A 76 años de la barbarie HIROSHIMA Y NAGASAKI: ACTOS CRIMINALES

 

Por Carlos Guillén Soriano,

Integrante del Sindicato Único de Trabajadores de la Industria Nuclear

y colaborador voluntario de Frecuencia Laboral,

Publicación Original del Portal www.frecuencialaboral.com

Se cumplió un aniversario más de la mayor barbarie cometida contra la humanidad. La mañana del 6 de agosto de 1945, a las 8:15 (hora local) el bombardero estadounidense Enola Gay lanzó su carga mortífera desde unos 12 mil metros de altura sobre la ciudad de Hiroshima. La bomba estalló 600 metros antes de llegar al suelo; más de 65 mil edificios, viviendas y hospitales y 70 mil personas se volatilizaron al instante. Los puestos asistenciales y de urgencias, así como los 18 hospitales desaparecieron. Otras 110 mil mujeres, hombres y niños fallecían poco después carbonizados o mutilados.

Tres días después, el 9 de agosto, a las 11:02 (hora local) en la pequeña ciudad portuaria de Nagasaki fueron aniquiladas instantáneamente 25 mil de las 280 mil personas que ahí se encontraban. Hiroshima y Nagasaki quedaban borradas del mapa. Así conoció el mundo el poder destructivo del átomo. Así se inició una nueva forma de hacer la guerra, poniendo la ciencia al servicio de la destrucción.

Así, ante los ojos de un mundo que llevaba varios años de padecer una guerra en la que ya habían muerto millones de seres, quienes se asumían como los nuevos dueños del planeta, anunciaban a qué se arriesgaban quienes no se sometieran a sus dictados. Las bombas atómicas lanzadas sobre las ciudades mártires de Japón no fueron para terminar una guerra. Esta ya estaba ganada por los aliados, pues el Ejército Rojo de la Unión Soviética había derrotado meses atrás a la Alemania nazi, sino para mostrar al mundo a qué se exponía quien se opusiera al dominio de los poseedores de la nueva arma.

De esta manera, el mundo conoció la energía nuclear como instrumento de destrucción y chantaje, pues estaba en manos de quienes hicieron de la guerra un negocio más y para quienes la vida es algo prescindible si con ello se generan ganancias. Los años siguientes, los de la guerra fría, fueron marcados por la constante amenaza nuclear.

Aun hoy, terminada la guerra fría y ya sin el contrapeso que representó el bloque soviético, los mismos que lanzaron las bombas, van por el mundo sembrando destrucción, apropiándose de todo tipo de riquezas, ya mediante el uso del libre mercado, ya mediante las armas, más sofisticadas y mortíferas que nunca.

Pero no todo está en las manos de los señores de la guerra. Cada nueva aventura bélica enfrenta mayor rechazo, aun entre las poblaciones de los países dominantes. Los trabajadores del conocimiento, también han aprendido que su labor debe dedicarse a la construcción de un mundo mejor y no a la destrucción.

La propia energía nuclear, que fue dada a conocer como instrumento de muerte, ahora tiene una gran cantidad de usos pacíficos y es una alternativa viable para la generación de energía, ante las condiciones que rodean el uso de hidrocarburos para mover al mundo de hoy. Esta energía, usada en forma pacífica, la única forma en que debe ser utilizada, ha demostrado ser respetuosa del ambiente.

El uso de la ciencia para la vida, ha mostrado que la energía nuclear no solo permite la generación de electricidad -indispensable para el desarrollo- sino que es un medio que contribuye a solucionar variados problemas de las sociedades modernas en ámbitos tan diversos como la medicina, la agricultura, la industria, el medio ambiente.

Los usos de la energía nuclear para combatir enfermedades como el cáncer, para prolongar la vida de comestibles y mejorar materias primas, para mejorar semillas y cultivos, para combatir la contaminación ambiental, entre muchos usos, muestra que la ciencia jamás debe ser usada para la destrucción y si, en cambio, para el desarrollo soberano de los pueblos del mundo.

Lograrlo, pasa necesariamente por el pleno respeto al planeta y a los derechos de los trabajadores del conocimiento.

guillen.s.carlos@gmail.com

  

 

 

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