Se reafirma el presidencialismo del PRI con el “pacto” y las “reformas”

Se reafirma el presidencialismo del PRI con el “pacto” y las “reformas”
Pedro Echeverría V.

1. El “presidencialismo mexicano” -el que ejerce el presidente de la República con casi un poder total (en su partido, su gabinete de gobierno, en las Cámaras, el poder judicial y el IFE)- regresa con fuerza a México con el gobierno del PRI encabezado por Enrique Peña Nieto. No es que haya desaparecido el presidencialismo en los 12 años de gobiernos del PAN dirigidos por Fox y por Calderón, pero fue el PRI el que lo instrumentó desde los años 30 y fue él quien pudo manipularlo con mayor efectividad. Se debilita a partir del año de 1982 con el inicio del neoliberalismo y cuando los presidentes López Portillo y Miguel de la Madrid son fuertemente cuestionados por los grandes empresarios que, agrupados en el Consejo Coordinador Empresarial, pasan a la ofensiva en septiembre de 1982. Coincidente con ello intervino el Fondo Monetario Internacional (FMI) para obligar a De la Madrid a firmar la famosa “carta de intención” privatizadora.

2. En América Latina se conoce bien el presidencialismo introducido por los yanquis en el siglo XIX, en el período de las luchas por la independencia respecto a España: consiste en: a) el presidente se convierte en la autoridad más importante; b) es el jefe real de su partido; c) logra tener la mayoría o controlar las legislaturas; d) crea “pactos” con otras organizaciones políticas; e) firma acuerdos históricos con obreros y campesinos; f) el presidente es benefactor de todos; g) determina sobre su sucesor en la Presidencia; h) abre la posibilidad de ser “el poder tras el trono”. Lo peor de todo ha sido que mediante la política skinneriana de “premios y castigos” se ha acostumbrado a la población entera a someterse a los caprichos del “señor presidente”. Ha sido tal la dependencia y sumisión que cuando el Presidente pregunta por la hora, inmediatamente cualquier ciudadano le responde: “las que usted desee señor presidente”.

3. La realidad es que desde mediados de los años setenta –aunque no dejaba de participar en los movimientos de trabajadores- comencé a cuestionar el entusiasmo, un tanto “irracional”, de nuestras participaciones en las huelgas y batallas en las calles hablando de nuestros triunfos y avances momentáneos que impedían ver que la burguesía era capaz de recuperar con facilidad cualquier rasguño que sufría. Desde entonces fui comprendiendo eso que se llamaba “presidencialismo” era una política de Estado en la que la clase dominante demostraba su unidad y su fortaleza. Entendí que mientras nosotros hablábamos de la derrota de la dirigencia charra, del debilitamiento de Fidel Velázquez, de la incapacidad del gobierno para gobernar e incluso de que el imperialismo estaba en su última fase, la realidad es que no éramos objetivos y sólo nos dejábamos llevar por el entusiasmo y los buenos deseos de juventud.

4. En México y en muchos países de la región se han cumplido fielmente aquellos principios del “presidencialismo” porque se adaptaron bien a su desarrollo económico, a la debilidad de la burguesía privada frente a la clase política o burguesía pública que impidió hasta 1982 que se rebelara aquella. En vez de ponerse al frente de los gobiernos, los grandes terratenientes, industriales y banqueros prefirieron incrementar su fuerza a la sombra del Estado colocando gobernantes que le garanticen la protección de sus intereses. Sin embargo, a partir del gobierno de De la Madrid el presidencialismo centralizador comenzó a debilitarse. El PAN, de ser un partido sin la menor presencia, negoció el reconocimiento del gobierno de Carlos Salinas en 1988 y gozó de fuertes apoyos para consolidarse. En 1997 el presidencialismo perdió la mayoría legislativa y en el 2000 la Presidencia. El totalitarismo priísta se cuarteó.

5. Recuerdo que en septiembre de 1977 publiqué un artículo en la revista Autogestión que titulé: “Crítica a siete tesis de la izquierda amaestrada”, mismo que luego formó parte de mi primer libro: “Socialismo y partidos políticos”, publicado un año después. Criticaba las tesis: 1) El enemigo principal del pueblo mexicano es el imperialismo y sus aliados internos; 2) Dentro del aparato del Estado hay una burguesía buena (progresista) y una mala (reaccionaria); 3) La política exterior del gobierno mexicano es positiva, en cambio la interna es negativa; 4) El aparato de Estado y el sistema están en crisis crónica; 5) La unidad de la izquierda responsable, inclusive con sectores progresistas, nacionalistas y antimperialistas de la burguesía, es urgente ante el golpe militar fascista; 6) El campo socialista se consolida, el imperialismo y el fascismo viven su última fase, se refuerza el movimiento obrero; 7. Debemos organizar el partido de la clase obrera con la unidad de los revolucionarios, porque sólo el partido puede dirigir a la clase obrera.

6. Además de las tesis erróneas sobre el enemigo principal, se difundía en el movimiento social que “el aparato de Estado y el sistema estaban en crisis crónica” pensando que con un pequeño empujón se derrumbaría. La realidad era lo contrario, como bien pudo demostrarse, el “presidencialismo” que dominaba Estado mexicano, partido y legislatura, mantenía una enorme fortaleza. También se hablaba de un “campo socialista consolidado y de un imperialismo y un fascismo que vivían su última fase”; resultó evidentemente lo contrario porque aquello que se creía “socialista” no era tal y el imperialismo yanqui profundizó su dominio. Pareciera que en lugar de ir a la raíz del árbol nos pusimos simplemente a sacudirlo y nada cayó; sólo desgastamos energías por no conocer al poderoso enemigo contra el que luchábamos. El decir o denunciar las posiciones erróneas ha sido siempre revolucionario.

7. Pero a partir del gobierno de Peña Nieto parecería que en dos meses el PRI ha retomado el control de todas las cosas. Aunque se sigue reconociendo que en tres meses han muerto casi tres mil seres humanos por confrontaciones con el narco –casi igualando al gobierno de Calderón- pareciera que debe reconocerse que el gobierno de Peña Nieto se ha fortalecido con los apoyos legislativos, el pacto firmado con los partidos PAN, PRD y otros, así como con su política de golpeteo al liderazgo de sindicatos. Por el contrario, con excepción de la CNTE y otros pequeños grupos, la realidad es que se ve un gran debilitamiento de las luchas sociales. Por ello hay que estar atentos con la restauración del llamado presidencialismo que podría fortalecer por un largo período al nuevo gobierno del PRI que se encargaría de repartir dineros a los otros partidos y movimientos con el fin de ponerlos a su disposición. ¿Por qué no ir a la raíz? (4/II/13)

Consultar: http://pedroecheverriav.wordpress.com
pedroe@cablered.net.mx

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