Los "Chuchos", liberados al fin de la fuerza moral del obradorismo firman pacto neoliberal
La
firma del pacto neoliberal constituyó el último elemento de la traición
que la corriente dirigida por Jesús Ortega y Jesús Zambrano ha operado
prácticamente desde la fundación del PRD
Revista EMET
Liberados al fin de la fuerza moral del obradorismo, los “Chuchos” acaban de dar, con la apabullante ayudante del PRIAN, un formidable “golpe de Estado”, convirtiendo al principal partido de izquierda mexicano en integrante de facto de la coalición neoliberal que ha hundido a nuestra economía, ensangrentado grandes regiones del país, disparado la corrupción hasta niveles nunca imaginados, colapsado la educación pública y la generalidad de los servicios gubernamentales y condenado a una vida deplorable a millones de compatriotas de todos los rincones de nuestra sufrida nación.
La firma del pacto neoliberal constituyó el último elemento de la traición que la corriente dirigida por Jesús Ortega y Jesús Zambrano ha operado prácticamente desde la fundación del PRD, y que ha incluido complicidad en los fraudes electorales, apoyo a candidatos contrarios a los principios del partido y de la izquierda, manejo faccioso y corrupto de los recursos partidistas, alianzas públicas y secretas con enemigos políticos, gobiernos y grupos de poder.
Ha quedado resuelta la disyuntiva que apuntábamos en pasadas colaboraciones: la dirigencia del PRD ha optado por asumirse como una oposición puramente de comparsa, convalidando de un solo golpe el fraude electoral del pasado dos de julio, la antidemocracia que caracteriza a nuestro sistema político y el modelo económico que lacera a la enorme mayoría de los mexicanos desde 1982.
Nada en la historia del Estado mexicano y en las recientes actuaciones del PRIAN justifica la firma del acuerdo. En él se suscriben los principios neoliberales del supuesto equilibrio macroeconómico, se privilegia la supuesta competitividad sobre los derechos laborales, se enmascara el fracaso educativo, se fortalecen los mecanismos represivos, se propicia la privatización de PEMEX, se mantiene una visión elitista y reduccionista de la cultura, se persevera en la insultante discriminación a los pueblos indígenas.
Prácticamente no hay una sola letra en todo el extenso documento que obedezca a la pavorosa realidad que vivimos, ni mucho menos que propicie –como se afirma falsamente al señalar sus supuestos ejes rectores- la democratización ni la participación ciudadana. Todo lo contrario: los compromisos o son tan vagos que únicamente llevarán a la promulgación de más leyes de letra muerta, o son delegados en instituciones gubernamentales ya existentes o de nueva creación, es decir, en más burocracia de simulación.
El colmo lo tenemos en los capítulos dedicados al combate a la pobreza y a la reforma política. En el primer caso se afirma que “se eliminará el sesgo asistencial y el uso electoral de los programas sociales”; en el segundo se establece el compromiso de elevar a rango de causal de nulidad de elección el rebase de los topes de campaña; pero ¿qué retrasado mental puede creer la honestidad de estas afirmaciones? Sería más fácil creer en un pacto con el “Chapo” para erradicar el tráfico de drogas, o con “Los Zetas” para acabar con las extorsiones y las ejecuciones.
Los “Chuchos” no son tan estúpidos para creer eso. Saben perfectamente que el pacto no es más que una simulación para legitimar al espurio Peña Nieto, a cambio de lo cual esperan recibir mayores cuotas de poder y, sobre todo, amplios beneficios económicos, no para el partido ni mucho menos para la izquierda en general, sino para sus muy concretos intereses personales.
En la lógica de los partidos de izquierda europeos, el PRD de los “Chuchos” está decidido a entrarle a las tajadas del pastel, fieles a la muy mexicana idea de que un político pobre es un pobre político. En el pecado llevarán la penitencia, materializada en la paulatina pérdida del apoyo popular que los llevó a ganar elecciones en las urnas que luego el poder neoliberal les arrebató de cualquier modo. De una u otra forma, el PRD ha firmado, junto con el pacto de la ignominia, su sentencia de muerte en el escenario político nacional.
Jorge Canto Alcocer - Opinión EMET
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