Híjar llama a defender los espacios culturales autónomos
Merry MacMasters
Periódico La Jornada
Jueves 21 de enero de 2010, p. 7
El Salón de la Plástica Mexicana (SPM) ha cambiado en seis décadas de vida. Sin embargo para el investigador Alberto Híjar Serrano hay que defender cualquier espacio con relativa autonomía respecto del Estado.
Porque, para como están las cosas, en vez de aceptar la extinción de centros culturales importantes va a pasar como con el Sindicato Mexicano de Electricistas, que fue borrado de un plumazo; “hay que defender la existencia de todos estos lugares”.
Híjar Serrano dictó la ponencia magistral ayer en el primer coloquio Arte tradición, ruptura y actualidad: una visión retrospectiva a 60 años del Salón de la Plástica Mexicana, en la Biblioteca de México, en Plaza de la Ciudadela 4, tras la inauguración de una exposición de artistas del SPM, presidida por Teresa Vicencio Álvarez, titular del Instituto Nacional de Bellas Artes.
Respecto del futuro del SPM, el investigador del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas, instancia organizadora del coloquio, dijo no disponer de “una bola de cristal”, pero “creo que ninguno”.
Aunque las exposiciones que organiza el salón “dan cuenta de lo variado y complejo” de la obra de sus integrantes, para Híjar “a todos estos jóvenes que pueden no ser tanto, cuarentones o cincuentones, no les interesa mayormente tomar posición histórica frente a nada, sino más bien irla pasando en cuanto a sus ventas, sus famas y prestigios”.
Según Híjar Serrano, “una vez derrotada la Revolución de 1910 y asesinados sus principales dirigentes, el Estado-nación necesitaba consolidarse para poder enfrentar la crisis de 1929 en Wall Street, la Segunda Guerra Mundial y todo lo que pasó”.
La segunda y tercera generaciones de muralistas, en especial, que tuvieron “una participación muy destacada como trabajadores de la cultura durante el cardenismo, tuvieron que entrar a la vorágine del progreso y la modernidad aparente”. Es decir, “agruparse y pelearle al Estado que los artistas también tuvieran un lugar en esta organización corporativa del supuesto Estado benefactor”.
Fuente
Periódico La Jornada
Jueves 21 de enero de 2010, p. 7
El Salón de la Plástica Mexicana (SPM) ha cambiado en seis décadas de vida. Sin embargo para el investigador Alberto Híjar Serrano hay que defender cualquier espacio con relativa autonomía respecto del Estado.
Porque, para como están las cosas, en vez de aceptar la extinción de centros culturales importantes va a pasar como con el Sindicato Mexicano de Electricistas, que fue borrado de un plumazo; “hay que defender la existencia de todos estos lugares”.
Híjar Serrano dictó la ponencia magistral ayer en el primer coloquio Arte tradición, ruptura y actualidad: una visión retrospectiva a 60 años del Salón de la Plástica Mexicana, en la Biblioteca de México, en Plaza de la Ciudadela 4, tras la inauguración de una exposición de artistas del SPM, presidida por Teresa Vicencio Álvarez, titular del Instituto Nacional de Bellas Artes.
Respecto del futuro del SPM, el investigador del Centro Nacional de Investigación, Documentación e Información de Artes Plásticas, instancia organizadora del coloquio, dijo no disponer de “una bola de cristal”, pero “creo que ninguno”.
Aunque las exposiciones que organiza el salón “dan cuenta de lo variado y complejo” de la obra de sus integrantes, para Híjar “a todos estos jóvenes que pueden no ser tanto, cuarentones o cincuentones, no les interesa mayormente tomar posición histórica frente a nada, sino más bien irla pasando en cuanto a sus ventas, sus famas y prestigios”.
Según Híjar Serrano, “una vez derrotada la Revolución de 1910 y asesinados sus principales dirigentes, el Estado-nación necesitaba consolidarse para poder enfrentar la crisis de 1929 en Wall Street, la Segunda Guerra Mundial y todo lo que pasó”.
La segunda y tercera generaciones de muralistas, en especial, que tuvieron “una participación muy destacada como trabajadores de la cultura durante el cardenismo, tuvieron que entrar a la vorágine del progreso y la modernidad aparente”. Es decir, “agruparse y pelearle al Estado que los artistas también tuvieran un lugar en esta organización corporativa del supuesto Estado benefactor”.
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