario y fiscal.
La
economía mundial se encuentra en una coyuntura peligrosa y necesita
desesperadamente un liderazgo más sabio y más efectivo. Hasta que
llegue, es poco probable que disminuyan los riesgos.
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