Desfiladero - Contra la reforma laboral y en defensa de Pemex

Jaime Avilés

Si es verdad que provenimos del Sol –después del Big-Bang nuestra estrella se sacudió como un perro mojado, lanzando al espacio mazacotes de metales envueltos en llamas, que al enfriarse girando se convirtieron en planetas, en uno de los cuales el oxígeno y el hidrógeno formaron el agua, y de ésta, millones de años después, nacimos nosotros–, la energía que nuestro cuerpo libera al morir se hace luz y vuelve a su lugar de origen. Por eso, desde el viernes de la semana pasada Rita Guerrero Huerta brilla desde el Sol y su alegría invencible ilumina nuestras lágrimas.

Si la aparición de la novela cumbre de Haruki Murakami –1Q84– prologó la peor catástrofe nuclear de Japón desde agosto de 1945, la desaparición de Rita Guerrero coincide con el hundimiento de la clase política mexicana en la abyección más profunda, pero también con el ascenso del pueblo al punto más alto del desamparo.

Si a finales de 2010 (véanse los Desfiladeros de noviembre y diciembre) temíamos que la construcción de una base de adiestramiento de paramilitares en California, muy cerca de Tijuana, podría auspiciar el inicio de los vuelos de aviones no tripulados sobre México, ahora, en marzo de 2011, gracias a las recientes revelaciones de The New York Times, sabemos que los drones predator –papalotes inalámbricos artillados y equipados con cámaras de televisión– violan nuestro espacio aéreo, con el permiso de Los Pinos, desde 2009, para supervisar el buen desarrollo de las matanzas.

Si los cables de Wikileaks que Julian Assange entregó a La Jornada nos han permitido descubrir que el verdadero jefe del gabinete de seguridad nacional se llama Carlos Pascual, embajador de Estados Unidos en México, ahora podemos entender por qué Felipe Calderón nombró a los funcionarios más ineptos y corruptos al frente de las secretarías de Gobernación y Seguridad Pública, así como de la PGR y otras. Para que no entorpecieran las labores del Pentágono, la CIA, la DEA, la FBI, la Migra, la Oficina Introductoria de Armas de Fuego rápidas y furiosas, y demás dependencias de Washington en este desprotectorado que aún llamamos, con ternura y nostalgia, “nuestro país”.

Si la Casa Blanca abusó de la debilidad extrema de Calderón para obligarlo a declarar la guerra “contra” el narco, ahora no sólo aprovecha la vocación de títere del espurio para ponerlo a gesticular delante del público, mientras Hillary y Napolitano dirigen la evolución de las operaciones militares y abastecen de armas y proyectiles tanto al “gobierno” como a los cárteles; aquél y éstos gozan de la misma impunidad para violar los derechos humanos y del mismo apoyo estratégico para lavar dinero.

Si Estados Unidos fabricó esta guerra con la intención de prolongarla muchos años más para destruir al Ejército y la Marina de México, desmantelar el Estado, dominar el territorio y someter a la población, lo hizo para asegurarse la posesión de nuestros recursos naturales a corto y largo plazo; hoy el petróleo y el gas, mañana las grandes reservas de agua dulce del sureste, y quizá, por qué no, las de litio, el metal que revolucionará la economía del planeta a medida que avance el siglo XXI.

Si poco menos de 100 millones de mexicanos hemos perdido esta guerra que no pedimos y en la que sólo participamos como carne de cañón, ¿qué nos espera? ¿Qué vamos a hacer?

¿Nada?

Con base en las acusaciones de tres policías judiciales y de un solo testigo, que si no es sicario (diría Jaime Martínez Veloz) estaría desperdiciando su aspecto, un juez condena a 20 años de cárcel a un muchacho inocente por un asesinato que no cometió. Dos abogados revisan el expediente y logran demostrar que el juicio careció de validez jurídica y por lo tanto debe repetirse. Durante el nuevo proceso, el “testigo” admite que nunca vio al sospechoso cometer un homicidio. No obstante, el juez condena al inocente, otra vez, a 20 años de prisión.
El caso es llevado al cine. El testigo, que reconoció haber mentido, pide que el documental salga de la cartelera. Quienes lo produjeron se inconforman. Una juez ordena que se vuelva a exhibir pero que se tape la cara del quejoso, cosa imposible de hacer sobre una cinta de celuloide.

En 2008, Calderón propuso una ley para que empresas particulares pudieran explorar y explotar yacimientos de hidrocarburos, y recibieran, en pago, parte del petróleo que descubriesen. Una apasionada movilización popular impidió que la reforma fuera aprobada. Tres años después, Calderón, como si nada, invita a empresas privadas a explorar y explotar yacimientos del Golfo de México y les ofrece pagarles con parte del petróleo que descubran. Pese a la notoria violación de la reforma que el Senado votó en 2008, la Suprema Corte resuelve que Calderón actúa “con apego a derecho”.

Calderón anuncia que pactará con el diablo, si es preciso, con tal de evitar que el PRI regrese a la Presidencia. Acto seguido, el PRI somete al Congreso una reforma laboral que permitirá a los patrones contratar trabajadores por tres y seis meses, y luego correrlos sin indemnización para que nunca acumulen antigüedad ni tengan protección cuando se jubilen. La reforma es idéntica a la que redactó el secretario del Trabajo de Calderón. Los diputados del PRI y del PAN se alían para aprobarla, sabiendo que sumarán los votos de los chuchos del PRD.

Pablo Gómez, en nombre de los senadores perredistas y petistas comprometidos con el movimiento que encabeza Andrés Manuel López Obrador, anuncia que entablará una controversia constitucional contra Calderón, para que éste no pueda entregar nuestro petróleo a las empresas privadas. Anticipa, además, que la gente volverá a movilizarse.

Para impedir la inminente aprobación de la reforma laboral del PRI, del PAN y los chuchos, la Unión Nacional de Trabajadores llama a sus agremiados a aplicar “un enérgico plan de acción y movilización”, a fin de “sumar esfuerzos con otras organizaciones sindicales, campesinas y ciudadanas”.

Aunque los jóvenes serán los más afectados por la precarización de los contratos, nadie parece interesado en convocarlos, quizá porque desde la huelga de 1999-2000 en la UNAM, el movimiento estudiantil fue devastado por la represión interna de la ultraizquierda, que vacunó a toda una generación contra la política.

Al referirse, en ese orden, a las organizaciones sindicales, campesinas y, por último, ciudadanas, la UNT vuelve a marcar su distancia con el movimiento de López Obrador. ¿Una vez más, como de costumbre, unos lucharán contra la entrega de Pemex a las empresas privadas, otros contra la reforma laboral, y otros permanecerán al margen criticándolo todo? Si esto sucede, podremos darnos por derrotados en todos los frentes desde ya.

Hoy estallará una nueva crisis en el PRD, cuando los chuchos (y Ebrard) intenten imponer al sucesor de Ortega, y Dolores Padierna (en nombre de Bejarano) se oponga. Si el conflicto arrasa con los despojos de ese partido en estado de putrefacción, ganarán en claridad los simpatizantes del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena), que mañana, en el Auditorio Nacional, dará a conocer el nuevo proyecto alternativo de nación, para sacar al país del abismo en que Estados Unidos, Calderón y quienes desde la extrema derecha y la extrema izquierda lo ayudaron a llegar al poder, lo sepultaron.

No lo comenten pero también desde mañana empezará a sonar en todas partes y a toda hora el conceptuoso y pegajosísimo regaetón del veracruzano Byron Barranco, intitulado, por cierto, Morena. ¿Cómo vamos a rendirle a nuestra adorada Rita Guerrero el homenaje nacional que se merece? ¿Con grandes conciertos de rock contra la guerra y la reforma laboral y en defensa de Pemex?

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