Villa Coapa, zona cuyos habitantes solían sentirse a salvo de los temblores


Claudia Herrera Beltrán
 
Periódico La Jornada
Lunes 25 de septiembre de 2017, p. 14
En la calle Rancho los Arcos hay una mancha de tierra color ocre en medio de varios edificios típicos de Villa Coapa, y unas tablas de madera forman el muro de despedida para 12 víctimas: Adiós Lore, Joaquín, Emanuel, Jaime, Yola, Ana, Bebé, abuelita, Lua, Mei, Kenzo, Luki.
En menos de 72 horas se esfumó la huella de dos edificios de seis pisos en esta parte de la colonia Girasoles II, en la delegación Coyoacán, como símbolo de la rapidez con que desaparecieron vidas y pertenencias en una zona cuyos habitantes solían sentirse a salvo de los temblores.
Mi esposa es de Veracruz y cuando llegó le dije: puedes estar tranquila aquí. Si tiembla el relajo está en la Roma, la Narvarte, en el Centro, en la Del Valle, pero en Coapa nunca, recuerda Ángel San Millán, quien se mudó hace 30 años a esta parte del sur de la ciudad.
El día 19, minutos después de la sacudida, Ángel corrió con suerte y recuperó a su bebé, que se encontraba en una guardería cercana al colegio Enrique Rébsamen.
Hoy esa derruida escuela yace oculta entre residencias de clase media y siete cuadras de la avenida Prolongación División del Norte cerradas por vehículos militares y de la policía. Hay un silencio impuesto, que se rompe por un momento cuando los mecánicos de un taller escuchan reguetón y una mujer de 60 años les reprocha: ¡Respeten nuestro dolor!
Donde había haciendas y sembradíos, en 1968 se creó el conjunto habitacional Narciso Mendoza para albergar a entrenadores, deportistas y periodistas que acudirían a las Olimpiadas. A partir de entonces se fundaron varias colonias, que se distinguen por sus terrenos grandes o departamentos de pocos pisos.
Los referentes aquí son escuelas, como el hoy casi destruido Tec de Monterrey, o almacenes comerciales. Galerías Coapa, Suburbia y un Walmart, en el cruce de Canal de Miramontes y Acoxpa, y la ferretería Sekiguchi de calzada Del Hueso no funcionan desde la tarde del martes y los transeúntes sólo se detienen a fotografiar cuarteaduras y esqueletos metálicos que se asoman de sus paredes.
Hace unos meses, vecinos del movimiento Villa Coapa, te quiero como te conocí, se opuso a la construcción de más plazas (hay 10 en un pequeño perímetro). Pero la naturaleza les restó una de manera temporal y la información de que podrá ser reabierta en breve provoca protestas en las redes de quienes desconfían sobre que sea segura.
Al atravesar la calle es imposible caminar por Canal de Miramontes. Una hilera de seis edificios con paredes derribadas y rejas chuecas está acordonada. La caminata por la Alameda del Sur, con su pasto y juegos infantiles, es un remanso, interrumpido más adelante por dos negocios derruidos, una zapatería y un restaurante con vidrios rotos.
Al regresar a Rancho del Arco un carrito de la taquería El Chivito alimenta gratis a decenas de policías que resguardan el terreno mientras observan cómo los vecinos sacan bultos, sillones, televisores… lo indispensable para sobrellevar un exilio que no saben cuánto tiempo va a durar.
Se van por precaución o por el susto; no se observan cuarteaduras en los edificios contiguos. Un vecino, Heliodoro, aclara que los condominios blancos, todos en pie, fueron hechos por una constructora diferente –Banamex– a la que hizo los edificios de tabique rojo, donde murieron más de una decena de personas.
Por Alejandrina Morales, quien recorre la calle preguntando por un amigo que cree que vivía en los desaparecidos condominios, varios se enteran de que enfrente, en el conjunto habitacional Girasoles III, hay tres edificios a punto de caer. Una plaza comercial los tapa y pocos los tomaban en cuenta en el censo de pérdidas.
Alejandrina relata que hace 32 años llegó cuando era niña; sus padres vivían en la colonia Roma y aunque en los terremotos del 19 de septiembre de 1985 no perdieron su departamento, prefirieron mudarse a una colonia nueva. Nunca imaginé que se derrumbaría el lugar donde crecí. Creíamos que era seguro.
 
 
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