Cambio climático: ¡¿a quién responsabilizar?!
Pablo Moctezuma Barragán - 30 Oct 2021 a las 7:00 pm
Del domingo 31 de octubre al viernes 12 de noviembre se celebra la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático de 2021, comúnmente conocida como COP26, tras ser pospuesta por 1 año a causa de la pandemia de Covid-19. Ahora 20 mil personas se reúnen en Centro SEC, Glasgow, Escocia. Se considera que esta reunión es la más importante desde el Acuerdo de París de 2015.
El calentamiento global es grave. Los últimos 5 años fueron los más calurosos registrados desde 1850. La tasa reciente de aumento del nivel del mar casi se ha triplicado en comparación con 1901-1971, por lo que es imprescindible que las emisiones netas mundiales de CO2 de origen humano se reduzcan en un 50 por ciento para 2030 con respecto a los niveles de 2010 y seguir disminuyendo hasta alcanzar el “cero neto” aproximadamente en 2050. Hay tiempo para salvar al planeta y evitar que la temperatura suba 1.5 grados. El aumento de temperatura provoca sequias, la erosión del suelo fértil, deforestación, deshielo de los polos, huracanes y tornados, aumento del nivel del mar acidificación de los océanos, sargazo, acompañada de inundaciones y una grave extinción masiva de especies. La extinción más reciente ocurrió hace 65 millones de años al final del periodo Cretácico y acabó con los dinosauros y con el 75 por ciento de las especies. Hoy trágicamente vivimos la sexta extinción masiva.
Los causantes de la crisis ambiental son los países desarrollados con sus patrones de producción y consumo insostenibles y la falta de voluntad de los gobiernos para cumplir compromisos climáticos. Hace falta promover patrones sostenibles de consumo y producción. El secretario general de la Organización de las Naciones Unidas (ONU), Antonio Gutiérrez, afirma que el mundo vive en “alerta roja” y que nos encontramos en el momento más peligroso desde el fin de la Segunda Guerra Mundial. Y señala que en vez de reducción podría haber un aumento de la temperatura que a final del siglo puede llegar al 2.7 por ciento, lo que sería catastrófico. Esto debido a que no hay coordinación entre los gobiernos, ni un plan general, por el contrario, se multiplican los conflictos.
Mucho se señala que los humanos somos los responsables como especie, de la devastación, para no responsabilizar a los verdaderos culpables, el modelo de desarrollo de capitalismo rapaz, las grandes corporaciones que explotan irracionalmente los recursos y envenenan aire, suelo y agua. Tiran sus desechos al mar, promueven la minería tóxica, la economía petrolizada, la industria automotriz que ya produjo 2.5 billones de vehículos, los fertilizantes y plaguicidas tóxicos, nos inundan de plástico, promueven el extractivismo, talan los bosques y promueven una urbanización que arrasa con todo y a la vez desarrollan como nunca la industria bélica, provocando conflictos como el de Irak, Afganistán, Palestina, Yemen, el Sahara y amenazan la paz en el indopacífico con alianzas militares como la recientemente creada AUKUS entre Estados Unidos, Reino Unido y Australia. Sumando la guerra y la producción bélica que desarrollan las potencias, con un impacto especialmente perjudicial en el entorno natural y social, incluida la economía. Que no nos digan que el mal lo generamos los seres humanos. Que no se oculte a los responsables de este caos que golpea a las naciones sometidas, los oprimidos y marginados siendo los más afectados por el cambio climático.
Los pueblos indígenas originarios han sido los principales defensores de selvas, bosques y de un modo de vida en armonía con la naturaleza pero se ven amenazados por los megaproyectos que arrasan con todo. Los seres humanos aspiramos a vivir en armonía entre nosotros mismos y con la naturaleza. Apostamos a un modelo de desarrollo en el que la vida de las sociedades y la capacidad humana se emplee para hacer florecer el entorno, conservar bosques, selvas, cuerpos de agua, respetar la diversidad de flora y fauna y ser un factor de estabilidad. Esto implica un modelo económico centrado, no en el extractivismo y la acumulación de ganancias, sino en el bienestar del ser humano en armonía con el medio ambiente. La actividad humana bien que puede regenerar al planeta.
Los jóvenes en todo el mundo están desarrollando conciencia y se movilizan en decenas de países para exigir medidas urgentes contra el cambio climático y presionar a los gobiernos. Desde 2019 hay movilizaciones globales, la más reciente el pasado 24 de septiembre que se desarrolló en cientos de ciudades del orbe.
Las conferencias anuales de la ONU sobre el cambio climático comenzaron a realizarse en 1992, cuando se reunió la Cumbre de la Tierra y se firmó la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático un tratado que entró en vigor en 1994, en él que participaron 197 Partes, 196 países más la Unión Europea. El acrónimo COP corresponde a las palabras Conferencia de las Partes. El Acuerdo de París comprometía a los firmantes a recortar las emisiones de carbono para limitar el calentamiento global por debajo de los 2 grados, con la esperanza de restringirlo a 1.5 grados por encima de los niveles preindustriales.
Estas reuniones acaparan la atención mediática de la gente y los gobiernos tras largas negociaciones anuncian medidas paliativas. Pero tras 27 años el problema está cada vez más fuera de control. Esto se debe a que los políticos y gobiernos sólo aparentar tomar medidas, pero están sujetos e inmersos en un sistema en el que quien decide son los grandes capitales, que luchan desenfrenadamente entre sí por beneficiarse al máximo y saquear de manera irracional los recursos a costa de todo. De hecho las concentraciones de gases de efecto invernadero alcanzaron un récord el año pasado, y aumentó más rápido que la media anual de la última década 2011-2020, pese a una reducción temporal durante las cuarentenas asociadas a la pandemia de Covid-19, señala la Organización Meteorológica Mundial (OMM).
En el mundo actual las fuerzas productivas se han desarrollado a un nivel sin precedente, la producción se socializa cada vez más, miles de millones de trabajadores, grandes colectivos generan gran esfuerzo productivo, pero mientras la producción se socializa, son los intereses privados los que controlan, deciden, explotan los recursos naturales y humanos y se apropian del excedente.
Ellos buscan su interés mezquino y solo piensan en multiplicar sus inversiones. Compiten entre si de forma despiadada y están fuera de control, impulsando un modelo que llevaría a la destrucción de la naturaleza y la aniquilación de los pueblos. Por eso es necesario que la sociedad asuma el control, que se democratice el proceso de toma de decisión, que los Estados asuman la representación de la sociedad a la vez que están controlados y mandatados por la voluntad popular, para que pongan orden. Que se coloque el interés general, el del ser humano y la madre tierra por encima de todo, para garantizar no solo la supervivencia, sino lograr armonizar entre sí los entornos naturales y sociales para que los seres humanos y todas las formas de vida del planeta se vean enriquecidos y potenciados.
La COP26 se efectuará en momentos en que la destrucción del entorno natural y social son harto evidentes así como la necesidad de tomar medidas para que las fuerzas productivas humanas, que son una fuerza de la naturaleza sean puestas bajo control consciente. Terminar con la dominación de las corporaciones sobre las inmensas fuerzas productivas que, en lugar de servir al bienestar, se sujetan a la división, la confrontación y el abuso, colocándose por encima de toda ley, ya que los oligopolios mundiales actúan fuera de los Estados e imponen su ley por la fuerza.
En cambio las personas necesitan un sistema de producción que funcione a su favor, un modo de vida en el que pueda satisfacer sus necesidades culturales y materiales, que humanice la vida y evite la devastación de la naturaleza. Para armonizar el entorno natural y social es necesario transformar la vida económica y que se desarrolle la actividad productiva en la dirección y bajo la forma que necesita la sociedad y reclama la madre tierra. El ser humano, cambiando su modo de vivir y producir, desarrollando su cultura y enfocándose en sus verdaderas necesidades puede limpiar el agua, el suelo y producir los bienes y servicios de modo que no devasten a la naturaleza y así revertir el proceso de calentamiento global. Para ello tiene que tomar el control, enfrentar a las corporaciones, limitar y encauzar su actividad para que no sea un proceso caótico y destructivo. Se necesitan gobiernos que con firmeza coloquen el interés general por encima, que respeten la voluntad popular y la decisión democrática del pueblo. Que gobierne la gente y prevalezcan sus decisiones conscientes, con mecanismos democráticos sin que mande el mercado que es manipulado a su antojo por las corporaciones. Que se tenga un plan para que la actividad humana se canalice de forma constructiva y teniendo en el centro al ser humano y a la naturaleza pues ambos están integrados.
En su lucha por la hegemonía mundial y bajo el mando de las corporaciones, el imperio estadunidense trata de posicionar la COP26 para contraponerse a China y Rusia, cuyos jefes de estado no asistirán a Glasgow, Estados Unidos quiere que sus monopolios prevalezcan. Y no olvidemos que el Pentágono contamina más que otros países enteros. Entre 2001 y 2017 fue responsable de liberar cerca de 1 mil 200 millones de toneladas métricas de gases de efecto invernadero, el 70 por ciento de estos contaminantes lo generó el uso y movilización de tropas y armas.
Por otra parte, buscan hacer de la “energía limpia” un gran negocio e imponerlo a todo el mundo, junto con el dominio de las corporaciones que dicen impulsarla. En México tenemos un ejemplo claro de lucro a costa de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) con este pretexto. Enarbolando objetivos justos, como es el de desarrollar la energía solar, eólica etcétera, buscan seguir saqueando. El pueblo de México tomará en sus manos la transición energética, no las corporaciones extranjeras.
El modelo económico predominante desde hace 200 años está agotado y conduce al colapso. Tiene que ser el pueblo organizado y empoderado quien tome el control, impulsar la renovación democrática para que sus decisiones soberanas sean respetadas. La viabilidad de nuestras sociedades no depende de los líderes de los gobiernos y las empresas que ya fracasaron, sino de los pueblos, de la clase obrera que crean las enormes fuerzas productivas y son ellos las que pueden controlarlas en favor de la naturaleza, la sociedad y la humanidad. Las personas necesitamos confiar en nosotros mismos para aportar soluciones al cambio climático y diseñar un nuevo modelo de vivir, producir, consumir, distribuir.
Debemos parar el derroche de energía del globalismo para desarrollar la comunidad local, el consumo local, trabajar, estudiar y convivir cerca de donde vivimos, movernos predominantemente a pie, en bicicleta, tranvías o trenes. Parar el transporte exagerado, el consumo desenfrenado y el derroche que promueve el mercado con sus mecanismos como la obsolescencia programada que lleva al abuso de recursos. Recuperar los suelos y permitir la recarga de mantos acuíferos, promover la agricultura orgánica, usar fertilizantes y plaguicidas naturales, promover los baños secos. Tener un gobierno que no ayude a los planes de guerra de Washington o la integración con EU para luchar por la hegemonía mundial, sino que promueva el desarrollo sustentable local, regional y nacional, con un Plan Maestro de Desarrollo ampliamente decidido por toda la población que le de viabilidad a un nuevo modelo en el que la gente viva mejor y con mayor gozo y convivencia sin necesidad de consumir grandes cantidades de energía no renovable, deteniendo el “hambre de energía”. Que millones de personas trabajen para encontrar soluciones técnicas-científicas al deterioro ambiental, reforesten, se eduquen en una vida sana, vivan mejor con menos y defiendan su comunidad y su medio ambiente.
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