España: Me opongo a la "Nueva Izquierda"

jueves 21 de julio de 2011

Jaime Richart (especial para ARGENPRESS.info)

Si yo, que nunca he aceptado un cargo, me metiese a político dimitiría al día siguiente. Por eso no he aceptado nada que tuviese algún relieve. Nunca han existido las condiciones objetivas que me hiciesen pensar que pudiera hacer algo positivo más allá de dejar el testimonio particular de mi honradez durante los minutos que duraba mi renuncia. Si el otro día decía que me apartaba del 15M, hoy digo que me opongo a esta iniciativa de la denominada “Nueva Izquierda”.

Creo que en la política nadie puede ser consecuente ni honesto: o se es deshonesto por acción o se es deshonesto por omisión, consintiendo o mirando a otra parte sin intervenir en tantas cosas que obligan moralmente a ello.

Esto viene a cuento de que hay un movimiento integrado por un grupo compuesto de 30 conocidos juristas, intelectuales, periodistas y artistas, que recoge distintas sensibilidades progresistas e intenta aprovechar la "energía cívica" que ha llenado las calles, para liquidar la corrupción y "devolver a la política su honradez, legitimidad y transparencia", en palabras textuales de sus promotores.

Está claro que hay que hacer algo frente a la corrupción más allá de las intentonas que puedan hacerse desde los tres poderes del Estado para corregirla y evitarla. Pero esa idea de "reconstruir" la izquierda me parece como querer reconstruir las ideas de Dios, amor, consuelo o esperanza. Cada cual tiene la suya y en esa versatilidad estriba su valor o interés. Si alguien se arroga la "verdad" de cualquiera de ellas, automáticamente se invalida a sí mismo como postor.

Por otro lado, ¿esa Nueva Izquierda va a poder evitar las gigantescas cortapisas financieras contra las que se estrella la Vieja Izquierda? ¿acaso es la incompetencia de ésta y no la superestructura de la economía neoliberal que se impone en el capitalismo lo que impiden la transparencia, la honestidad y la legitimidad? ¿o es que la Nueva Izquierda nos propone abandonar el capitalismo? Lo único que podría animarme a tener en cuenta a esta pléyade de inteligentes sería esta idea. Esta, o al menos su intención firme de reformar la ley electoral y plantear el referéndum monarquía-república.

De todos modos parto de la idea de que nunca la honradez, la legitimidad y la transparencia fueron atributos de la política práctica. Ni aun en la democracia ática ateniense. Sólo hay grados de las tres. Y ello depende de varios factores. Uno es el mecanismo que vigila, evita o corrige la deshonestidad, la ilegitimidad y la opacidad de los políticos y de las instituciones. Tal mecanismo es el control que ejerce el poder judicial sobre los otros dos, pero su materialización depende fundamentalmente de la iniciativa del ejecutivo. Los otros factores son el carácter, la idiosincrasia de los pueblos y sus genes; la experiencia democrática y los antecedentes próximos y remotos del país.

Pero respecto a estos últimos hay que consultar con la historia, la sociología, la biología, la psicología y la antropología. No puede ser la misma democracia, ni haber la misma "honradez, legitimidad y transparencia", en la Gran Bretaña, Francia, Holanda o Suecia, con siglos "democráticos" a sus espaldas, que en España que lleva a duras penas tres décadas después de 40 años de represión. Quitando los tres cortos años de la República que se llevó por delante la dictadura franquista, el pueblo español ha estado sometido durante centurias a los abusos de los gobernantes, de los caciques y del dinero. Esta historia imprime carácter, esto traumatiza. Y, como en todo trauma, sólo el paso del tiempo y el hastío que llega a producir la riqueza fácil pueden transformar una democracia deshonesta, deslegitimada y opaca en otra cosa.

Por eso, algo diferente sería que el grupo de los 30 y los que se vayan sumando a ellos fueran desfilando por los medios y escribiendo en los periódicos, como hacemos quienes escribimos en la Internet, para desenmascarar y poner en evidencia a los máximos responsables del oscurantismo, de la opacidad y de la perversión de la política. El tacto, la prudencia, la habilidad y la elocuencia que se les supone, unidas a su solvencia cada uno en sus respectiva actividad o competencia, es lo único que podría ser efectivo para sacudir las conciencias de políticos, jueces y empresarios; de los que ya están y de los que van llegando.

Pero imaginar que una izquierda reconstruida pueda ser otra cosa diferente de lo que es la izquierda no reconstruida, cuando todos sabemos que la izquierda, la derecha y el centro son rehenes de la economía y de los neoliberales que prácticamente dominan en Europa y en el mundo, incluido el Grupo Bilderberg, es impropio de la inteligencia que se les supone a los entusiastas de la Nueva Izquierda. Constituirse en ideólogos, como fueron en Francia los enciclopedistas, que impulsan la creación de un nuevo partido que ha de pasar nuevamente por la prueba de la realpolitik, suena más a petulancia y ganas de protagonismo que a otra cosa. Con que apoyen esos lúcidos a la izquierda de la izquierda para que se reforme la Ley Electoral, ya verán cómo en pocos años cambian las cosas significativamente.

Las pruebas de las diferencias conceptuales en todos los aspectos están en la distancia existente en la fiscalidad, base económica del sistema. Mientras la media europea, según los últimos datos de Eurostat de 2009 es del 40,4%, las administraciones públicas españolas recaudaron el 31,4% del PIB. España es el país con más dinero negro de la UE, la presión fiscal está muy por debajo de la media de la UE. España es también uno de los pocos países donde los empresarios y autónomos declaran de media menos ingresos que los trabajadores y los pensionistas juntos... A qué seguir.

Todo ello y otros aspectos más del talante carpetovetónico hispano pone de manifiesto hasta qué punto la conciencia social necesaria para aminorar las desigualdades está muy lejos de la de los países con los que quiere este país medir sus fuerzas y competir. España es un país miserablemente injusto. Y la clase política un subproducto de su genio. ¿Acaso creen estos 30 personajes que puedan solucionar todo esto, sin afrontar los riesgos de abanderar una revolución? Si esto, la revolución, es lo que se proponen, no se anden por las ramas, díganlo así y verán qué pronto se movilizan tantos que de una u otra manera viven como siervos del siglo XXI. De otro modo, retírense y dejen que las cosas se vayan arreglando por los cauces “naturales” de un sistema político y económico perverso por naturaleza.

Fuente

Comentarios