Economía Moral - Fin de la sociedad centrada en el trabajo pagado y visiones de futuro/ XII
Julio Boltvinik
André Gorz de joven con su esposa, Dorine
La "abolición masiva" del trabajo, su desestandarización y desmasificación posfordistas abrieron una nueva era en la cual lo que podía servir para liberar a los hombres y mujeres se volvió contra ellos para someterlos y desposeerlos, llevando las condiciones de vida del tercer al primer mundo, y a cientos de millones de pobladores del tercer mundo a engrosar las villas miseria urbanas, al tiempo que la masa de capitales acrecentada a niveles sin precedente obtuvo tasas de ganancia también sin precedente, produciendo volúmenes crecientes de riqueza consumiendo cada vez menos trabajo, distribuyendo cada vez menos salarios y pagando cada vez menos impuestos. Así continúa Gorz el diagnóstico de las "miserias del presente"1 que empecé a reseñar en la entrega del 7/10/11. Con agudeza culmina en lo que llama el Éxodo del Capital, su emancipación:
“El dinero se convirtió en un parásito que devora la economía y el capital en un depredador que la saquea. Uno y otro, gracias a la globalización del mercado liberado de todas las reglas y obstáculos, se emancipan de los estados y las sociedades, sustituyendo las sociedades-Estado por la no-sociedad absoluta y los Estados-nación por un Estado ‘virtual’ sin territorio ni fronteras ni distancias ni ciudadanos: el Estado global propio del dinero-rey. Así el capital realiza por fin su esencia ideal de poder supremo que no admite ni compartir ni tener trabas. Separado del mundo de la vida, sustrae su poder a los poderes humanos: tuvo éxito en su Éxodo” (p.15).
El capitalismo logró remontar la crisis del modelo fordista al apoderarse de una mutación tecnocientífica que lo supera a él mismo y cuyo alcance histórico y antropológico es incapaz de asumir, mutación que en esta serie he analizado a través de Rifkin, Richta y Marx. Gorz destaca un aspecto central de la revolución científico técnica: la desmaterialización de las principales fuerzas productivas: la forma más importante del capital fijo es ahora el saber almacenado y la forma más importante de la fuerza de trabajo es el intelecto, en plena coincidencia con el Marx de los Grundrisse (ver entrega del 30/9/11). Subraya que entre el intelecto y el capital fijo (entre el saber vivo y el saber-máquina) la frontera se hace difusa. Continúa en un texto en el que salta la paradoja de que el portador del capital más precioso queda subordinado a los dueños del capital, factor ahora secundario:
El ‘hombre’ está subsumido en el proceso de producción como ‘recurso humano’, como ‘capital humano’. Sus capacidades específicamente humanas están integradas en un mismo sistema con el intelecto inanimado de las máquinas. Se vuelve cyborg [ser con partes tanto biológicas como artificiales: electrónicas, mecánicas o robóticas], medio de producción hasta en su ser-sujeto, es decir capital, mercancía y trabajo a la vez. Y en la medida en que sus capacidades no tienen utilidad en el sistema de valorización del capital dinero, es rechazado, excluido, considerado inexistente. El hombre-capital-más-precioso no es hombre más que si puede funcionar como capital” (p.16).
Para resaltar la paradoja, se refiere a la "excelente pregunta" de Lester Thurow: “¿Cómo puede funcionar el capitalismo cuando el capital más importante, el capital saber, no tiene más propietario?”2 Dice Gorz que el capitalismo da dos respuestas parciales y provisorias: 1) La empresa individual en la cual el hombre se trata a sí mismo como capital y se valoriza a sí mismo en tanto que tal. Tal es el caso de la élite de trabajadores del conocimiento;3 2) la solución de las grandes empresas: tomar posesión del ‘capital humano’ restableciendo relaciones precapitalistas casi feudales, de vasallaje y pertenencia.
Gorz dice que, según Thurow, el capitalismo no evitará su hundimiento salvo que cambie fundamentalmente y proponga un ‘gran proyecto’, una visión convincente de un ‘futuro mejor’, y que agrega que esta visión no existe y "corresponde a la izquierda ofrecerla". Gorz se pregunta entonces si es preciso salvar al capitalismo a pesar de él mismo; si ello es posible; si hay algo mejor que hacer; si podemos responder al Éxodo del capital con nuestro propio Éxodo; si hay caminos practicables para ello. Introduce la distinción entre reformas subalternas y reformas revolucionarias: mientras las primeras buscan remediar las disfunciones de la sociedad existente, las segundas buscan superar dicha sociedad “en función de una sociedad diferente que está en gestación en ella y que ofrece a las acciones su sentido y su fin último. La tarea de la política sería la de definir objetivos estratégicos intermedios, cuya búsqueda responda a las urgencias del presente, prefigurando la sociedad diferente que exige nacer” (p.17).
Gorz vuelve a citar a Thurow: “El capitalismo le declaró la guerra a la clase obrera y la ganó”. Añade que la globalización fue, al principio, una respuesta política a lo que a mediados de los años setenta (en pleno auge del estado de bienestar) se llamó la "crisis de gobernabilidad": motines del proletariado negro en EU, acciones de insubordinación en masa y de sabotaje en fábricas y universidades europeas, diferentes de las huelgas tradicionales y que expresaban el rechazo al trabajo: resistencia a tiempos impuestos; negativa a obedecer a los ‘pequeños jefes’; autorreducciones del ritmo de fabricación; etcétera (p. 19). La interpretación de Gorz es profunda y recuerda la noción de necesidades radicales de Marx, Márkus y Heller:
“Los movimientos sociales de los años 1967-1974 buscaban cambiar directamente la vida, lo que la condicionaba y aquello de lo que estaba hecha. Cambiarla sustrayéndola a la lógica de la productividad, del trabajo abstracto, la estandarización, el consumo masivo... afirmando la especificidad de las necesidades y los deseos sin posible satisfacción mercantil... Contrariamente a las previsiones de los fundadores del estado providencialista, las protecciones y prestaciones sociales no habían reconciliado a las poblaciones con la sociedad capitalista... Por el contrario, al intervenir, reglamentar, proteger, arbitrar en todos los dominios, el Estado había sustituido a capas enteras de la sociedad civil... Responsable de todo o casi, se había vuelto vulnerable. En consecuencia era urgente sustituir a ese organismo demasiado visible y atacable por un ordenador invisible y anónimo, cuyas leyes sin autor se impondrían a todos como ‘leyes de la naturaleza’, de manera irresistible. Ese ordenador era el mercado. Lo mismo valía para la ‘crisis de gobernabilidad’ de las empresas... era urgente reemplazar el poder demasiado visible del ordenador central por formas de auto-organización descentrada... quebrar por ese lado la combatividad de los asalariados, las ‘rigideces’ que las convenciones colectivas, los acuerdos de empresa, los derechos sociales, habían introducido en las relaciones de producción. La palabra a la orden del día era ‘desregulación’”. (pp. 19-21).
1 En el libro Miserias del presente, riqueza de lo posible, Paidós, Buenos Aires, 1998. 2 El libro de Lester Thurow que cita Gorz es The Future of Capitalism, William Morrow, Nueva York, 1996. Como la edición en español del libro de Gorz se tradujo del original en francés, la frase está traducida dos veces: del inglés al francés y de éste al español. Además Gorz no parece citarla textualmente. La traducción directa (p.17) sería: "¿Cómo puede funcionar el sistema capitalista en la era del poder-cerebral (brainpower) cuando éste no puede ser propiedad privada (cannot be owned)?" Thurow se refiere a cinco placas económicas (en un símil con las placas tectónicas de la geología) que se están moviendo y que determinarán las nuevas reglas que dominarán al mundo cuando las placas lleguen a un nuevo equilibrio. Una de esas placas es el cambio a una era dominada por un poder-cerebral hecho por el hombre, la cual contrasta con la era feudal basada en el poder-tierra y la era industrial basada en el poder-energético que se controla con la propiedad de planta y equipo (es decir, con el poder-capital). 3 Thurow, después de la pregunta citada en la nota anterior, añade: "La mayoría de las empresas que tienen ahora esta característica (despachos legales y de contabilidad, banca de inversión) no son manejadas por propietarios capitalistas ausentistas. Ellas reclutan, promueven, toman decisiones y seleccionan líderes de manera muy diferente a General Motors o General Electric".
http://julioboltvinik.org • jbolt@colmex.mx
Fuente
André Gorz de joven con su esposa, Dorine
La "abolición masiva" del trabajo, su desestandarización y desmasificación posfordistas abrieron una nueva era en la cual lo que podía servir para liberar a los hombres y mujeres se volvió contra ellos para someterlos y desposeerlos, llevando las condiciones de vida del tercer al primer mundo, y a cientos de millones de pobladores del tercer mundo a engrosar las villas miseria urbanas, al tiempo que la masa de capitales acrecentada a niveles sin precedente obtuvo tasas de ganancia también sin precedente, produciendo volúmenes crecientes de riqueza consumiendo cada vez menos trabajo, distribuyendo cada vez menos salarios y pagando cada vez menos impuestos. Así continúa Gorz el diagnóstico de las "miserias del presente"1 que empecé a reseñar en la entrega del 7/10/11. Con agudeza culmina en lo que llama el Éxodo del Capital, su emancipación:
“El dinero se convirtió en un parásito que devora la economía y el capital en un depredador que la saquea. Uno y otro, gracias a la globalización del mercado liberado de todas las reglas y obstáculos, se emancipan de los estados y las sociedades, sustituyendo las sociedades-Estado por la no-sociedad absoluta y los Estados-nación por un Estado ‘virtual’ sin territorio ni fronteras ni distancias ni ciudadanos: el Estado global propio del dinero-rey. Así el capital realiza por fin su esencia ideal de poder supremo que no admite ni compartir ni tener trabas. Separado del mundo de la vida, sustrae su poder a los poderes humanos: tuvo éxito en su Éxodo” (p.15).
El capitalismo logró remontar la crisis del modelo fordista al apoderarse de una mutación tecnocientífica que lo supera a él mismo y cuyo alcance histórico y antropológico es incapaz de asumir, mutación que en esta serie he analizado a través de Rifkin, Richta y Marx. Gorz destaca un aspecto central de la revolución científico técnica: la desmaterialización de las principales fuerzas productivas: la forma más importante del capital fijo es ahora el saber almacenado y la forma más importante de la fuerza de trabajo es el intelecto, en plena coincidencia con el Marx de los Grundrisse (ver entrega del 30/9/11). Subraya que entre el intelecto y el capital fijo (entre el saber vivo y el saber-máquina) la frontera se hace difusa. Continúa en un texto en el que salta la paradoja de que el portador del capital más precioso queda subordinado a los dueños del capital, factor ahora secundario:
El ‘hombre’ está subsumido en el proceso de producción como ‘recurso humano’, como ‘capital humano’. Sus capacidades específicamente humanas están integradas en un mismo sistema con el intelecto inanimado de las máquinas. Se vuelve cyborg [ser con partes tanto biológicas como artificiales: electrónicas, mecánicas o robóticas], medio de producción hasta en su ser-sujeto, es decir capital, mercancía y trabajo a la vez. Y en la medida en que sus capacidades no tienen utilidad en el sistema de valorización del capital dinero, es rechazado, excluido, considerado inexistente. El hombre-capital-más-precioso no es hombre más que si puede funcionar como capital” (p.16).
Para resaltar la paradoja, se refiere a la "excelente pregunta" de Lester Thurow: “¿Cómo puede funcionar el capitalismo cuando el capital más importante, el capital saber, no tiene más propietario?”2 Dice Gorz que el capitalismo da dos respuestas parciales y provisorias: 1) La empresa individual en la cual el hombre se trata a sí mismo como capital y se valoriza a sí mismo en tanto que tal. Tal es el caso de la élite de trabajadores del conocimiento;3 2) la solución de las grandes empresas: tomar posesión del ‘capital humano’ restableciendo relaciones precapitalistas casi feudales, de vasallaje y pertenencia.
Gorz dice que, según Thurow, el capitalismo no evitará su hundimiento salvo que cambie fundamentalmente y proponga un ‘gran proyecto’, una visión convincente de un ‘futuro mejor’, y que agrega que esta visión no existe y "corresponde a la izquierda ofrecerla". Gorz se pregunta entonces si es preciso salvar al capitalismo a pesar de él mismo; si ello es posible; si hay algo mejor que hacer; si podemos responder al Éxodo del capital con nuestro propio Éxodo; si hay caminos practicables para ello. Introduce la distinción entre reformas subalternas y reformas revolucionarias: mientras las primeras buscan remediar las disfunciones de la sociedad existente, las segundas buscan superar dicha sociedad “en función de una sociedad diferente que está en gestación en ella y que ofrece a las acciones su sentido y su fin último. La tarea de la política sería la de definir objetivos estratégicos intermedios, cuya búsqueda responda a las urgencias del presente, prefigurando la sociedad diferente que exige nacer” (p.17).
Gorz vuelve a citar a Thurow: “El capitalismo le declaró la guerra a la clase obrera y la ganó”. Añade que la globalización fue, al principio, una respuesta política a lo que a mediados de los años setenta (en pleno auge del estado de bienestar) se llamó la "crisis de gobernabilidad": motines del proletariado negro en EU, acciones de insubordinación en masa y de sabotaje en fábricas y universidades europeas, diferentes de las huelgas tradicionales y que expresaban el rechazo al trabajo: resistencia a tiempos impuestos; negativa a obedecer a los ‘pequeños jefes’; autorreducciones del ritmo de fabricación; etcétera (p. 19). La interpretación de Gorz es profunda y recuerda la noción de necesidades radicales de Marx, Márkus y Heller:
“Los movimientos sociales de los años 1967-1974 buscaban cambiar directamente la vida, lo que la condicionaba y aquello de lo que estaba hecha. Cambiarla sustrayéndola a la lógica de la productividad, del trabajo abstracto, la estandarización, el consumo masivo... afirmando la especificidad de las necesidades y los deseos sin posible satisfacción mercantil... Contrariamente a las previsiones de los fundadores del estado providencialista, las protecciones y prestaciones sociales no habían reconciliado a las poblaciones con la sociedad capitalista... Por el contrario, al intervenir, reglamentar, proteger, arbitrar en todos los dominios, el Estado había sustituido a capas enteras de la sociedad civil... Responsable de todo o casi, se había vuelto vulnerable. En consecuencia era urgente sustituir a ese organismo demasiado visible y atacable por un ordenador invisible y anónimo, cuyas leyes sin autor se impondrían a todos como ‘leyes de la naturaleza’, de manera irresistible. Ese ordenador era el mercado. Lo mismo valía para la ‘crisis de gobernabilidad’ de las empresas... era urgente reemplazar el poder demasiado visible del ordenador central por formas de auto-organización descentrada... quebrar por ese lado la combatividad de los asalariados, las ‘rigideces’ que las convenciones colectivas, los acuerdos de empresa, los derechos sociales, habían introducido en las relaciones de producción. La palabra a la orden del día era ‘desregulación’”. (pp. 19-21).
1 En el libro Miserias del presente, riqueza de lo posible, Paidós, Buenos Aires, 1998. 2 El libro de Lester Thurow que cita Gorz es The Future of Capitalism, William Morrow, Nueva York, 1996. Como la edición en español del libro de Gorz se tradujo del original en francés, la frase está traducida dos veces: del inglés al francés y de éste al español. Además Gorz no parece citarla textualmente. La traducción directa (p.17) sería: "¿Cómo puede funcionar el sistema capitalista en la era del poder-cerebral (brainpower) cuando éste no puede ser propiedad privada (cannot be owned)?" Thurow se refiere a cinco placas económicas (en un símil con las placas tectónicas de la geología) que se están moviendo y que determinarán las nuevas reglas que dominarán al mundo cuando las placas lleguen a un nuevo equilibrio. Una de esas placas es el cambio a una era dominada por un poder-cerebral hecho por el hombre, la cual contrasta con la era feudal basada en el poder-tierra y la era industrial basada en el poder-energético que se controla con la propiedad de planta y equipo (es decir, con el poder-capital). 3 Thurow, después de la pregunta citada en la nota anterior, añade: "La mayoría de las empresas que tienen ahora esta característica (despachos legales y de contabilidad, banca de inversión) no son manejadas por propietarios capitalistas ausentistas. Ellas reclutan, promueven, toman decisiones y seleccionan líderes de manera muy diferente a General Motors o General Electric".
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