El FMI y la desregulación: De la economía frágil a la política desacreditada
martes 19 de julio de 2011
Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)
Se prolonga el paro estudiantil en Chile y el gobierno de la coalición de derecha del presidente Sebastián Piñera realiza un cambio de gabinete. Es la primera vez que en los 21 años de democracia, protestas sociales provocan un remezón político de semejante naturaleza. Al centro de un debate que estalló pero que es velado, están las reformas políticas y sociales que no pudo implementar la anterior coalición de centro izquierda, que gobernó por 20 años debido a que la actual coalición que gobierna se lo impidió.
En Chile existe un sistema electoral cuya representatividad es repartida entre dos grandes coaliciones que se van turnando en el gobierno. Es el diseño político heredado de la dictadura militar en un país cuya sociedad no logra desamarrar el nudo para alterar el status quo. Aunque el problema chileno es un problema más global, en el cual se reclama un cambio de régimen, referido al sistema o modelo económico implantado universalmente desde organismo financieros centrales y que ahora es cuestionado globalmente.
Lo que está sucediendo en Chile con el movimiento estudiantil es ese reclamo de la sociedad sobre un sistema económico instalado arbitrariamente sin participación ciudadana, el auto golpe que se infringe el estado liberal en su núcleo de justicia social. Los teóricos de las tesis económicas neoclásicas pueden sentirse satisfechos del caos político que se avecina globalmente por la esquina del mundo que uno se asome al desmantelar sistemas productivos y de protección social con participación del estado.
Un notable film, “Too Big To Fail” (HBO) “Demasiado Grande para que Falle”, revela pedagógicamente el corazón del actual problema, que en esencia es lo que estalla con la crisis económica de 2008. Al preguntarle una asesora a Henry Paulson, el Secretario del Tesoro de EEUU que articula el rescate en la crisis de 2008, “¿Y por qué no regularon?”. El responde: “Porque se estaba ganando mucho dinero”.
El síndrome del “ahora o nunca” para ganar más se exhibe en la situación de una crisis global que se prolonga. Se revela en esa mezcla de conformidad y estado de alerta en la autoridad económica central del planeta como es el Fondo Monetario Internacional (FMI). Globalmente las personas se endeudan más que antes, con más riesgo de insolvencia y el andamio monetario se resiente.
El FMI en su World Economic Outlook de 2007, antes del estallido de la crisis, planteó sin ambages: "Se puede hacer más recuperar empleos particularmente afectados por la tecnología y el comercio global, a través de mejores sistemas de educación, mercados de empleos más flexibles, y sistemas de bienestar que absorban el impacto, pero que no obstruyan los cambios económicos". Este "pero" fue una advertencia al político que no desea enfrentar a su electorado con una agenda más realista, es decir: “Evite a toda costa regular la economía, y no incite a recrear el estado de bienestar”.
Es así que el informe del FMI de 2011 insiste en la política de no regular que recomendaba antes de la crisis. Si bien el diagnóstico de la recuperación es optimista, el informe desliza anuncios para la contención del gasto fiscal que por general incide en el sector social, que a su vez levanta polvareda política y protesta callejera.
A pesar de que la economía se recupera, el desempleo se ha estacionado en niveles altos, y a pesar de que el marco de confianza financiera ha mejorado y los precios de los commodities se han recuperado, hay advertencias hacia las economías emergentes para evitar un recalentamiento de la economía y la sobre expansión del crédito. Se recomienda la reducción del desempleo, y el reequilibrio en la demanda global. El corolario advierte que la regulación es dañina para la expansión y el crecimiento, claves para generar empleo. ¿Algo nuevo?
El persistente desempleo y el aumento de la inflación especialmente en combustible y alimentos, perturba a los centros financieros. Aunque para el FMI los riesgos de la inflación son moderados, y en Estados Unidos llega al 3.5 %, su tasa de desempleo ha aumentado y se acerca al 10%, en cifras de julio 2011. En un país pivote para la economía mundial, este desequilibrio de baja inflación y alto desempleo no contribuye a inyectar más recursos al sector del capital. En otras partes de Asia y África también se observa una tendencia similar. El alza del combustible afecta con mayor severidad a los países de menores ingresos, mientras la inflación global es aún más perniciosa.
La estimación de la tasa de crecimiento en la economía mundial no se empina del 4% y a pesar la reconocida robustez de la recuperación, no es suficiente para evitar la volatilidad financiera, la persistente inflación y el desempleo que no cede. No hay respuestas claras a la recurrencia de estos fenómenos y cuando un sistema anclado en normas centralizadas no encuentra las causas técnicas del problema, habría que escarbar en otras raíces, la política por ejemplo.
Existen más de 80 países con un ingreso per cápita de 1.000 dólares con precariedad en la estabilidad de sus estados. Los vaivenes en varios pliegues de la economía, y la intensificación del comercio global ha afectado más de lo esperado tanto a la distribución de la riqueza como a la rentabilidad. Esta intensidad comercial global acoplada con la transformación tecnológica, si bien ha incidido negativamente en el crecimiento del empleo en las economías desarrolladas, y emergentes, ha devastado a las menos desarrolladas. Un 70% de los pobres del mundo viven en países con urgencia de asistencia internacional, para manejar problemas insuficiencia alimentaria, escasez de energía y otros problemas sociales que generan inestabilidad política.
Al centro de todo reside la ausencia de regulación en la economía. Al final el Leviatán no era el Estado sino que el libre mercado montado con absolutismo enfervorizado. Mientras los informes del FMI relativizan el diagnóstico y el impacto, las respuestas políticas para contener la demanda social son insuficientes o inadecuadas.
La demanda social se expresa por igual en la zona desarrollada del mundo como es Europa Occidental, así como en la otra, en la práctica el resto de mundo, con la excepción de EEUU y un puñado de países de alto ingreso. Los políticos se sustentan en el poder con discursos que propenden a la distribución de la riqueza conociendo de antemano que disminuir la desigualdad conlleva enormes limitantes. Todavía más, cualquier cambio drástico en la línea, debería ser cotejado con los organismos que centralizan la toma de decisiones. Libre mercado y desregulación han impuesto un nuevo estalinismo: economía frágil y política desacreditada.
Fuente
Juan Francisco Coloane (especial para ARGENPRESS.info)
Se prolonga el paro estudiantil en Chile y el gobierno de la coalición de derecha del presidente Sebastián Piñera realiza un cambio de gabinete. Es la primera vez que en los 21 años de democracia, protestas sociales provocan un remezón político de semejante naturaleza. Al centro de un debate que estalló pero que es velado, están las reformas políticas y sociales que no pudo implementar la anterior coalición de centro izquierda, que gobernó por 20 años debido a que la actual coalición que gobierna se lo impidió.
En Chile existe un sistema electoral cuya representatividad es repartida entre dos grandes coaliciones que se van turnando en el gobierno. Es el diseño político heredado de la dictadura militar en un país cuya sociedad no logra desamarrar el nudo para alterar el status quo. Aunque el problema chileno es un problema más global, en el cual se reclama un cambio de régimen, referido al sistema o modelo económico implantado universalmente desde organismo financieros centrales y que ahora es cuestionado globalmente.
Lo que está sucediendo en Chile con el movimiento estudiantil es ese reclamo de la sociedad sobre un sistema económico instalado arbitrariamente sin participación ciudadana, el auto golpe que se infringe el estado liberal en su núcleo de justicia social. Los teóricos de las tesis económicas neoclásicas pueden sentirse satisfechos del caos político que se avecina globalmente por la esquina del mundo que uno se asome al desmantelar sistemas productivos y de protección social con participación del estado.
Un notable film, “Too Big To Fail” (HBO) “Demasiado Grande para que Falle”, revela pedagógicamente el corazón del actual problema, que en esencia es lo que estalla con la crisis económica de 2008. Al preguntarle una asesora a Henry Paulson, el Secretario del Tesoro de EEUU que articula el rescate en la crisis de 2008, “¿Y por qué no regularon?”. El responde: “Porque se estaba ganando mucho dinero”.
El síndrome del “ahora o nunca” para ganar más se exhibe en la situación de una crisis global que se prolonga. Se revela en esa mezcla de conformidad y estado de alerta en la autoridad económica central del planeta como es el Fondo Monetario Internacional (FMI). Globalmente las personas se endeudan más que antes, con más riesgo de insolvencia y el andamio monetario se resiente.
El FMI en su World Economic Outlook de 2007, antes del estallido de la crisis, planteó sin ambages: "Se puede hacer más recuperar empleos particularmente afectados por la tecnología y el comercio global, a través de mejores sistemas de educación, mercados de empleos más flexibles, y sistemas de bienestar que absorban el impacto, pero que no obstruyan los cambios económicos". Este "pero" fue una advertencia al político que no desea enfrentar a su electorado con una agenda más realista, es decir: “Evite a toda costa regular la economía, y no incite a recrear el estado de bienestar”.
Es así que el informe del FMI de 2011 insiste en la política de no regular que recomendaba antes de la crisis. Si bien el diagnóstico de la recuperación es optimista, el informe desliza anuncios para la contención del gasto fiscal que por general incide en el sector social, que a su vez levanta polvareda política y protesta callejera.
A pesar de que la economía se recupera, el desempleo se ha estacionado en niveles altos, y a pesar de que el marco de confianza financiera ha mejorado y los precios de los commodities se han recuperado, hay advertencias hacia las economías emergentes para evitar un recalentamiento de la economía y la sobre expansión del crédito. Se recomienda la reducción del desempleo, y el reequilibrio en la demanda global. El corolario advierte que la regulación es dañina para la expansión y el crecimiento, claves para generar empleo. ¿Algo nuevo?
El persistente desempleo y el aumento de la inflación especialmente en combustible y alimentos, perturba a los centros financieros. Aunque para el FMI los riesgos de la inflación son moderados, y en Estados Unidos llega al 3.5 %, su tasa de desempleo ha aumentado y se acerca al 10%, en cifras de julio 2011. En un país pivote para la economía mundial, este desequilibrio de baja inflación y alto desempleo no contribuye a inyectar más recursos al sector del capital. En otras partes de Asia y África también se observa una tendencia similar. El alza del combustible afecta con mayor severidad a los países de menores ingresos, mientras la inflación global es aún más perniciosa.
La estimación de la tasa de crecimiento en la economía mundial no se empina del 4% y a pesar la reconocida robustez de la recuperación, no es suficiente para evitar la volatilidad financiera, la persistente inflación y el desempleo que no cede. No hay respuestas claras a la recurrencia de estos fenómenos y cuando un sistema anclado en normas centralizadas no encuentra las causas técnicas del problema, habría que escarbar en otras raíces, la política por ejemplo.
Existen más de 80 países con un ingreso per cápita de 1.000 dólares con precariedad en la estabilidad de sus estados. Los vaivenes en varios pliegues de la economía, y la intensificación del comercio global ha afectado más de lo esperado tanto a la distribución de la riqueza como a la rentabilidad. Esta intensidad comercial global acoplada con la transformación tecnológica, si bien ha incidido negativamente en el crecimiento del empleo en las economías desarrolladas, y emergentes, ha devastado a las menos desarrolladas. Un 70% de los pobres del mundo viven en países con urgencia de asistencia internacional, para manejar problemas insuficiencia alimentaria, escasez de energía y otros problemas sociales que generan inestabilidad política.
Al centro de todo reside la ausencia de regulación en la economía. Al final el Leviatán no era el Estado sino que el libre mercado montado con absolutismo enfervorizado. Mientras los informes del FMI relativizan el diagnóstico y el impacto, las respuestas políticas para contener la demanda social son insuficientes o inadecuadas.
La demanda social se expresa por igual en la zona desarrollada del mundo como es Europa Occidental, así como en la otra, en la práctica el resto de mundo, con la excepción de EEUU y un puñado de países de alto ingreso. Los políticos se sustentan en el poder con discursos que propenden a la distribución de la riqueza conociendo de antemano que disminuir la desigualdad conlleva enormes limitantes. Todavía más, cualquier cambio drástico en la línea, debería ser cotejado con los organismos que centralizan la toma de decisiones. Libre mercado y desregulación han impuesto un nuevo estalinismo: economía frágil y política desacreditada.
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